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Tecnología
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Móviles y adolescencia: más educación y menos prohibición

Hacer pedagogía y poner en marcha políticas educativas son factores de protección cruciales para el buen empleo de las pantallas por parte de los jóvenes. Ayudarles a diferenciar entre utilización y abuso de la tecnología, en vez de culpabilizarlos sobre la base de prohibiciones, es lo más importante

Prohibición Móviles Adolescencia
Hacer pedagogía es un factor de protección crucial para poder educar a los jóvenes en el buen empleo de las pantallas.Westend61 (Getty Images)

Ha surgido hace poco un movimiento de padres y madres que luchan para que sus hijos menores de 16 años no tengan acceso al móvil. En concreto, en el tramo que supone el cambio de etapa educativa de Primaria a Secundaria. Son más de 30.000 los padres y madres que se han unido a esta iniciativa, en grupos de WhatsApp concretos como, por ejemplo, Adolescentes libres de móvil en Navarra. Ese paso al frente de este colectivo de progenitores está teniendo su reflejo en medios de comunicación y redes sociales y se está relacionando el uso de las pantallas con problemas de salud mental y adicciones.

Pero es importante no crear alarma más allá de las supuestas relaciones que se puedan establecer entre una adicción, un móvil y problemas de salud mental en menores y jóvenes. Más aún, viniendo de una pandemia que durante muchos meses creó situaciones difíciles de manejar en muchos hogares de España y del mundo, con progenitores teletrabajando mientras tenían que hacerse cargo de los hijos, con poco o nada de tiempo para dedicarles. Aun así, es indiscutible que este movimiento ya está teniendo calado político. Por ejemplo, la ministra de Educación, Pilar Alegría, propuso el pasado miércoles 13 de diciembre a las comunidades autónomas restringir el uso del teléfono móvil en los centros educativos.

Además, como se puede leer en la noticia La adicción al móvil se ceba con las chicas: “Sus confidentes son contactos ‘online’ a los que nunca han visto”, publicada en este medio el pasado noviembre, “más del 95% de las menores atendidas en el único centro público de adicción a las tecnologías que hay en España son chicas, que buscan refugio e ideales sobre los que construir su vida en las redes sociales”. O como señala Francisco Villar, psicólogo clínico, en el artículo Hay que prohibir los móviles hasta los 16 años: “Llevo 10 años luchando en primera línea contra el suicidio adolescente y he visto que el abuso de las pantallas hace que los jóvenes pierdan habilidades para afrontar la vida, ahonda su sensación de malestar y deteriora su salud mental”. Ese mismo mes se difundió también que la Ertzaintza investigaba dos chats con contenido sexual y vejatorio con un millar de menores de San Sebastián implicados.

Cabe entonces preguntarse: ¿A qué riesgos se han enfrentado generaciones anteriores en los años setenta, los ochenta o los noventa? Por poner un ejemplo, en 1996 un 56% de las personas que acudía a urgencias por consumo de drogas lo hacía por heroína, dato que bajó en 2020 hasta un 6,7%. Es obvio que cada generación afronta unos retos relacionados con prácticas poco saludables, pero lo importante, siempre ante el riesgo, no es la prohibición sino la protección. Por tanto, es necesario poner en marcha factores de prevención para poder educar en el buen uso de dispositivos a los que es imposible prohibir el acceso si se tiene en cuenta que, por ejemplo, el 52% del total del tráfico web se realiza desde un smartphone o que en España hay más líneas de telefonía móvil que habitantes.

Hay un interesante estudio recién publicado de José C. Perales e Ismael Muela (2023) sobre Adiciones tecnológicas: mitos y evidencias, en el que se concluye: “En la actualidad existe una discrepancia importante entre la percepción social de las (supuestas) adicciones tecnológicas y la evidencia disponible sobre la naturaleza propiamente adictiva de tales actividades”. “Mientras que la creencia de que el uso excesivo y desregulado de internet, los videojuegos, la pornografía online o el consumo de vídeos y series en forma de atracón son adicciones comparables a las que producen las drogas de abuso está muy extendida”, prosigue el estudio, “la evidencia al respecto es pobre (en calidad, no en volumen) o resulta poco convincente”. Es muy interesante también el estudio Impact of digital media activity on funcional Brain Organization in late chilhood (9-12 ages): Evidence from ABCD study. En este se señala que no se han encontrado asociaciones significativas entre el tiempo de pantalla y problemas en el desarrollo cognitivo de niños de 9 a 12 años.

El problema, por tanto, basándonos en datos e investigación, no es el móvil como tal, sino el contenido al que se tiene acceso, por lo que es importante regularlo. Por ejemplo, Instagram y Facebook, desde el pasado 6 de noviembre, han dejado de publicar anuncios a los usuarios de menos de 18 años en Europa para cumplir con el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR), la Ley de Servicios Digitales (DSA) y la Ley de Mercados Digitales (DMA). Así pues, es fundamental que se cumplan las leyes y se pongan en marcha políticas protectoras para que el uso de la tecnología no sea perjudicial, sino todo lo contrario, que ayude al aprendizaje a través del buen uso, la supervisión y la educación.

Ayudar a los adolescentes a diferenciar entre utilización y abuso, en vez de culpabilizarlos sobre la base de prohibiciones, es lo más importante. Más que responsabilizar a la adolescencia de hacer un mal empleo es clave que las empresas tecnológicas asuman la responsabilidad de desarrollar funciones y herramientas que promuevan un empleo consciente de sus plataformas. Hacer pedagogía y poner en marcha políticas educativas tanto a nivel nacional como internacional son factores de protección cruciales para poder educar en el buen empleo de pantallas a los jóvenes. Cómo señalaba Manuel Jabois en La Contra de Hora 25: “Prohibir es asumir la derrota”.

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