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La minoría turca de Bulgaria se encomienda a la UE

Los turcos musulmanes han aprovechado la Unión para fortalecer su influencia y sus tradiciones

Los turcos del este de Bulgaria celebraban una fiesta tradicional el 1 de mayo. EL PAÍS estuvo con ellos.Vídeo: EL PAÍS
Pablo Ximénez de Sandoval

Primero de Mayo en Bulgaria. El país se paraliza en una de sus fiestas más significativas. Pero no todos celebran el Día del Trabajo. A 240 kilómetros al sureste de Sofía, en la pequeña aldea de Gorna Crepost, las barbacoas, la feria y el mercadillo son para celebrar una fiesta en honor a Hizir Baba, personaje santo del culto musulmán aleví. Miles de visitantes abarrotan este pueblecito de las montañas Ródopes, más cerca de Turquía y Grecia que de la capital. En las conversaciones se mezclan el turco y el búlgaro indistintamente. Mientras la gente hace cola para venerar al santo, un abuelo subasta el despiece de un cordero. Esta es la frontera oriental de la UE. En realidad, es un trocito de Turquía en la UE.

La frontera oriental del país es como un trocito de Turquía en la UE

La fiesta sirve también como arranque de campaña de las elecciones europeas en esta región para el Movimiento por los Derechos y Libertades (DPS, en sus siglas en búlgaro). En Bulgaria está prohibido que los partidos se definan por rasgos étnicos, pero el DPS es, oficiosamente, el partido de los turcos, cerca del 10% de la población. En estas elecciones, aspiran a tres eurodiputados. A rendir honores a Hizir Baba han venido musulmanes de otras aldeas y también de Turquía, a 100 kilómetros por carretera.

Un partido clave

  • El Movimiento por los Derechos y Libertades (DPS, en sus siglas en búlgaro) es, oficiosamente, el partido de los turcos, cerca del 10% de la población.
  • En las próximas elecciones, aspiran a conseguir tres eurodiputados.
  • El DPS es el partido bisagra oficial del país. Ha sostenido en el Parlamento a casi todos los Gobiernos de la democracia búlgara.

Hace siete años, cuando Bulgaria y Rumania se unieron a la UE, EL PAÍS estuvo en esta región, en la que detectó un entusiasmo generalizado entre esta minoría musulmana por las oportunidades que se abrían en Europa. Hoy, la sensación es agridulce por la economía, pero con no menos fervor europeísta. Hasan Azis, turcobúlgaro, alcalde de Kardhzali, peso pesado del DPS y máxima autoridad en la fiesta de Hazir Baba, asegura que “el entusiasmo continúa igual”. “Las cosas que más apreciamos de la UE son la libertad para viajar y las inversiones que, si no, no se harían”. Asegura que el único paso atrás en esa visión es que “la crisis está golpeando con mayor dureza a los países más pobres”. Bulgaria es el país más pobre de la UE. De memoria, el alcalde Azis, cita múltiples inversiones recibidas por esta región desde la UE, como el mercado nuevo, un proyecto de parque natural, la renovación de tuberías, una depuradora en el río Arda, un centro de rehabilitación para minusválidos, y arreglos en todos los colegios de la ciudad. “Dondequiera que hay un colegio, hay un cartel de la UE que explica el proyecto y lo que ha costado”. Otro cartel de fondos europeos adorna el conjunto monumental milenario de Perperikon, unos de los principales atractivos turísticos de la región.

El DPS tiene fama de buen gestor y de partido disciplinado. Para los críticos, en realidad es un partido que cobra caros sus apoyos y que se implanta en los pueblos de forma clientelar. A ello contribuye que es el partido bisagra oficial del país. Han sostenido en el Parlamento a todos los Gobiernos de la democracia búlgara, menos al que acabó en 2013. Ahora, vuelven a ser clave para sostener al Gobierno del Partido Socialista junto con, extrañamente, una formación ultranacionalista llamada Ataka que atiza la rivalidad étnica contra musulmanes y gitanos. Durante los años en que no fueron imprescindibles para sostener al Gobierno central, la provincia de Kardhzali pasó del tercer puesto al sexto en inversiones europeas, reconoce el alcalde Azis.

Milko Bagdasarov, diputado nacional por Kardzhali del gobernante Partido Socialista, explica sin embargo que no se debe ver al DPS como garante de la estabilidad en Bulgaria. Los turcos “han defendido a uno u otro Gobierno según sus intereses. No pueden permitirse el lujo de no estar en el poder, porque desaparecen. El principio político es el instinto de supervivencia”.

“Somos parte inseparable de la sociedad”, alega un dirigente islámico

El origen de la minoría turca de Bulgaria está en los casi cinco siglos de dominación del Imperio Otomano sobre estas tierras, entre los siglos XIV y XIX. Bulgaria fue liberada por Rusia en 1878. La afinidad cultural hacia Rusia y la gratitud histórica de los búlgaros cristianos ortodoxos están aún hoy a flor de piel. Los turcos se retiraron al Este del país, a la Tracia, región que engloba territorios en la triple frontera entre Bulgaria, Grecia y Turquía. Tras un siglo de tensa convivencia, al final de la época comunista la minoría turca sufrió una política de asimilación al cristianismo en la que el Estado trató de hacerles renunciar a su religión y a sus nombres. Ese fue el origen del Movimiento por los Derechos y Libertades.

Ese fortalecimiento de las tradiciones, de las estructuras del partido y de su influencia en la política nacional contribuyen a alimentar los recelos históricos de gran parte de la población búlgara hacia la minoría turca. En Kardhzali, por ejemplo, esos recelos se centran en una aparente mayor capacidad de los turcos para los negocios y en el apoyo mutuo que reciben de su comunidad. Se les acusa de contratar solo a los suyos en la Administración, de hablar turco entre ellos. La convivencia es apacible y sin sobresaltos, pero Bulgaria destila cierta xenofobia cultural en expresiones populares como: “El turco te da de comer, pero protégete el culo”. En búlgaro, rima muy bien. “Si digo que hay discriminación [contra los musulmanes] no tendría razón. Si digo que no la hay, tampoco”, responde el alcalde de Kardhzali. “Es demasiado sutil, es complicado”.

Las cosas que más apreciamos de la UE son la libertad para viajar y las inversiones que, si no, no se harían Hasan Azis, alcalde de Kardhzali

Miroslav Popov, presidente del Consejo de Relaciones Étnicas del PS, explica que la dominación otomana (popularmente, el yugo) fue un poder represor y despótico. Imagínese que el fin de la dominación árabe en España hubiera sido en el siglo XIX, viene a decir Popov, buscando una complicidad a la hora de explicar que las heridas siguen abiertas en Bulgaria. Además, explica que mucha gente ve en el DPS un brazo del Gobierno islamista turco dentro de la UE. “El búlgaro medio está convencido de que el papel de Turquía en este proceso [el fortalecimiento de los turcos] es significativo”. Por eso, asegura que “la actitud contra los turcos no es xenófoba, pero la desconfianza hacia Turquía va creciendo”.

“Los musulmanes de Bulgaria nos vemos como una parte totalmente inseparable de la sociedad”, dice Shabanali Ahmed, jefe del Consejo Supremo Musulmán de Bulgaria, en su despecho de la mezquita de Kardhzali. Asegura que ha habido una recaída en el sentimiento antiturco de la mayoría búlgara. No ha ayudado que las autoridades religiosas hayan planteado 50 juicios para recuperar 80 monumentos históricos. Para él, el origen de la desconfianza “es totalmente político”.

Las calles de Kardhzali parecen darle la razón. Es una ciudad pacífica. La única preocupación es que la UE, aparte de traer inversiones, ha destruido modos de vida y eso lo han sufrido todos. Los turcos que trabajaban una de las regiones más ricas en tabaco y los búlgaros de la industria comunista. El periodista Krasimir Angelov, corresponsal de la Televisión Nacional en Kardhzali, explica el desencanto de una mayoría búlgara con la UE. “Los proyectos que se aprueban son infraestructuras, parques, pero no producción. Da beneficios, pero no repercute en la gente, no deja empleo”. Los búlgaros echan de menos la antigua industria. “Antes producíamos muchas cosas para los rusos, ellos desarrollaban la producción. Hay un sentimiento de que los grandes países defienden sus productos y no quieren los de los pequeños. Aquí, en Kardhzali, se hacían aparatos para la industria aeronáutica, fabricábamos piezas de los Sputnik. Aquellos ingenieros ahora son mecánicos de coches y cobran en negro”.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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