Regalar a un niño dinero: sí, pero si se aprovecha como una oportunidad de educarle financieramente
Hay que acompañar a los menores en el aprendizaje de la gestión de su dinero de manera consciente y responsable, y enseñarles tanto a gastar como también a ahorrar
La crianza de los hijos e hijas está llena de debates que dividen: colecho o no, papillas o baby led weaning, lactancia materna o biberón… La Navidad no escapa a este fenómeno sociológico: ahí están, por ejemplo, las fricciones entre aquellas familias que quieren mantener la magia de las noches de Papá Noel y los Reyes Magos y aquellas otras que prefieren contarles cuanto antes a sus hijos la verdad sobre quién deja bajo el árbol los regalos. Los propios presentes, de hecho, también son motivo habitual de controversia (por ejemplo, a la hora de determinar cuántos son suficientes), sobre todo cuando esos regalos dejan de ser juguetes, ropa o libros para tomar forma de sobre repleto de dinero contante y sonante. Hay familias a las que esto de regalar dinero les incomoda a la par que les escandaliza. Otras, por el contrario, a las que les parece bien o les es indiferente.
“Toda entrada de dinero que reciba un niño o una niña es positiva si se observa como una oportunidad para educarles financieramente y para enseñarles a gestionar ese efectivo de manera autónoma, responsable y eficiente”, defiende Sara Vicent, experta en educación financiera para familias y autora de ¡Con el dinero no se juega! (Amat Editorial). “El dinero está presente en nuestras vidas de adultos, y también en las de nuestros hijos”, prosigue Vicent, “si queremos que aprendan a gestionar su dinero y tomen decisiones financieras bien alineadas con sus valores y con sus circunstancias, debemos ocuparnos de enseñarles a hacerlo”.
Una opinión que comparte Amalia Guerrero, experta en economía y familiar y autora de En casa las cuentas claras (Plataforma Editorial), que considera un error que en muchas familias hablar el dinero se haya convertido casi en tabú: “Hablamos con nuestros hijos de drogas o de sexo, pero no de dinero. Y se nos olvida que ellos se van a relacionar con el dinero durante toda su vida”. Para Guerrero, la mayoría de los problemas financieros de los adultos se podrían evitar con una mejor educación en la infancia: “Hay que hablar de dinero con los niños desde que son bien pequeños. A ellos les llama mucho la atención y si nosotros no les explicamos nada pueden pensar que el dinero surge de los cajeros automáticos de forma mágica”.
Preguntadas ambas por la posibilidad de que ese dinero, en vez de ser regalado a los niños, sea entregado a madres y padres para que estos lo gestionen, las dos coinciden en su respuesta. Aunque consideran difícil dar una respuesta general (todo depende de la edad, de la madurez o de la educación financiera de cada niño), si se quiere dar una buena educación financiera a los hijos, el hecho de que sean los padres quienes gestionen por completo ese dinero dificulta que los hijos aprendan a hacerlo. En todo caso, señalan que una opción plausible es que los progenitores se queden con una parte del dinero y le den la otra a los niños para que la gestionen ellos.
Consejos para ayudar a los niños en la gestión del dinero
En este sentido de reparto del dinero, Vicent invita a establecer un diálogo y una reflexión por parte de los padres en dos fases. En la primera, los adultos deberían reflexionar y poner las normas: qué importe del dinero recibido gestionan ellos y qué parte gestionarán los hijos, a que se destinará cada parte del dinero. En la segunda, los padres tendrían que comunicar a sus hijos su decisión y explicarles que se trata de que aprendan a gestionar el dinero. “Para ello, es conveniente buscar un momento para sentarse con los hijos, contar juntos cuánto dinero han recibido, y comunicarles que una parte lo tienen que aprender a gestionar ellos de manera consciente, y que ellos les van a ayudar a hacerlo. Conviene también preguntar a los hijos qué ideas tienen para ese dinero (¿gastarlo todo? ¿ponerlo en su hucha? ¿poner una parte en su hucha y gastar el resto?), puesto que es una manera de hacerles ver la importancia de la reflexión y de la toma de decisiones conscientes con el dinero”, ejemplifica la experta.
Con la parte del dinero que se queden los niños, Guerrero anima a los progenitores a respetar las decisiones de compra que toman estos, siempre, claro, ateniéndose a las normas: es decir, que si el niño tiene 20 euros y decide gastárselos íntegros en cartas de Pokémon, después no hay más. “No vale que para no oír la rabieta del niño, luego hasta la última persona que hay en la mesa le dé más dinero. Hay que ponerles en la tesitura de elegir, porque ahora que son pequeños es cuando tienen que equivocarse y aprender de sus errores, no cuando sean mayores”, defiende.
Vicent, por su parte, reconoce que quizá para un niño pequeño que no tiene bien desarrolladas funciones ejecutivas como la inhibición de impulsos, la tolerancia a la frustración o la demora de la recompensa, darle 20 euros y esperar que no se los gaste en cartas Pokémon es pedirle demasiado: “Tendremos que acompañar a ese niño, y enseñarle no solo a gastar, sino también a ahorrar y a gestionar su dinero de manera consciente”, añade la autora de ¡Con el dinero no se juega! Vicent recomienda empezar a utilizar con los niños herramientas como el control de ingresos y gastos, la lista de deseos o el colchón de emergencia para evitar la compra por impulso y fomentar el ahorro, que para Guerrero debería convertirse “en una filosofía de vida”.
Por último, las expertas señalan la importancia del ejemplo que ofrecen padres y madres. Igual que es difícil pedirle a un hijo o una hija que haga deporte cuando los padres no se levantan del sofá, tampoco es viable pregonar la idea del ahorro si ven que sus padres dilapidan el dinero en compras compulsivas. “Hay cinco cosas que podemos hacer con el dinero: ganarlo, ahorrarlo, invertirlo, gastarlo y compartirlo. El sistema educativo nos enseña a ganarlo; y la sociedad nos empuja a gastarlo. Por eso tenemos que ser un buen ejemplo para nuestros hijos. Es importante que les enseñemos a posponer la gratificación inmediata, a apreciar el valor de las cosas. Para eso está muy bien hacer limpieza en casa de vez en cuando para ver cómo tiramos el dinero en cosas que compramos sin necesitar”, explica Guerrero.
Vicent señala que en un mundo en el que se puede comprar casi cualquier cosa a golpe de clic en la pantalla del smartphone se dejan de ejercitar funciones ejecutivas tan importantes como el análisis, la comparación, la reflexión, la priorización, la inhibición de los impulsos, la tolerancia a la frustración o la demora de la recompensa. Y considera que querer dar a los hijos una buena educación financiera, que tenga en cuenta el desarrollo de todas esas funciones ejecutivas, “ayuda también a los padres y a las madres a reflexionar y a mejorar ellos mismos también”. “En muchas ocasiones, los aprendizajes y las mejoras que introducimos en la familia a raíz de la crianza de nuestros hijos no solo son beneficiosas para los niños, sino también para los adultos”.
Puedes seguir Mamas & Papas en Facebook, X o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter quincenal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.