Cuanto antes llega el primer móvil, menos comunicación del menor y más conflictos familiares
En España, la edad de acceso al primer ‘smartphone’ está por debajo de los 12 años. Además de retrasar la entrega de un teléfono propio lo máximo posible, los expertos aconsejan dejar claras las normas de uso desde el principio y ser un ejemplo de desconexión tecnológica


Aunque cada vez existe una mayor conciencia de los riesgos que implica poner un smartphone en las manos de un niño o un adolescente, lo cierto es que en España la edad de acceso al primer teléfono inteligente propio se sitúa alrededor de los 11,7 años, en la frontera entre la Educación Primaria y la Secundaria, según datos del estudio Edad de acceso al móvil: implicaciones en el uso problemático de internet y conductas de riesgo online (Anales de Pediatría, 2025). No existe una edad específica para la entrega del primer móvil, pero en sus últimas recomendaciones la Asociación Española de Pediatría (AEP) indica que entre los 7 y los 12 años los dispositivos deben utilizarse siempre bajo supervisión y nunca más de una hora diaria, contando el uso escolar y la realización de los deberes. La AEP, de hecho, no habla del acceso al primer móvil con internet hasta la franja de 13-16 años y recomienda retrasarlo lo máximo posible.
Estas recomendaciones no carecen de justificación. Según una investigación publicada este año en la revista de la Asociación Americana de Psicología (Youth electronic media use and family conflict: Bidirectional associations across early adolescence), con datos de 11.000 familias con niños a partir de los 9 años, los hogares en los que los preadolescentes tienen móvil propio con acceso a internet y redes sociales a los 11 años presentan muchos más conflictos familiares. Esta tendencia, además, se exacerba durante la adolescencia. “A medida que los niños se diferencian de sus padres debido a los profundos cambios neurológicos y biológicos propios de la adolescencia, observamos que las redes sociales causan diversos desacuerdos, dificultades para resolver conflictos, peleas y expresiones de ira”, explicaba Cory Carvalho, autor principal del estudio, en la nota de prensa remitida por la Universidad de Georgia. (EE UU)
Su opinión la refrenda desde su experiencia en la práctica clínica Vanessa Fernández, doctora en Psicología y profesora de la Universidad Complutense de Madrid: “El móvil es un estresor nuevo que aparece en la vida cotidiana de las familias y que es causa de muchos conflictos con los hijos, pero también entre los propios padres, que muchas veces discuten por los tiempos y aplicaciones que se les permiten a los niños”.
El incremento de los conflictos no es la única problemática detectada por los autores del estudio de EE UU derivada de la temprana edad de acceso al primer móvil. Según sus resultados, cuanto antes recibe un niño un teléfono inteligente menos probable es que revele sus problemas emocionales a sus padres y, por lo tanto, menos conscientes pueden ser estos de si su hijo tiene ansiedad o depresión en un momento clave del desarrollo emocional. “La tecnología erosiona la comunicación emocional. Cuando un niño o un adolescente se refugia en su móvil, esto disminuye el espacio de conversación”, confirma Mercedes Bermejo, psicóloga sanitaria experta en infancia, adolescencia y familia. Según la también portavoz del Colegio Oficial de Psicología de Madrid, a esta erosión de la comunicación también contribuyen los adultos, igualmente enganchados a las pantallas y no siempre el mejor ejemplo. “Es importante que los adultos estemos disponibles emocionalmente para que los chavales puedan compartir con nosotros lo que les preocupa. De lo contrario, las pantallas hacen que siempre nos enteremos tarde de lo que realmente está pasando —de si están tristes o ansiosos, de si sufren acoso— y eso amplía mucho más esa brecha emocional”, añade.

Para Fernández, “es normal e incluso sano” que un adolescente tienda a comunicar más sus estados emocionales a sus amigos que a sus padres. Sin embargo, la autora de Padres que echan humo: cómo sobrevivir a un hijo adolescente (La Esfera de los Libros, 2025) destaca la necesidad de aprovechar los momentos compartidos sin la barrera de las pantallas. “Hay que hablar, hay que dedicarles tiempo, hay que escucharles, hay que aceptarles. No me canso de decir una y otra vez la importancia de que tu hijo o tu hija se sienta aceptado, que sienta que le gustas. Y también es importante crear un clima en el hogar donde la expresión de las emociones esté permitida”, aconseja.
Este consejo es especialmente relevante en el caso de las niñas y adolescentes, ya que, según señala Bermejo, en muchas ocasiones desarrollan su identidad a través de los filtros de las redes sociales; a diferencia de los niños, que por lo general suelen dedicar más tiempo a los videojuegos. “Los modelos que ven en las redes sociales afectan a su autoestima, a la percepción sobre su propio cuerpo, a su validación externa, y cuanto más tiempo consumen redes sociales, más empeora su estado de ánimo. La exposición temprana a estas dinámicas de comparación, de exclusión, de idealización amplía la vulnerabilidad emocional en una etapa muy delicada del desarrollo”, argumenta.
Las normas claras con el primer móvil
Para las expertas consultadas, los resultados del estudio avalan la recomendación cada vez más extendida de retrasar la llegada del primer móvil y el acceso a las redes sociales lo máximo posible. “El móvil es un arma altamente peligrosa que exige un alto grado de conciencia y un gran control de impulsos, y lo estamos poniendo en manos de niños y niñas en desarrollo que aún no los tienen”, lamenta Fernández. En el caso de que, por los motivos que sean —–el niño tiene que coger el transporte público solo para ir al colegio o al instituto, los padres se han separado y viven lejos, etc.—, se decida dar ese primer móvil, la psicóloga destaca la importancia de fijar unas normas claras desde el principio para reducir la conflictividad. “Antes de poner un primer smartphone en las manos de un hijo hay que fijar aspectos como el tiempo y los momentos de uso y a qué contenido se va a poder acceder. Mientras las normas estén claras, la posibilidad de conflicto se va a reducir”, apunta.
A este consejo, Bermejo añade la necesidad de crear en las casas espacios sin pantallas (por ejemplo, las habitaciones o durante las comidas) y de ser padres ejemplares, y la importancia de interesarse “de manera genuina” por lo que hacen los hijos en las redes sociales y de mantener un diálogo abierto con ellos e ir preguntándoles cómo están, cómo se sienten, qué hacen. “No se trata de demonizar la tecnología, sino de aprender a convivir con ella de una forma más consciente y saludable. Una recomendación en ese sentido que yo establezco como un criterio de una buena salud mental a nivel familiar es la cena juntos y sin pantallas”, prosigue Bermejo, “necesitamos más parkings de móvil en las entradas de las casas, más modo avión, más wifi emocional”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma































































