Si acuesto a mi hijo más tarde, ¿me dejará dormir más?
Retrasar la hora de ir a la cama o dejar a los niños sin siesta con el objetivo de que se despierten más tarde y dejen descansar más a los padres no funciona. Es más, puede suponerles irritabilidad al final del día y peor sueño durante la noche, lo que tiene sus consecuencias al día siguiente
La idea de acostar más tarde a bebés y niños con la intención de que se despierten más tarde a la mañana siguiente representa uno de los mitos más habituales en lo que a sueño infantil se refiere. Hay padres que por ejemplo utilizan este sistema los fines de semana, con el objetivo de poder dormir un poco más esos días de descanso. Pero es más que probable que ya hayan comprobado que no funciona, algo que tiene que ver con el ritmo circadiano de los pequeños. “Tenemos un engranaje interno de relojes que nos marca nuestro propio ritmo, teniendo en cuenta también el medio en el que vivimos. Los cambios en estos horarios, tanto del inicio del sueño como del despertar, suelen llevar un tiempo hasta que se estabilizan. Si a un niño lo acostamos más tarde muy probablemente se levantará a la misma hora de siempre, y solo conseguiremos que esté cansado durante el día”, afirma Elena Martínez Cayuelas, neuropediatra en el Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, en Madrid.
Por eso no es buena idea llevar a la práctica este sistema, que supone más prejuicios al niño que beneficios a sus progenitores. “Cuando atrasamos constantemente su hora de dormir, lo que ocurre en realidad es que ese pequeño está perdiendo horas de sueño muy valiosas para su desarrollo y que se irá a dormir con exceso de cansancio”, explica por su parte Amelia Hunter, asesora de sueño infantil y fundadora de Baby Sleep Solutions, que desde 2015 acompañan a las familias en el proceso de mejorar la higiene del sueño de sus pequeños estableciendo hábitos saludables.
Ese exceso de cansancio al retrasar la hora del sueño se notará en la actitud del menor antes de acostarse, pero también durante la noche y al día siguiente. “El niño estará más irritable e inquieto, y tendrá más problemas para conciliar el sueño y relajarse”, asegura la pediatra Teresa de la Calle Cabrera, coordinadora del Grupo de Sueño de la Sociedad Española de Pediatría Extrahospitalaria y Atención Primaria (SEPEAP). “A lo largo de la noche el sueño será más profundo de lo habitual, lo que puede ocasionar alteraciones asociadas como aumento de probabilidad de terrores del sueño o sonambulismo”, prosigue De la Calle. Y por la mañana, la pediatra explica que probablemente el niño se despierte a su hora habitual y pase todo el día con déficit de sueño: “Lo que puede traducirse en que esté inquieto o intranquilo”.
A pesar de todo ello, Hunter entiende que puede haber excepciones: “Si de manera puntual un peque se va a dormir más tarde o no duerme la siesta, generalmente va a repercutir poco en su descanso. Eso sí, es importante tener en cuenta que afectará menos a los que tengan una buena calidad de descanso y una higiene de sueño bien establecida y consolidada”. “Lo vemos a menudo”, continúa, “a los que no descansan bien les afectan mucho más estos cambios en las rutinas cuando se van de vacaciones, por ejemplo”.
Esta es la razón de que no sea recomendable hacer grandes modificaciones de horario los fines de semana. “En cualquier caso, no deben ser de más de una o dos horas de diferencia respecto a los días de entre semana. De hacerlo, solo conseguiremos que no duerman lo suficiente y que no de tiempo a que su cuerpo se vuelva a acostumbrar al horario de cara al lunes”, sugiere Martínez Cayuelas. “El ritmo circadiano no entiende de días. Evidentemente, cuanto menor sea la diferencia de horario que quiero imponerle al niño, menos problemas habrá. Y, por otra parte, cada persona y cada niño tiene diferente susceptibilidad a los cambios de horarios”, añade De la Calle. Aunque cada familia y cada niño tiene sus particularidades, “es importante y muy recomendable mantener una hora temprana para ir a dormir, entre las 19.00 y las 21.00”, afirma Amelia Hunter. De la Calle añade que también hay que tener en cuenta los condicionantes externos, entre los que se encuentran la luz, los horarios de alimentación y las rutinas relajantes que se deberían realizar todas las noches. “Estas rutinas ayudan a que el cuerpo de los pequeños anticipe lo que va a ocurrir y los prepare para el sueño. También la exposición a la luz y el tipo de actividad que se realiza durante las dos horas anteriores a irse a dormir son importantes: a última hora de la tarde la luz debe ser tenue, cálida, evitando exposición a pantallas, y con actividades tranquilas que ayuden a frenar la actividad”, explica Martínez Cayuelas. Y recomienda que esta rutina presueño incluya un momento de unión familiar con un cuento, un masaje o un extra de mimos.
¿Y si le quito la siesta para mejorar el sueño nocturno?
Martínez Cayuelas explica que retirar la siesta antes de tiempo, o algún día esporádico porque beneficie a los padres, tampoco es una buena idea: “Este tiempo de descanso es necesario hasta los 3-5 años y no realizarlo puede provocar que el menor llegue mucho más irritable a la noche o incluso se potencie la aparición de las llamadas parasomnias (terrores nocturnos, despertares confesionales, sonambulismo…)”. Por ello, según explica, es recomendable que la siesta también se dé con un horario regular, en general entre las 13.00 y las 15.00 y siempre antes de las cinco de la tarde para no interferir con el sueño nocturno. Otra consecuencia de que no duerman la siesta, según De la Calle, es que después los niños pueden quedarse dormidos en cualquier situación que se les presente a una hora demasiado tardía, aprovechando un trayecto en la silla de paseo o en el coche, lo que va a interferir aún más con el sueño nocturno.
Para Martínez Cayuelas, los progenitores infravaloran la importancia de las rutinas y la estabilidad de los horarios. Entre las consecuencias de dormir menos que surgen en la infancia, la experta señala los académicos: “Su rendimiento baja, su capacidad de atención también lo hace; además, están somnolientos durante el día”. “El descanso tiene un impacto directo en la adquisición de vocabulario, el aprendizaje, la memoria y el rendimiento cognitivo”, concreta Hunter.
A todo ellos se suma que dormir mal en la infancia puede tener una influencia clara en la calidad del sueño durante la edad adulta. Así lo explica Hunter: “La evidencia científica de los últimos años está reportando que los niños con insomnio tienen un mayor riesgo de sufrir problemas de sueño en la edad adulta. Un estudio de 2022, titulado Los niños con insomnio tienen mayor riesgo de sufrir problemas de sueño en la edad adulta, revela que la persistencia de los síntomas del insomnio es mayor de lo que se creía anteriormente y subraya la importancia de las intervenciones tempranas para abordar los problemas del sueño”.
Así se consigue un buen sueño infantil
¿Cómo se consigue un buen sueño infantil?
- “El horario de sueño de un niño debe ser lo más regular posible”, afirma la pediatra Teresa de la Calle Cabrera. A lo que Amelia Hunter, asesora de sueño infantil, añade que la hora de acostarse debe ser anterior a las nueve de la noche.
- “La habitación durante el sueño debe mantenerse confortable, con temperatura adecuada, en silencio y a oscuras (o con la mínima luz naranja posible, si el niño tiene miedo a la oscuridad)”, recomienda De la Calle.
- “Establecer una rutina presueño agradable, que puede incluir un cuento con la finalidad de ayudar a que el niño se desactive e inicie el sueño nocturno de forma agradable”, señala De la Calle.
- “No debe exponerse al niño a pantallas al menos en las dos horas anteriores al inicio de sueño”, aconseja la pediatra, para quien la luz azul de las pantallas interfiere con la secreción de la melatonina, que es la principal hormona que rige el ritmo circadiano.
- Respecto al ejercicio físico, De la Calle afirma que es positivo para el sueño, pero el niño no debería realizar ejercicio intenso o actividades muy estimulantes en las dos horas previas a acostarse. De hecho, la neuropediatra Elena Martínez Cayuelas recomienda que durante esas últimas dos horas haya luz tenue.
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