En la carrera de Zohran Mamdani por ser el primer alcalde musulmán y socialista de Nueva York: “Los demócratas tenemos mucho que aprender de él”
EL PAÍS sigue durante 48 horas la campaña que ha puesto patas arriba a la izquierda estadounidense. El político se prepara a sus 34 años para regir la principal ciudad del país, con Trump como enemigo declarado

Los cielos se abrieron el jueves sobre Nueva York, parte de la ciudad acabó inundada y dos personas murieron ahogadas en un sótano. Pero la tormenta no detuvo la imparable campaña electoral que con mucha probabilidad llevará el próximo martes al demócrata socialista Zohran Kwame Mamdani a convertirse en el primer alcalde musulmán y, a sus 34 años, el más joven en la memoria reciente de la ciudad más poblada de Estados Unidos.
El día empezó para el candidato con una llamada de su madre, la cineasta india Mira Nair. Quería saber si las encuestas que daban a su hijo una ventaja de dos dígitos significan que la cosa está hecha. “Podemos estar confiados, pero no ser complacientes”, le contestó él a cinco días de la cita con las urnas. La jornada terminó, muchas horas después, con una conferencia de prensa pasada la medianoche en Jackson Heights, tal vez el cogollo más diverso de la ciudad. Tras cenar en un kebab, Mamdani habló acompañado por varios taxistas y enfermeros del turno de noche, que lo flanqueaban con carteles que decían “Zohran [pronúnciese sóghan] for New York” y pedían “Supermercados más baratos”.
Uno de ellos recordó que en 2018 el ahora aspirante a la alcaldía, entonces un mero activista, se sumó a una huelga de hambre de 15 días con la que lograron torcer el brazo de las autoridades de Nueva York y mejorar las condiciones draconianas de las licencias de taxis. “[Estos trabajadores] Pertenecen a los millones de personas que”, dijo el candidato demócrata este jueves, “viven en la oscuridad. Son los que trabajan mientras los demás celebramos la ciudad que nunca duerme sin preguntarnos a costa de quién”.
A mediodía, Mamdani visitó un centro para la tercera edad en una zona afroamericana de Brooklyn, donde se sentó a pintar con los ancianos. Y al caer el sol animó a un grupo de voluntarios —jóvenes, en su mayoría, muchos de ellos debutantes en el activismo político— que se disponían a tocar puertas para pedir el voto por él.
De su campaña se ha destacado el dominio del lenguaje de la comunicación contemporánea, con un asombroso manejo de las redes sociales y con la producción de unos vídeos desenfadados e imaginativos capaces de agitar las aguas de internet. Pero hay más: EL PAÍS siguió esta semana al candidato durante 48 horas, y en la cercanía quedó claro que posee un carisma indiscutible. También una sonrisa que, junto a su uniforme, traje negro y corbata estrechos, ha convertido en su marca registrada (y en el blanco de los dardos de sus críticos, que desconfían de tanta alegría).
Además de un candidato viral —que domina lo que el demócrata moderado Ritchie Torres llama la “regla de los tres treses”, porque funciona en un vídeo de 30 segundos, en una entrevista de tres minutos en televisión y en un podcast de tres horas—, Mamdani es lo que en Estados Unidos se conoce como un “político al por menor” (retail politician), de esos que estrechan manos y besan bebés. O finge demasiado bien o no muestra cansancio o impaciencia ante los selfis o con quienes lo paran constantemente por la calle y, como demostró en su aparición a medianoche en la Plaza de la Diversidad, en Jackson Heights, estudia aún mejor dónde, a quién y cómo lanza sus mensajes.
Por lo demás, en cada parada repite los tres puntos esenciales de su programa: “Congelar los alquileres, y poner a disposición de los vecinos autobuses y guarderías gratis hasta los cinco años”. Esa es su apuesta: haber hecho de la vuelta de la “asequibilidad” a una ciudad con el coste de la vida por las nubes su principal argumento —populista o razonable, según se mire— frente a su rival, el exgobernador demócrata Andrew Cuomo.
El suyo es uno de los ascensos más meteóricos de la política estadounidense reciente. Cuando hace un año se presentó a alcalde, Mamdani solo era un miembro de la Asamblea Estatal de Albany al que pocos conocían en Nueva York. En enero, los mercados de predicción le concedían un 8% de posibilidades de ganar. El 25 de junio logró más de 12 puntos de ventaja sobre el segundo en las primarias demócratas. Hoy, cuenta con un ejército de unos 100.000 voluntarios, récord en unas elecciones en las que en 2021 votaron 1,15 millones de personas (este viernes, el sufragio por adelantado ya se aproximaba al medio millón).
A la receta de su éxito hay que añadir un ingrediente externo: los extravagantes rivales que ha tenido enfrente. Cuomo, su principal contrincante, se presenta este martes como independiente tras perder en junio las primarias demócratas. Fue gobernador del Estado de Nueva York durante una década, es heredero de una dinastía política italoestadounidense y contaba con el dinero de los millonarios y el apoyo del establishment demócrata, pese a lo cual −o precisamente por eso mismo− nunca logró venderse como otra cosa que un enviado del pasado.

Los otros candidatos son el conservador Curtis Sliwa −político un tanto pedestre al que no apoya ni el Partido Republicano ni el trumpismo, y que ha preferido no retirarse pese a los llamamientos de que lo haga para evitar la victoria del socialista− y el expolicía Eric Adams. Es el alcalde saliente, cuyo asalto al poder municipal será recordado por su escaso acierto y por las salpicaduras de la corrupción que lo llevaron a arrimarse a Donald Trump para librarse de la justicia. La semana pasada, Adams se apeó de la contienda y dio su apoyo a Cuomo.
La victoria de Mamdani en las primarias puso en guardia al poder económico de la ciudad. Desde entonces, el candidato se ha reunido con sus detractores —de empresarios inmobiliarios a tiburones de Wall Street, y de sus mandarines culturales a los activistas proIsrael, alarmados por su insobornable defensa de Palestina— para presentarse ante ellos como alguien dialogante. También para tratar de distanciarse de posturas que mantuvo en el pasado, como su defensa de “globalizar la Intifada” o de la propuesta de desfinanciar la policía en una ciudad con unos 34.000 agentes que forman un lobby que en el pasado ha sido capaz de poner y quitar alcaldes.
En las últimas semanas, ha resurgido una serie de tuits escritos en 2020 en los que, al calor del asesinato del afroamericano George Floyd, Mamdani definió a los agentes de Nueva York como “racistas, anti-queer y una amenaza para la seguridad pública”. El candidato se ha disculpado por escribirlos y ha anunciado que pedirá a la actual jefa de la policía, dura con el crimen, que continúe. El cuarto punto de su programa, menos aireado que el resto, defiende crear algo llamado Departamento de Seguridad Comunitaria, una especie de cuerpo paralelo de agentes que se encargará de las ofensas menores, relacionadas a menudo con la salud mental.
Alquileres congelados
La idea de congelar durante cuatro años los alquileres en los pisos de renta controlada como el que él mismo ocupa en Astoria (paga 2.300 dólares; en Nueva York, toda una ganga) parece haberle dado más votos entre los arrendatarios que los que le ha restado entre los propietarios, que, por razones obvias, se encuentran entre sus principales críticos. Quienes desconfían de su meteórico ascenso lo acusan también de inexperiencia para gestionar una de las mayores economías del mundo, así como de su escaso rendimiento cuando trabajaba en la Asamblea de Albany: de sus miembros, fue el segundo que más faltó al trabajo durante la actual legislatura.
En cuanto a su denuncia del “genocidio” en Gaza, no pareció a priori la mejor idea en una urbe conocida por el poder de su comunidad judía, y por eso se convirtió en el principal flanco de ataque de sus adversarios al principio de la campaña. Acusado de antisionismo, si aun así gana el martes, eso hablará de cuánto ha cambiado la opinión pública sobre la masacre israelí desde el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, cuya brutal respuesta ha llevado al candidato a prometer la detención del primer ministro, Benjamín Netanyahu, si pisa la ciudad.
“En cierto modo, Mamdani ha sabido surfear ese cambio de postura de la sociedad estadounidense respecto a Gaza”, explica en un bar del Brooklyn profundo Theodore Hamm, catedrático de Periodismo de la Universidad de St. Joseph y autor de Run, Zohran, Run, el primer libro en aparecer sobre el fenómeno Mamdani.
El título, Corre, Zohran, corre, pierde en la traducción el doble sentido del verbo run, que en inglés sirve también para presentarse a unas elecciones. En él, Hamm llega hasta finales de julio en la historia del meteórico ascenso de un inmigrante que nació en Uganda (lo que le impide optar a la presidencia de Estados Unidos), es hijo de intelectuales —la madre es cineasta y el padre, Mahmoud Mamdani, un respetado académico de Columbia—, llegó a Nueva York a los siete años, probó fortuna como rapero (nombre artístico: Mr. Cardamomo) y luce con orgullo su segundo nombre, Kwame, en honor a Kwame Nkrumah, líder panafricanista.
En un artículo de 2022 de la revista London Review of Books, el padre explicó sus razones para regresar a Uganda tras ser expulsado en 1972 por Idi Amin, junto a otros 70.000 asiáticos. Allí conoció a su futura esposa en 1989, mientras ella estaba buscando localizaciones para su película Mississippi Masala.

En 2016, inspirado por Bernie Sanders, Zohran Mamdani se alistó en los Socialistas Demócratas de Estados Unidos (DSA son sus siglas en inglés), formación situada a la izquierda de esa coalición demócrata que vive desde la derrota electoral frente a Trump —de la que el próximo miércoles se cumple un año— sumida en una crisis existencial en busca de su alma. Hamm establece una línea que va de Eugene Debs, líder socialista de los años 20, “pasa por Sanders, y continúa con Alexandria Ocasio-Cortez y con Mamdani”.
En esa discusión interna con tintes de guerra civil, este representa una alternativa arriesgada a ojos de la facción moderada de los demócratas. En Nueva York, zona cero de ese conflicto, esa alternativa ya ha dado sus primeros frutos. Varios cargos públicos de la ciudad han ganado elecciones apoyados por el DSA. Una de ellas es la concejala Crystal Hudson. Afroamericana y gay, representa a una porción del gigantesco Brooklyn. “Mamdani tiene que ser el futuro del partido”, afirma Hudson en una entrevista en su distrito. “Necesitamos a alguien como él, que haga saltar por los aires el statu quo”.
En ese análisis coincide Julie Swoope, de la campaña de Mamdani. Se apuntó al DSA en 2017, “harta de los demócratas”, y cree que “socialismo ha dejado de ser una palabrota” en este país. “Está claro que el sistema ha fallado y necesitamos un cambio positivo en la izquierda como el que proponemos”, dice.
Entre las múltiples autopsias políticas practicadas tras la derrota de Kamala Harris, las hay que la achacan a que la suficiencia de las élites del partido demócrata les hizo olvidarse de los problemas de la gente corriente, en los que ha basado su campaña Mamdani. El pasado jueves, este recordó que lo que le movió a presentarse, el elevado coste de la vida, es lo mismo que hizo que millones de estadounidenses votaran por Trump.
Otros exámenes post mortem afirman que los demócratas se equivocaron al irse demasiado a la izquierda. “Girar al centro es la manera de ganar”, proclamó, tras analizar decenas de contiendas, un reciente editorial de The New York Times. Según los defensores de esa idea, el hipotético triunfo de Mamdani no pasaría de alimento del voraz ciclo de las noticias, dado que no sería extrapolable fuera de la gran ciudad.
Porque esa es la pregunta del millón, si ese izquierdismo podría prender en eso que llaman la Middle America, por no llamarlo Territorio Trump. “Es cierto: un candidato progresista que gane en Nueva York puede no tener ninguna opción en Arizona. Creo que los demócratas deberían hacer campaña en el ámbito nacional en torno a la idea de reformar el capitalismo en favor de las clases medias, y eso se puede hacer de diversas maneras”, dice en un e-mail Michael Kazin, profesor en Georgetown y autor de la obra de referencia sobre la historia del partido, que añade que sus líderes harán bien en incorporar a los progresistas en “posiciones de mando, aunque no estén de acuerdo con ellos”.
Esas voces moderadas temen que los republicanos salgan ganando con Mamdani. Después de años en los que han agitado el fantasma del socialismo para denigrar a políticos que, como Joe Biden o Nancy Pelosi, no lo eran, ahora lo tendrán más fácil, consideran, para asustar a los votantes, especialmente en Estados como Florida, a aquellos de origen cubano o venezolano, con sus pasados en regímenes comunistas.
Nydia Velázquez, miembro de la Cámara de Representantes de Washington, opina en un correo electrónico que Mamdani propone soluciones a “desafíos que afectan a los trabajadores de todo el país”. “Su campaña ha demostrado que luchar por la asequibilidad y la dignidad une a personas muy distintas. Estos problemas no van a desaparecer, y menos con la Administración de Trump. Los demócratas de fuera de Nueva York pueden aprender mucho de su enfoque”, considera la congresista.

Velázquez pertenece al selecto grupo de políticos demócratas neoyorquinos influyentes en Washington, y fue de las primeras en apoyar a Mamdani. Además de Alexandria Ocasio-Cortez, los líderes de las minorías en el Senado, Chuck Schumer, y la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, provienen de la ciudad. La semana pasada, Jeffries, tras meses de arrastrar los pies, ofreció un tibio apoyo al candidato a alcalde. ¿Schumer? Ni está ni se le espera. No solo porque el senador es uno de los más firmes apoyos a Israel en el Capitolio; también porque a los pocos días del ataque del 7 de octubre de 2023, la policía arrestó a Mamdani por protestar ante la casa de Schumer en Brooklyn.
Las críticas por “comunista”
El Comité Nacional Republicano avisa de que piensa vincular a los candidatos demócratas débiles en otras contiendas del resto del país con el nuevo alcalde, si gana. “[Mamdani] se ha convertido en el portaestandarte del partido, en su brújula, y los votantes deben saberlo”, explica por teléfono Jaime Florez, portavoz del RNC. A la petición de que lo defina, Florez responde con una sola palabra, “comunista”, pese a que Mamdani ha negado repetidamente que lo sea.
Trump, neoyorquino de cuna, también lo ha insultado así varias veces. No solo: ha sugerido sin pruebas que es un inmigrante irregular; y ha amenazado con represalias a la ciudad si lo elige. Nadie está en condiciones de descartar que conteste a un hipotético triunfo del socialista mandando a las tropas a Nueva York, como ha hecho en Washington o Los Ángeles.
En los últimos días se han sucedido los artículos de prensa de quienes hacen un último intento por avisar de que “Mamdani asusta a los judíos de Nueva York” −como escribe Bret Stephens en The New York Times, aludiendo a su historial de activismo contra Israel− o por convencer a los neoyorquinos de que no cometan un error que llevará a la ciudad a la bancarrota, la fuga de los grandes capitales y las colas del hambre. Un texto en el que el filósofo Bernard-Henri Levy defendió este sábado en The Wall Street Journal que los europeos siguen con “miedo” las elecciones municipales y que, si se cumplen los pronósticos, eso “envalentonará a los regímenes totalitarios del mundo”.
En esas mismas páginas, el veterano estratega republicano Karl Rove criticó un vídeo de siete minutos en el que Mamdani hablaba de su identidad musulmana y de haber crecido, como tantos, dijo, convencido de que tenía que ocultarla para abrirse paso en Estados Unidos. También recordó que su tía “dejó de tomar el metro tras el 11-S porque no se sentía segura con su hiyab”. Para Rove, fue “un discurso cabreado, amargo, divisivo y estúpido”, y vaticinó que este “le hará perder apoyos”.
Lo cierto es que ese vídeo lleva más de 25 millones de visitas, lo que podría ser otra prueba de que esas críticas no parecen hacer mella entre el electorado de Mamdani. Hamm, el autor del libro sobre la campaña, lo define como “una coalición de menores de 50, multirracial, políglota, propalestina y que no ve problema en que les llamen socialistas”.

Por razones obvias, Mamdani tiene ganados a los votantes musulmanes y originarios de Asia del Sur, que esperan ver por fin a uno de los suyos en el poder. Los expertos dicen que con los latinos y negros, simpatizantes tradicionales de los demócratas, también puede contar.
“Ha sabido jugar muy bien la carta de la diversidad, pero no ha cometido el error de convertirla en el centro de su campaña”, explica por teléfono Moustafa Bayoumi, columnista de The Guardian y referente intelectual de la comunidad musulmana en la ciudad, compuesta por en torno a un millón de personas. “Es más o menos del tamaño de la judía, aunque no puedan compararse: la nuestra es más heterogénea, joven y fundamentalmente inmigrante, y su implicación en política no es tan fuerte”, aclara.
24 años después del 11-S
En un artículo reciente, Bayoumi puso el ascenso de Mamdani en el contexto de la organización cívica de los musulmanes de Nueva York tras el 11-S, “cuando la violencia contra [ellos] y [contra los] árabes explotó en la ciudad y en el país”. De ahí que a nadie se le escape el poderoso simbolismo de que, 24 años después del atentado de las Torres Gemelas, esa misma ciudad esté dispuesta a elegir a un musulmán como alcalde.
En los últimos días de su campaña, Mamdani se ha esforzado en ir al encuentro de los mayores, para dejar claro que no se conforma con los jóvenes que tanto han hecho por auparlo. El viernes empezó la jornada en otro centro para jubilados, esta vez en el Bajo Manhattan, donde hizo taichí con un grupo de ancianas chinas y bailó merengue con un conjunto de danza formado por viejitas hispanas. El sábado se lo dedicó a los votantes afroamericanos, con un acto en la iglesia del reverendo Al Sharpton y otro con la fiscal general Letitia James, contra la que el Departamento de Justicia de Trump ha lanzado una persecución política.
Este domingo, la ciudad se paralizará de nuevo. No será por una tormenta, sino por la celebración de su popular maratón. Esta vez, Mamdani no lo correrá, pero ha anunciado que espera batir el récord de proselitismo electoral, haciendo que su campaña toque más de 200.000 puertas en la anteúltima jornada.
El candidato sí corrió en dos maratones anteriores. En 2022 apareció con una camiseta que decía: “¡Eric Adams me subió el alquiler!”. El año pasado, poco después de lanzar su campaña, vistió la misma prenda, a la que añadió en la espalda: “‘¡Zohran lo congelará!”.
En aquella ocasión, quedó en el puesto 48.013. Todo indica que, salvo zancadilla o tropezón, Mamdani acabará este martes el primero en su imparable carrera rumbo al Ayuntamiento de Nueva York.
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