Silvia Álava, psicóloga: “Lo esencial a la hora de marcar propósitos de año nuevo con los hijos es no exigirles nada que como padres no vayamos a hacer”
La autora y también experta en salud y educación señala que los niños pueden empezar a plantearse metas a partir de los ocho años y que la labor de los padres, además de ser un ejemplo, es motivarles, ayudarles a reconocer sus emociones y a marcarse objetivos realistas
La Nochevieja es una velada en el que todos, grandes y pequeños, se llenan de esperanza para entrar con buen pie en el nuevo año. Una celebración que, además, suele ir acompañada de buenos propósitos o metas que se pretenden cumplir en los siguientes 12 meses. Los adultos suelen hacerlo, y algunos los cumplen y otros no. Entonces, ¿es positivo que los niños también se marquen objetivos? “Va a depender mucho de la edad del menor, porque marcar unos propósitos implica tener un nivel de metaconciencia bastante alto”, señala Silvia Álava Sordo (Valladolid, 44 años), doctora en Psicología y experta en salud y educación.“Tengo que tener claro quién soy, cómo me comporto, cuáles son mis puntos fuertes y débiles”, prosigue.
Para la también autora de libros como Queremos hijos felices: lo que nunca nos enseñaron de 0 a 6 años (Liberespacio, 2022) y El arte de educar jugando (Todostuslibros.com, 2021), esto significa que solo a partir de tener esa conciencia el niño podría saber qué cosas mejorar: “Muchas veces los pequeños quieren acompañar a sus padres y también marcarse propósitos, pero es fundamental tener en cuenta la etapa de madurez en la que se encuentra”. ¿Cuál sería la edad para iniciar este tipo de charlas con ellos? Según la experta, a partir de los ocho años ya se puede conversar sobre cuestiones como: ¿Cómo te ha ido el año? ¿Cuáles crees que han sido tus puntos positivos? “Pero de una forma bastante light. En la adolescencia es cuando realmente se puede incluir más contenido”, agrega.
Álava señala que es importante que los padres y madres también hagan el trabajo de resumir a sus hijos cómo ha sido su año, en qué cosas han mejorado y en cuáles les gustaría hacerlo. “Cuando hablemos con ellos para que nos cuenten sus vivencias estos meses, lo ideal sería que se alejasen de lo material y que mirasen hacia dentro, que piensen en las cosas que les han hecho felices, mucho más allá de haber tenido un móvil nuevo o una consola”. La psicóloga pone varios ejemplos: “Hemos conseguido aprobar el curso; hacer o mantener los amigos, hemos pasado buenos momentos en familia, en definitiva, poner en valor aquellas cosas que, aunque pueden parecer pequeñas, son enormes”. Lo ideal, asegura, es transmitirles lo importante: “Si, por ejemplo, a tu hijo le ha costado un montón sacar el curso, pero al final lo ha conseguido, debe sentirse orgulloso. Es cierto que esto no es un buen propósito, pero sí que lo sería que se intente organizar mejor para que el nuevo año le cueste menos”.
Una vez explicado todo esto llega la segunda parte de la conversación: “Bueno, ya sabemos lo que hemos conseguido, ¿y ahora que nos gustaría conseguir este 2024? ¿Y qué es lo que puedes hacer para obtenerlo?”, ejemplifica. “A lo mejor, un buen propósito es mantener los amigos”, prosigue Álava, “que, por cierto, sería uno genial, porque fidelizar las amistades en la infancia y la adolescencia no suele ser tan complicado como para los adultos”. “¿Cómo lo puedo hacer?”, se pregunta la experta, “pues voy a ofrecerles mi ayuda, me voy a alegrar por sus éxitos o simplemente llevar un día al cole mis patatas favoritas y compartirlas con ellos…”. Otro ejemplo que señala es si el niño o adolescente quiere sacar buenas notas: “En este caso, habría que marcar pasos muy concretos como que intente estar más atento en clase para que cuando llegue a casa tarde menos en hacer los deberes o que el menor tenga una agenda en la que apunte todo y así no se despiste y pueda planificarse y organizarse mejor”.
Pero el propósito no tiene por qué ser solo a nivel individual, también puede implicar a toda la familia. Un ejemplo que menciona Álava son las tareas que implica tener una mascota: “Si el hijo es mayor, puede proponerse sacar al perro una vez al día para ayudar en casa, pero, en cambio, si es más pequeño, puede participar en tareas más sencillas como limpiarle las patitas o estar pendiente de ponerle el agua. Cosas fáciles, pero que pueden aliviar la carga sobre los otros miembros del hogar”. “En casa somos un equipo y todos somos parte de ese equipo”, incide la experta.
Para que los niños y mayores no se olviden de los propósitos que se han marcado para este 2024 se pueden apuntar, pero para Álava, sobre todo, lo más importante es que estos salgan del propio niño: “Al igual que los adultos se los marcan ellos mismos, también tienen que ser una necesidad propia del menor, un querer mejorar desde el propio yo, no desde el otro”.
¿Cómo pueden fomentar padres y madres que sus hijos quieran mejorar? “Lo primero que hay que hacer es diferenciar entre motivación intrínseca y extrínseca”, señala Álava. La extrínseca, según refiere la psicóloga, es aquella que viene del exterior, de los otros. Los niños son sensibles a que a sus padres les vean y les refuercen la buena conducta que hacen con frases como “estoy contento porque te estás esforzando”, según la psicóloga. Pero también hay que trabajar con ellos la parte interior, la motivación intrínseca. ¿Cómo? “Preguntarles cómo se sienten al ver que el perro está contento o al mejorar sus notas. Y explicarles que esa emoción se llama orgullo, satisfacción, y que lo va a sentir siempre y cuando se esfuerce en hacer algo”.
Para Álava es importante no poner el foco únicamente en conseguir el objetivo, sino en el esfuerzo de intentar hacerlo: “Esforzarse en conseguirlo es lo realmente relevante”. La psicóloga también aclara que todo lo mencionado hay que ir inculcándolo desde que los niños son muy pequeños y hay que hacerlo poco a poco.
La importancia del ejemplo
Los niños hacen lo que sus padres hagan, copian los comportamientos, por lo que lo importante es que los progenitores sean un buen ejemplo para sus hijos. “Tú imagínate que hablamos todo esto en familia, lo apuntamos en un papel y yo como padre dije que iba a dejar de fumar, y a los dos días vuelvo hacerlo. Esto no puede ser”, relata Álava. “Hay que tener mucho cuidado, yo no te puedo pedir que tú mejores cada año, que tengas una lista de propósitos, si yo luego no hago lo mismo”. Así que lo esencial a la hora de marcarse propósitos de año nuevo es no exigir nada a los hijos que el padre o la madre no vaya a hacer: “Y no solo porque no vayas a ser un buen ejemplo, sino porque le vas a crear en el menor mucha rabia y frustración”.
Álava recalca que educar sobre la premisa de “es que tú tienes que hacer lo que yo te diga, no lo que me ves hacer a mí” crea una presión bastante importante en el niño y en el adolescente y sentimientos de injusticia. En definitiva, prosigue, si los padres y madres no están dispuestos a cumplir y plantearse objetivos que vayan a hacer y que impliquen que ellos mejoren cosas, incluso, estando dispuestos a que sean los hijos quienes marquen esas metas, “mejor que no los hagan”. Los propósitos de año nuevo tienen que ser reversibles y en ellos tienen que participar ambas partes, padres e hijos, con el mismo nivel de responsabilidad: “Si no se hace así puede ser hasta contraproducente”.
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