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IDEOGRAFÍAS
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Cornel West, un candidato intelectual en la carrera electoral de Estados Unidos

Mitad activista de los derechos civiles, mitad académico, el pensador afroamericano se presenta como candidato independiente

Cornel West
Luis Grañena
Ana Vidal Egea

Conocido por ser uno de los más prominentes intelectuales vivos de EE UU, el filósofo afroamericano Cornel West (Tulsa, Oklahoma, 71 años), que ha impartido clases en las universidades más importantes del mundo (Harvard, Yale, Princeton), es uno de los candidatos a la presidencia del Gobierno. Se presenta de forma independiente, a través del partido Justice for All (justicia para todos). La crisis política actual es, para él, la oportunidad para romper con el duopolio que ha imperado en el país en los dos últimos siglos. Se opone tanto al neofascismo que, dice, encarna Trump como al neoliberalismo que achaca al Partido Demócrata. Aún en liza, aunque de forma tangencial, ha dedicado los últimos meses a explicar por qué la sociedad norteamericana necesita el cambio que él propone: un programa basado en la justicia racial, la igualdad económica (con la abolición de la pobreza como objetivo prioritario) y la reforma del sistema político estadounidense. Han pasado ya décadas desde que este intelectual publicara La raza importa (1993) y La democracia importa (2004), los libros con los que se dio a conocer, pero sigue con las mismas reivindicaciones.

West creció en Sacramento (California), donde su madre era maestra y su padre trabajaba para el Departamento de Seguridad Nacional. Fue siempre la figura más destacada de una familia numerosa por sus continuos logros (tiene un hermano y dos hermanas). A los 17 años, con una beca, consiguió entrar en Harvard, donde se graduó con sobresaliente cum laude. Obtuvo, además, su doctorado en Filosofía en Princeton. Nieto de un ministro de la Iglesia baptista afroestadounidense, su discurso tiene un halo moral poco frecuente en la política.

“Como nos recuerdan grandes escritores —Moby Dick, de Herman Melville; El repartidor de hielo, de Eugene O’Neill; Beloved, de Toni Morrison—, ¡América parece adicta a la autodestrucción!”, tuiteaba el viernes pasado: “La toma de control fascista trumpiana del Partido Republicano y el colapso mendaz de Biden en el Partido Demócrata —ambos comprometidos con el genocidio de palestinos en Gaza— han dejado en jaque lo que queda de la democracia estadounidense. Estamos cosechando lo que sembramos (…). ¡Solo un despertar moral y espiritual con una reconsideración de clase y antiimperialista puede ganar contra el fascismo!”, escribía.

Cornel se ganó muchos detractores entre los demócratas al presentar su candidatura. Tenía poder para quitarle votos al presidente Joe Biden, el único candidato de la izquierda que, se creía, podría hacer frente a Trump. “Si West ayuda a Trump a ganar, dará un golpe calamitoso a todos los principios que dice valorar: alivio de la pobreza, igualitarismo, democracia, derechos de las mujeres, derechos LGTBQ, ambientalismo, etcétera”, señala por correo electrónico David Masciotra, autor del ensayo Exurbia Now: The Battleground of American Democracy (Exurbia ahora: el campo de batalla de la democracia estadounidense), que ha pasado de admirar a West a convertirse en uno de sus críticos. “Sanders tiene los pies en la tierra, pero West tiene instinto de pirómano”. Para muchos, Cornel West es peligroso. Ni hace concesiones, ni se muerde la lengua ni se rinde. A los que lo cuestionan de hacer daño a los demócratas, West responde: “¿Es la tercera guerra mundial mejor que la segunda guerra civil?”.

En las últimas semanas los cambios se han acelerado en la escena política. Tras el descalabro democrático en el debate electoral del 27 de junio, Biden ha sufrido lapsus muy graves, confundiendo a Zelenski con Putin y a Kamala Harris con Trump. Y el atentado contra Donald Trump no ha hecho otra cosa que disparar el apoyo al republicano en las encuestas.

West, que se ha divorciado cuatro veces y está actualmente casado con la también académica Annahita Mahdavi West, es una persona polémica. Durante la temporada en que dio clase en Harvard, se prodigó en podcasts, apareció en la saga de la película Matrix y grabó varios álbumes de spoken word y hip hop. Cuando Larry Summers, por entonces presidente de la Universidad, cuestionó públicamente el compromiso de West con la enseñanza y la educación, se generó una gran tensión. La confrontación culminó con West abandonando Harvard y refiriéndose a Summers como “el Ariel Sharon de la educación americana”.

También mostró públicamente su decepción al sentirse manipulado por Obama, por quien dice que rezaba y al que terminó considerando “la mascota negra de los oligarcas de Wall Street” y “un presidente negro neoliberal del imperio más poderoso del mundo; nunca una figura revolucionaria como Nelson Mandela”. Y ha calificado de “patético” a Bernie Sanders (al que había apoyado públicamente en las primarias de 2016 y 2020) por no pedir un alto el fuego a Israel y respaldar la candidatura de Biden, al que considera “un criminal de guerra” por su posicionamiento ante el conflicto en Gaza.

“Su visión política es de una inclusividad radical, moldeada por el amor y el anhelo de justicia, no solo por la solidaridad o la igualdad legal formal”, puntualiza por correo electrónico Wendy Brown, una de las politólogas más prominentes del país, colega de West, profesora en la Escuela de Ciencias Sociales del Instituto de Estudios Avanzados en Princeton y pareja de Judith Butler. “West es implacable en su relato del capitalismo como destructor de mundos, vidas y espíritus, pero también claro en sus condenas al patriarcado, la homofobia y todo tipo de racismo. Su perspectiva política da esperanza ante tantos motivos para la desesperación”.

West, a diferencia de los otros candidatos, no es político ni empresario. Es un intelectual que lee a Dostoievski y que ha pasado años impartiendo cursos en universidades de élite sobre Dietrich Bonhoeffer (teólogo alemán y uno de los precursores del movimiento de resistencia antinazi) y James Baldwin (escritor y activista afroamericano que profundizó en cuestiones raciales y homosexuales en EE UU). Escuchar a un político que llena sus discursos de alusiones literarias y se describe como un “cristiano chejoviano” puede resultar muy desconcertante para algunos norteamericanos.

Algunos lo tachan de charlatán, de narcisista. Para otros, resulta inspirador y despierta admiración. La académica y columnista Imani Perry, profesora de Género y de Estudios Afroamericanos en Harvard, lo considera su mentor. “Es un pensador extraordinario”, explica por correo electrónico, “con un archivo de textos en su memoria sin igual. Sigue siendo un intelectual impresionante y generoso”.

West resiste. Explica en comparecencias públicas que no puede rendirse ahora, en un momento sin precedentes de la historia de la política estadounidense, con el duopolio en crisis. Un momento, recalca, “impredecible y desconocido”. A modo de lema, repite allá donde va: “Tenemos que ser fieles a nosotros mismos”. Según West, lo mejor de EE UU lo encarnan pensadores y activistas como Martin Luther King Jr., el rabino Heschel, Dorothy Day, Ella Baker y todos aquellos que dieron muestras de integridad, honestidad, generosidad y de saber tratar a los demás correctamente. “Eso es lo mejor de EE UU porque es lo mejor de la especie humana. Mi campaña trata de reconvertir EE UU en su mejor versión”.

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Sobre la firma

Ana Vidal Egea
Periodista, escritora y doctora en literatura comparada. Colabora con EL PAÍS desde 2017. Ganadora del Premio Nacional Carmen de Burgos de divulgación feminista y finalista del premio Adonais de poesía. Tiene publicados tres poemarios. Dirige el podcast 'Hablemos de la muerte'. Su último libro es 'Cómo acompañar a morir' (La esfera de los libros).
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