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Qué es el apego seguro y qué pueden hacer los padres y madres para fomentarlo

La falta de autoestima y de confianza que puede sufrir una persona adulta la reciben los menores. Son muy importantes las respuestas verbales y no verbales que se ofrecen a los niños

Una mujer besa a un niño.
Una mujer besa a un niño.Unsplash

Cuando un padre hace algo y su hijo le observa se activan las mismas áreas del cerebro en ambos, favoreciendo que posteriormente el niño realice la misma acción. Esto es debido a la existencia de las neuronas espejo. “Les ocurre a los bebés, dado que aprenden de forma implícita. Por ejemplo, si un padre grita cuando algo le sale mal, el pequeño aprenderá a expresar la frustración también gritando y cuando crezca recurrirá a los chillidos para expresar su malestar”, declara Beatriz Gómez Herráez, psicóloga sanitaria y neuropsicóloga. Es adecuado por parte de los padres lograr a través del afecto y la contención que los hijos puedan vivir acontecimientos personales. “Un proceso de regulación y sentimiento de seguridad en los adultos puede beneficiar a sus retoños desde su primera infancia”, prosigue Gómez Herráez. Para la experta, la importancia de la autoestima y el convencimiento en los padres también tiene que ver con el apego que permite la relación con el entorno. Este se genera por las relaciones con ellos, que suelen ser los cuidadores principales. “Los progenitores que se quieren y respetan estarán más capacitados para crear un vínculo con sus hijos y transmitirles dicha importancia, propiciando el desarrollo de un sistema de apego seguro, a la vez que favorece una adaptación sana y positiva al ambiente”, afirma Gómez. “Se promueve también el sentimiento de valía, capacidad de aceptación de uno mismo”, prosigue, “del mismo modo que un factor de protección frente al desarrollo de trastornos como la ansiedad o la depresión”.

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Según la experta, el apego seguro se logra además teniendo en consideración la relación de los padres con los hijos. Pero, no debemos olvidar que, los progenitores son humanos: “Habrá errores, pero admitirlos y aprender de ellos será un aprendizaje clave a nivel emocional en los hijos”. Existen, por lo tanto, determinados aspectos decisivos en el modo de proceder, según explica Gómez:

Fomentar en el niño el sentimiento de valía y creencia personal

Cristina Hill Bestard, psicóloga especializada en menores y familia, asegura que diversos estudios sobre aprendizaje refrendan que los niños aprenden a manejar las respuestas de sus padres. “Muchos progenitores por miedo a que sus hijos dejen de quererlos o que puedan actuar con desprecio, acaban dando todo aquello que su hijo demanda”, relata la experta. Incluso, según mantiene, muchas madres en su consulta no entienden determinados comportamientos de sus retoños, si ellas les proporcionan todo aquello que les piden (televisión en su habitación, videojuegos...). La psicóloga asevera que un niño piensa en aquello que desea y hace lo posible por conseguirlo. No obstante, no puede valorar la importancia de aprender a “gestionar emociones, habilidades de superación o aspectos de razonamiento”. Es ahí donde los padres tienen la responsabilidad de inculcarle la reflexión o valores como la empatía.

Para la experta, la falta de autoestima y confianza que puede sufrir un adulto la reciben los menores. Es muy importante la respuesta verbal y no verbal que se les ofrece. “Yo siempre digo que dar todo a un niño, es “dar nada” si no va unido a valores y dedicación. Gracias a la plasticidad cerebral que presentan a esa edad, pueden captar muchas señales y aplicarlas en su día a día. Son lo que aprenden, lo que ven y lo que les transmitimos”, sostiene Hill Bestard. La especialista en psicología en menores y familias subraya que es contraproducente la comparación en los menores. Sin embargo, la mejor enseñanza resulta promover en los hijos un sentimiento de aceptación y amor propio que resultará muy positivo para la autonomía personal.

Como persona que practicó vela y compitió durante muchos años, Cristina Hill Bestard argumenta la importancia de la conveniencia en la práctica deportiva y de los valores correctamente inculcados a través de ella. “El deporte es el reflejo de la vida. Aprendes las maneras de afrontar diferentes situaciones. A veces, somos los adultos los que nos olvidamos de esto y enfocamos la atención en quien ha metido más goles y lo ha hecho mejor. Por lo tanto, nos fijamos en la competitividad”, asevera la profesional. Del mismo modo, sugiere que es muy frecuente (casi lo primero que se hace) y poco acertado, preguntar a los niños por sus resultados académicos en exámenes o trabajos. La seguridad, confianza y el sentimiento de valor que una persona, un adulto se da a sí mismo, revierte en el hijo que lo observa a diario. “Debemos enseñar a querer, queriéndonos primero a nosotros mismos”, concluye Hill Bestard. La psicóloga comparte unas líneas aclaratorias sobre lo que repercute en el niño el centrar el foco en lo verdaderamente provechoso para su crecimiento personal:

  1. Las habilidades que desarrolla un niño sentado en el banquillo todo un partido puede ser equivalente a no ser elegido como supervisor durante una semana en el trabajo.
  2. Una pequeña discusión con un compañero, que debe gestionar él solo, puede ser equivalente a las habilidades necesarias para solucionar un problema con un compañero del trabajo en el futuro.
  3. Practicar el deporte de la vela, por ejemplo, y volcar con la embarcación, puede suponer una gestión de emociones iguales a pinchar de mayor una rueda en la carretera.

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