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La guerra en Gaza desgasta el tradicional voto demócrata de los jóvenes: “No puedo apoyar a Kamala”

La candidata demócrata tiene una clara ventaja entre los menores de 34 años, pero el apoyo a la ofensiva israelí y la gestión de la migración y el medio ambiente amenazan con reducirla

Georgetown, Washington
Manifestantes contra el exterminio en Gaza, en Washington, D.C., en noviembre de 2023.Susan Walsh (AP)
Paola Nagovitch

“Kamala Harris ha dejado muy claro que no valora mi voto”. Maryam Iqbal ve inconcebible votar por la candidata demócrata a presidir Estados Unidos. Esta es la primera elección presidencial en la que esta joven de 19 años podría participar, pero se está planteando no hacerlo. Iqbal fue una de los miles de estudiantes detenidos en la ola de protestas propalestinas que se extendió por las universidades del país la primavera pasada. En su caso, fue arrestada dos veces, una de ellas en abril, cuando la policía de Nueva York irrumpió en el campamento estudiantil levantado en el corazón del campus de la Universidad de Columbia. Esa misma noche fue suspendida de la universidad y no podrá volver hasta enero de 2025.

La represión que sufrieron tantos estudiantes puede pasarle factura al Partido Demócrata en las elecciones del próximo 5 de noviembre. Jóvenes como Iqbal ni olvidan ni perdonan que Harris continúe defendiendo la ofensiva israelí en Gaza y que EE UU no haya frenado sus envíos de armas al Gobierno de Benjamín Netanyahu. “No tenemos ninguna obligación de votar por ella”, asegura Iqbal. “De hecho, tenemos la obligación de no votar para no recompensar al Partido Demócrata por su financiación de este genocidio”, añade la joven nacida en Luisiana, cuya familia es originaria de Cachemira.

Es difícil predecir cuántos jóvenes de izquierdas como Iqbal castigarán a Harris no votando u optando por un candidato de un tercer partido. Solo se sabrá con certeza después del 5 de noviembre. Lo que sí se sabe es que las últimas encuestas apuntan a que la candidata demócrata tiene una clara ventaja entre los jóvenes de 18 a 34 años —una fuerza de unos 40 millones de votantes en una campaña extremadamente reñida— sobre su contrincante, el republicano Donald Trump. En esa franja de edad, el centro de estudios Pew sitúa a Harris por delante del expresidente republicano por 57% a 34%, cifras muy parecidas a las que maneja The New York Times: 58% a 37%, para la demócrata. En la misma línea, el Instituto de Política de la Harvard Kennedy School, que lleva dos décadas encuestando a votantes jóvenes, da el 61% del voto joven a Harris y el 30% a Trump.

Esa ventaja se debe en gran parte a la estrategia que la campaña de Harris ha desplegado para llegar a los votantes jóvenes. Su equipo ha memeficado a la candidata: ha usado las redes sociales, sobre todo TikTok, para hacerla ver joven, divertida, cercana, accesible... todo aquello que el presidente Joe Biden no era. En solo unos meses, innumerables memes sobre ella se han hecho virales, desde la Kamala cocotera hasta el verano Brat. Además, la vicepresidenta ha conseguido el respaldo de iconos como la cantante Taylor Swift o la rapera Megan Thee Stallion.

Pro-Palestinian protestors at Columbia University
Miembros de la Policía de Nueva York arrestan a estudiantes de la Universidad de Columbia que protestaban en contra de las inversiones de la universidad en Israel, en mayo de 2024. STEPHANI SPINDEL (EFE)

En general, la táctica ha funcionado: los sondeos muestran que el Partido Demócrata ha ganado terreno entre los jóvenes desde que la vicepresidenta tomó la batuta de la candidatura, el pasado julio.

No obstante, las encuestas también ponen de manifiesto que su equipo no está llegando a todos los jóvenes. Harris lidera entre las mujeres jóvenes, pero los hombres se decantan cada vez más por Trump. Y aunque la vicepresidenta goza de ventaja entre los jóvenes de color, su equipo considera que esta debería ser más amplia.

Dentro de ese grupo hay votantes como Iqbal, que ya han decidido que no votarán por ella, y otros —incluyendo el 16% de los jóvenes negros, el 13% de los hispanos y el 14% de los asiático-americanos e isleños del Pacífico, según el sondeo de Harvard— que siguen indecisos acerca de a quién votar o incluso si lo harán. Además de Harris y Trump, hay otros tres candidatos a la presidencia por los que podrían optar: el profesor Cornel West, que se presenta como independiente; Jill Stein, del Partido Verde, quien se postula por tercera vez; y Chase Oliver, del Partido Libertario.

A este panorama se le suma la gran pregunta de cada cuatro años: ¿acudirán realmente los jóvenes a las urnas? La participación electoral de este electorado ha aumentado en la última década, pero sigue siendo baja en comparación con otros grupos de edad. Es un factor que ahora se agrava por la oposición de los jóvenes más progresistas a la política de los demócratas en Oriente Próximo, sí, pero también sobre cuestiones como la inmigración, el medio ambiente y la emergencia climática o el sistema de justicia penal y la policía.

Los que castigarán a Harris con su abstención o voto a otros candidatos saben que corren el riesgo de que Trump gane la presidencia con posturas mucho más duras sobre los asuntos que defienden. Pero consideran que es el momento de criticar un sistema bipartidista en el que no creen. “Todos estos políticos forman parte del mismo sistema”, apunta Iqbal. “Hay algo profundamente erróneo en una democracia en la que las dos únicas opciones son criminales de guerra genocidas que se niegan a representar los intereses de su propio pueblo”.

El historial de Harris, bajo la lupa

Maraky Alemseged organiza en Los Ángeles la Alianza Negra para una Inmigración Justa (BAJI, por sus siglas en inglés). Nacida y criada en la metrópolis californiana, la joven de 29 años está registrada como demócrata, pero no votará por Harris. Llegar a esa decisión fue algo “natural, fácil”, cuenta. “No fue un gran proceso. Fue más un instinto”, asegura. Dará su voto a un tercer partido, pero aún no sabe a cuál.

Alianza Negra
Maraky Alemseged, organizadora de la Alianza Negra para una Inmigración Justa en Los Ángeles, California.CORTESÍA

Si se le pregunta qué es lo más que ha influido en su decisión, Alemseged responde contundentemente. “Como abolicionista, de ninguna manera votaré por una policía”, dice, en referencia a que Harris se haya autodenominado la “top cop” (jefa de la policía) de California durante su etapa como fiscal. Alemseged lucha activamente por la abolición de las cárceles y la policía, un movimiento que se elevó a la conversación nacional en 2020 durante el movimiento Black Lives Matter y las protestas contra la brutalidad policial. Y en Harris ve la personificación de un sistema carcelario que ha desgarrado a familias durante décadas, especialmente en California, segundo Estado con mayor número de presos y el territorio con más personas en el corredor de la muerte.

Harris se ha presentado a menudo como una “fiscal progresista”, pero activistas de izquierda como Alemseged la critican por su historial de condenas erróneas, su tendencia a encarcelar a hombres negros y su oposición a investigar tiroteos en los que estuviesen implicados policías. “No puedo votar por alguien que causó tal daño a nuestras comunidades que nunca será remediado, especialmente si llega a ser presidenta”, señala la joven.

Además, Alemseged apunta a las políticas migratorias de la Administración Biden-Harris como otra cuestión que le hizo dar la espalda a los demócratas. Recuerda que, como vicepresidenta, Harris ha pedido a los inmigrantes que no viajen a Estados Unidos y ha respaldado las restricciones en la frontera impulsadas por Biden estos meses. “En conciencia, no puedo votar por alguien con ese tipo de ética”, insiste.

“Y ya el clavo en el ataúd”, continúa Alemseged, “es su apoyo inquebrantable a entidades genocidas”, como Israel en Palestina. “Harris quiere expandir la máquina de guerra de Estados Unidos y yo no puedo apoyar a alguien que es belicista y que está orgullosa de serlo”, sostiene. Durante su discurso en la Convención Nacional Demócrata, Harris afirmó que como presidenta “garantizará que Estados Unidos tenga la fuerza de combate más fuerte y letal del mundo”, una promesa que ha repetido en múltiples ocasiones.

Kamala Harris
Manifestantes protestan contra las políticas migratorias demócratas en octubre de 2021 en Miami, Florida. Joe Raedle (Getty Images)

Jordan Caroompas coincide con todo lo que expone Alemseged, pero destaca otra cuestión importante para jóvenes como elle (el pronombre que prefiere) que han decidido no votar por Harris: el medio ambiente. “Durante mucho tiempo me sentí una persona apolítica, pero lo que realmente me llevó a implicarme fue la crisis climática. Siendo del norte del Estado de Nueva York, en la frontera con Pensilvania, la fractura hidráulica siempre ha sido algo que me ha preocupado mucho”, cuenta.

Caroompas, de 32 años, recuerda que en las elecciones del 2020, Biden prometió acabar con esta práctica, conocida en inglés como fracking, en tierras y aguas públicas. Cuatro años después, no solo no la ha prohibido, sino que bajo su mandato se han concedido más permisos de perforación que durante el Gobierno de su predecesor, Trump. Harris, por su parte, también estaba a favor de vetar la práctica como candidata en 2020, pero desde entonces ha dado un giro de 180 grados y ahora se compromete a respetarla si es elegida presidenta.

“Es interesante que Harris ha revertido básicamente todo lo que ha dicho sobre la prohibición de la fractura hidráulica. Para mí, eso es una muy mala señal”, opina Caroompas. “Me resulta difícil aceptar que algo que hace cuatro años se consideraba un valor democrático haya sido borrado y olvidado”.

Por ello, no votará en noviembre, ni por Harris ni por ningún otro candidato. “No tiene sentido que me tome la molestia de votar. No confío en estos partidos y Harris es solo una parte de un problema mayor”, asegura Caroompas.

Hartos del bipartidismo

Ese problema mayor al que se refiere tiene que ver con el hartazgo que sienten los votantes jóvenes con la política. Son varias las investigaciones que apuntan a que están desilusionados con el status quo. Una de ellas, publicada este verano por el Instituto Berkeley para Jóvenes Estadounidenses en la Universidad de California, demuestra que los votantes jóvenes —desde la generación Z hasta los millenials— creen que el sistema político actual es incapaz de abordar los retos a los que se enfrentan sus generaciones. Muchos, independiente de su afiliación política, comparten una sensación de fatalismo.

Esto se traduce en un mayor número de votantes jóvenes que optan por desertar de los dos principales partidos políticos, mientras otros renuncian por completo al compromiso político, según los investigadores de Berkeley.

Desde CIRCLE, un centro de la Universidad de Tufts que investiga la participación de los jóvenes en la política, Alberto Medina explica que esto se debe a que existe entre ellos un descontento con el bipartidismo que domina la política estadounidense. “Los datos demuestran que los jóvenes no confían en los partidos políticos y en otras instituciones. Tienen un nivel de confianza bajo tanto del Partido Demócrata como el Partido Republicano y son menos propensos a afiliarse o a identificarse con ellos”, comenta el responsable de comunicación del centro de investigación.

Unos manifestantes protestan contra del apoyo del Gobierno al genocidio en Gaza horas antes del primer debate presidencial entre Harris y Trump, el 10 de octubre en Filadelfia.
Unos manifestantes protestan contra del apoyo del Gobierno al genocidio en Gaza horas antes del primer debate presidencial entre Harris y Trump, el 10 de octubre en Filadelfia.Octavio Guzmán (EFE)

“Ellos lo que quieren es acción, que se resuelvan las cosas que ellos creen que son problemas en sus comunidades. Ven la política desde esa perspectiva, no desde la perspectiva de, ‘yo soy un demócrata’ o ‘yo soy un republicano y voto por lealtad a mi partido’”, asegura Medina.

Kaitlyn Wong se identifica con ese pesimismo. La joven de 26 años, originaria de California y que ahora vive en Nueva York, no votará por Harris, pero todavía no ha decidido si respaldará un tercer partido o simplemente no participará en las elecciones. “He estado dándole vueltas a la idea de no votar. Estoy segura de que no voy a votar a Harris ni a Trump, pero no votar me parece un poco mal. Todavía no sé por qué, porque no creo en nuestro sistema y no es algo que sienta que refleje ninguno de mis valores y lo que nuestro país merece. Pero es algo con lo que he estado luchando”, admite.

Sus amistades le han dicho que votar por un tercer partido equivaldría a un voto por Trump, pero ella no lo ve así. “Porque no apoyo a ninguno de los dos bandos. Para mí, en este momento, ambos partidos están en el mismo plano. Así que, ¿por qué votaría por ellos?”, se cuestiona.

“Estoy tan hastiada que siento que lo que merecemos está tan lejos de nuestro alcance. Desearía tener una visión más esperanzadora, pero lo más real que puedo decir es que me siento realmente desolada”, lamenta Wong. “No creo en que mi voto importe porque lo creí durante ocho años y nada salió de ello. Las cosas no han hecho más que empeorar”.

Alemseged, la joven activista de Los Ángeles, considera que Estados Unidos “ha superado el bipartidismo”. “Con millones de personas que tienen tantas ideas y opiniones, ¿realmente creemos que podemos reducirnos a dos partidos? No es un sistema moderno, no encaja con nosotros. Hace tiempo que necesitamos un nuevo sistema”, opina.

Caroompas está de acuerdo. Y afirma que un sistema bipartidista no es democrático. “Es una opción falsa. No conduce a que realmente se le dé voz a los votantes”, señala.

Para Iqbal, la estudiante de la Universidad de Columbia, esto se traduce a que cada cuatro años se tenga que votar por el “menos malo”. “Rendirse constantemente a esta retórica del ‘menor de dos males’ es exactamente la forma en que el estándar del mal sigue aumentando en cada ciclo electoral”, asegura la activista propalestina.

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Sobre la firma

Paola Nagovitch
Periodista en Nueva York. Coordina la edición en inglés del periódico y forma parte del equipo fundador de EL PAÍS US. En 2022, fue Premio Ortega y Gasset de Periodismo por una investigación sobre la pederastia en la Iglesia española. Estudió Periodismo y Política en New York University e hizo el Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.
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