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Por qué hay niños que roban y qué hacer para corregirlo

Cuando un menor hurta suele ser porque no controla sus impulsos, tiene baja tolerancia a la frustración o incluso aún no tiene consciencia de lo que representa ese acto y sus consecuencias. Fomentar el respeto hacia las cosas ajenas o evitar su humillación puede ayudar a superar esas acciones

Niños que roban
El castigo y la regañina no funcionan cuando se descubre que un niño roba.Ridvan Celik (Getty Images)

Que un niño robe es más complejo de lo que puede parecer a simple vista. Cada caso es diferente según la edad, la situación familiar y las motivaciones que le llevan a hacerlo. Sin embargo, también hay una parte biológica que influye en el hecho de que un menor coja algo que no es suyo y que tiene que ver con el desarrollo incipiente de su cerebro. “La corteza prefrontal no está formada del todo en los niños. Esta es la parte cerebral que se ocupa del control de los impulsos, de la ética y del pensamiento crítico. Y no es hasta de los tres a los cinco años que los pequeños comienzan a tomar cierta conciencia de la norma de no robar”, explica la psicóloga Belén Robles, socia fundadora del centro de psicología e inteligencia emocional Escuela Afectiva, asentado en Madrid.

“Su escala de valores se está formando”, prosigue Robles, “están en fase de aprendizaje, tienen una impulsividad mayor y una gestión emocional que está en proceso de descubrir y experimentar cómo funciona el mundo”. Además, según agrega la psicóloga, los niños pequeños no roban por maldad, sino porque no tienen desarrollado como los adultos el control de los impulsos y la tolerancia a la frustración: “Quieren algo que sus padres les han negado y buscan otra manera para conseguirlo. Aunque sepan que no está bien, no miden las consecuencias. Viven en el aquí y el ahora y cuando quieren algo lo intentan conseguir por todos los medios”.

El hurto en el niño puede resultar preocupante no tanto por la edad a la que ocurre, sino por la frecuencia y la forma en la que se produce. “Entre seis y siete años, el menor tiene un conocimiento básico sobre lo ajeno y lo propio. A esta edad, pueden darse hurtos ocasionales relacionados con el deseo inmediato por algo y la incapacidad de soportar la frustración y la carencia”, indica Pilar Muñoz, psicóloga infantojuvenil con más de 32.000 suscriptores en su canal de YouTube. “No obstante, si los actos de apropiación ajena se repiten a menudo y con diferentes personas, como con los padres, los hermanos y los amigos, ya se trataría de un trastorno del control de los impulsos, que se denomina gestos de apropiación de lo ajeno”, añade la experta sobre una expresión aplicada en psicología a estos niños, pero que todavía está en desarrollo y no se considera un trastorno.

Al estar en proceso de desarrollo y aprendizaje, los menores pueden tener una visión y comportamiento diferentes con respecto a lo que pertenece a otras personas. “Hay que tener en cuenta que es normal que los más pequeños tengan interés por cosas que no son suyas. No obstante, para que sea considerado robo, tienen que saber que coger algo que no es suyo está mal”, destaca por su parte Zaida Moreno, neuropsicóloga clínica colaboradora del Hospital Universitario 12 de Octubre de Madrid.

Explicar al niño por qué no está bien robar

Según explica Muñoz, la respuesta habitual cuando se descubre que un niño ha robado es intentar culpabilizar y avergonzar al menor: “Pero hay que intentar descartar esta reacción porque puede empeorar la situación. Cuando el menor tiene unos siete años y se trata de pequeños hurtos infrecuentes, hay que apelar a emociones sencillas con mensajes como: ‘Eso no lo podemos coger, mira la cara del niño, está triste’; siempre con un lenguaje sencillo, acompañado por gestos y tono acordes al momento de enfado”.

Esta experta destaca la diferencia a la hora de manejar la situación con los mayores de ocho años: “Con ellos hay que hacer hincapié en las consecuencias. Por ejemplo: ‘¿Qué pasaría si te pillan con un juguete que no es tuyo? Yo creo que no te invitarían al cumpleaños o se los dirían al resto de amigos, ¿no?”. Por su parte, Moreno añade las posibles motivaciones que encuentran los menores en el hecho de coger cosas ajenas: “En ocasiones, quieren agradar a sus iguales por un sentido de pertenencia a un grupo; por la adrenalina que supone el peligro de que no te pillen y por la recompensa material obtenida cuando consiguen el objetivo”.

Los niños pueden cometer pequeños hurtos como castigo porque sus padres no les conceden algo que les piden.
Los niños pueden cometer pequeños hurtos como castigo porque sus padres no les conceden algo que les piden.Milan_Jovic (Getty Images)

“La razón por la que algunos niños roban tiene que ver también con que algunos tienen poca cantidad de adrenalina en el cerebro y el hecho de hurtar aumenta la presencia de esta hormona, lo que les provoca una sensación de placer y de gratificación”, retoma Muñoz. En esos casos, recomienda que los padres apunten a estos menores a determinadas actividades que suplan este desequilibrio hormonal: “Deportes competitivos y de gratificación rápida, como el rugby, porque suelen ser niños que buscan sensaciones fuertes y tienen poco temor al riesgo”.

El padre y la madre cumplen un rol fundamental para dar ejemplo a sus hijos sobre el respeto hacia la propiedad ajena: “Ellos tienen un impacto directo en cualquier conducta de los niños, por ejemplo, sobre qué comen o cómo se visten, y también, cómo no, sobre la honestidad o la incoherencia, entre otras”, asegura Muñoz. La psicóloga apunta que los progenitores siempre están en el punto de mira de sus hijos: “Por ello es importante ser impecables en acciones del día a día como, por ejemplo, devolver bien el cambio en el supermercado o no invadir el terreno de la parcela vecinal”.

¿Castigar al niño que se apropia de lo ajeno?

El castigo y la regañina no funcionan cuando se descubre que un niño roba, según señala Muñoz: “Normalmente, se refuerza la repetición del hurto. Lo apropiado es la restitución no vergonzante. Esto significa, por ejemplo, que si el niño ha robado un juguete lo mejor es que lo deje en un cajón de la persona a la que se lo ha robado, sin que se entere”.

La reacción de los progenitores cuando su hijo coge lo que no es suyo es fundamental para reconducir la situación. La psicóloga Moreno menciona algunas pautas que pueden seguir los adultos en estos casos:

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