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Deylan Peevski, el poderoso oligarca sancionado por EE UU que centra la ira de los búlgaros contra el Gobierno

Este magnate acusado de corrupción ha sido uno de los desencadenantes de las protestas masivas que han provocado la caída del Ejecutivo

Deylan Peevski

“Le hemos dejado demasiado tiempo a la sombra del poder con los ojos cerrados”. Así se refiere Maria Pavlova, una de las impulsoras de las masivas protestas que provocaron el jueves la dimisión del Gobierno búlgaro, al controvertido político Delyan Peevski, un poderoso oligarca que ha estado en el centro de la ira de los ciudadanos las últimas semanas. Este líder del partido que representa a la minoría turca, Movimiento por los Derechos y las Libertades (DPS, por sus siglas en búlgaro) —pese a que él no forma parte de esta minoría— está acusado de moldear la política gubernamental al servicio de sus intereses en un país socavado por la corrupción.

Sancionado en 2021 por Estados Unidos en virtud de la ley Magnitsky por tráfico de influencias y sobornos para esquivar la justicia y ejercer control sobre instituciones y sectores económicos, el magnate llegó a ser propietario de los principales medios de comunicación del país. Reporteros sin Fronteras señaló que Peevski encarnaba la “corrupción y connivencia entre medios de comunicación, políticos y oligarcas”.

En la multitudinaria manifestación encabezada por la generación Z que acabó por desencadenar la caída del Gobierno, se corearon en la noche del miércoles lemas contra el dirigente como “¡Peevski, fuera del poder!” y “Cuando Peevski caiga / No querré estar debajo / Para que no me caiga encima”. Coreado con la melodía de When the Saints Go Marching In de Louis Armstrong, esta consigna que se burla del oligarca y diputado se convirtió en el grito de guerra de las decenas de miles de búlgaros que salieron a las calles de este país de 6,4 millones de habitantes y miembro de la Unión Europea desde 2007.

Además, se exhibieron pancartas con su rostro junto al de Boiko Borisov, ex primer ministro hasta en tres ocasiones desde 2009, que controla la mayor formación del país, Ciudadanos por el Desarrollo Europeo (GERB), hasta el jueves en el Ejecutivo. “Queremos que nuestro país tenga instituciones que funcionen y sea verdaderamente democrático”, recalca a El PAÍS Pavlova, estudiante de Derecho. “No estamos conformes con la imposición de un modelo de gobernanza corrupto. Esperamos consecuencias legales y condenas reales”, añade la joven de 21 años.

La primera protesta se produjo el pasado 21 de noviembre de manera espontánea, sobre todo en contra del primer presupuesto en euros —Bulgaria adoptará la nueva divisa a partir del 1 de enero—, que los manifestantes denunciaban como favorecedor del clientelismo. También protestaban contra ciertas prácticas parlamentarias, como debatir y aprobar un proyecto de ley en 32 segundos, lamenta Gergana Stefanova, que está acabando un máster en Seguridad, Radicalización y Estudios sobre Contraterrorismo en la Universidad Nacional de Defensa Rakovski.

Sin embargo, las manifestaciones tomaron las dos últimas semanas otro cariz. Los asistentes invadieron el miércoles el llamado Triángulo del Poder, el punto que une las sedes del Ejecutivo, el antiguo edificio de la Casa del Partido que alberga en la actualidad el Parlamento y la Presidencia, para exigir un cambio en el modelo de poder. “Esta forma de gobernanza se conoce como ‘modelo Borisov-Peevski’ y surgió en 2009 con la llegada al Gobierno del GERB”, explica la politóloga de 29 años.

Peevski empezó su carrera política como miembro del Movimiento Nacional Simeón II en 2001 y, ocho años después, se pasó al partido turco, que nació a principios de la década de los noventa. Durante el comunismo, esta minoría vivió uno de los episodios más oscuros de la dictadura: la campaña de represión contra la población turco-búlgara, impulsada por el Partido Comunista, que provocó un éxodo masivo hacia Turquía.

En sus comienzos, Ahmed Dogan gozaba de un liderazgo claro entre sus integrantes. Pero la formación se fracturó el pasado año al formarse dos facciones: la del líder histórico y la alineada en torno a Peevski, lo que desencadenó la mayor división interna de su historia. El DPS siempre actuó como partido bisagra que daba estabilidad al país, sobre todo en momentos críticos como las negaciones para la entrada en la UE: cuando una coalición no alcanzaba los escaños necesarios, el DPS le proporcionaba votos para garantizar una mayoría parlamentaria sin reivindicar ministerios.

Peevski logró atraer finalmente a algunos fieles de Dogan y tomar las riendas del partido. Pero su polémica figura pública se remonta a mucho antes. Fue nombrado el 14 de junio de 2013 jefe de la Agencia Estatal de Seguridad Nacional, lo que desató ese mismo día una protesta masiva en Sofía de forma espontánea que derivó en más de 400 días consecutivos de manifestaciones.

Luego, se retiró de la vida política, pero su nombre apareció en casos de corrupción como el del proceso de privatización y la posterior quiebra de la tabacalera Bulgartabak y la bancarrota del banco KTB, entre otros. Además, el Gobierno turco lo relacionó con el contrabando de cigarrillos en su país. “A pesar de todo, controla a los fiscales, como demuestra el hecho de que nunca haya sido investigado penalmente”, asegura un diplomático búlgaro que prefiere mantener oculta su identidad. “Peevski ha sido de facto líder de la coalición gobernante, controlando en la sombra a la mayoría de los diputados a través de la extorsión; en la fiscalía hay denuncias por corrupción contra sus oponentes que no prosperan, pero que sirven para mantenerlos a raya”, asevera.

Según los analistas, el oligarca posee una gran influencia además en los servicios de seguridad y en una parte importante de los medios y otros sectores estratégicos de la economía del país balcánico, que ocupa el penúltimo lugar en percepción de corrupción de la Unión Europea, según la organización Transparencia Internacional.

A principios de diciembre, Peevski manifestó abiertamente su ambición de convertirse en primer ministro en un futuro. “Tras la ruptura interna del DPS, la tensión civil hacia Delyan Peevski comenzó a intensificarse de forma gradual, especialmente porque la facción alineada con él pasó a desempeñar un papel decisivo dentro de la coalición gobernante”, explica Stefanova. “Para amplios sectores de la ciudadanía, esta acumulación de poder, sumada a su historial político, reforzó aún más la percepción de captura institucional”, prosigue. A partir del lunes, el presidente Rumen Radev empezará a reunirse con las diferentes fuerzas políticas para tantear si hay opciones de constituir un nuevo Gobierno o convocar elecciones anticipadas.

Entre los manifestantes, existe también una crisis de legitimidad de las elecciones del pasado año. “La participación electoral rondó alrededor del 38% y hubo numerosas sospechas de compra y control de votos, así como de desaparición de papeletas en ciertas mesas electorales y errores técnicos en el procesamiento de datos, entre otros problemas; esto llevó a una anulación parcial de los resultados, incluso a que el Tribunal Constitucional confirmara irregularidades en varias mesas”, esgrime Stefanova.

Todos estos factores, junto con la enorme pérdida de confianza pública y la movilización de los jóvenes tanto en las protestas como en la participación política, desembocaron en la dimisión del Ejecutivo. “Nuestro objetivo principal pasa por aumentar la participación electoral tanto como sea posible. Queremos proteger lo que iniciamos y por lo que luchamos. ¡El Gobierno cayó! Se escuchó nuestra voz, pero esto es solo el comienzo”, remacha Pavlova.

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Sobre la firma

Raúl Sánchez Costa
Periodista en la Europa del Este desde 2004. Escribe en El PAÍS sobre Rumania y Moldavia desde 2008. Ha trabajado en Xinhua, EFE y Euronews y, en la actualidad, sigue colaborando con France Presse. Tiene un máster de Estudios Europeos por la Universidad de Iași (Rumania) y otro de Relaciones Internacionales y Comunicación por la Complutense.
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