Ir al contenido
_
_
_
_
Guerra de Israel en Gaza
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Peor que el genocidio no hay nada

El acuerdo entre Israel y Hamás sobre la primera fase del plan de fase de Donald Trump genera sentimientos entre los pueblos israelí y palestino

Gaza
Luz Gómez

A la vista de las celebraciones en Tel Aviv por el pacto para implementar la primera fase del plan de paz de Donald Trump para Gaza, no cabe sino preguntarse qué han obtenido los palestinos. Sin duda, el fin de los bombardeos y del bloqueo de la ayuda humanitaria es algo. Detener la masacre era lo primordial, pero el futuro palestino sigue en manos de Estados Unidos. Esto, no puede ignorarse, es el gran triunfo israelí.

En 1993, Mahmud Darwish, quizá la conciencia más lúcida del pueblo palestino, dijo, para escándalo de muchos, incluso del Comité Ejecutivo de la OLP, al que pertenecía, que los Acuerdos de Oslo eran una solución israelí a un problema israelí. Treinta y pico años después el plan de paz de Trump es, por así decir, una solución estadounidense a un problema estadounidense. No es solo que Donald Trump tenga una fijación con el premio Nobel de la Paz digna de manual de psicología y haya llevado al límite las formas y los tiempos del acuerdo, sino que sus 20 puntos pivotan en torno al objetivo principal de Estados Unidos en la región, que es el mismo de Israel: rediseñarla. Ante la imperiosidad americana, los palestinos se han quedado completamente solos: los países “amigos” (Qatar, Turquía, Egipto) han forzado la firma de Hamás. Como si así se fuera a detener la historia que Trump está acelerando, aunque sea para volver al pasado.

Ni Fatah, el gran sostén de la Autoridad Nacional Palestina, puede esconder la cabeza ante lo que supone el plan de Trump. Ahmed Nazzal, su portavoz, ha sido más rotundo de lo habitual: “No hemos luchado contra Israel durante tanto tiempo para volver a ser colonizados por otra potencia extranjera”. Un virrey llamado Tony Blair a las órdenes del emperador Donald Trump pretende decidir de qué manera tienen que vivir los hombres y mujeres de esta región. Ni siquiera es un colonialismo de nuevo cuño. Es un burdo remake del Mandato británico de 1920.

La debilidad de Hamás y de la resistencia palestina no tiene parangón con ningún otro momento de la ya de por sí trágica historia de Palestina. Tampoco el genocidio es equiparable a las desgracias anteriores, por más que la ocupación, el apartheid y la limpieza étnica de Palestina no comenzaran el 7 de octubre. Hamás, descabezado políticamente y cuestionado como nunca por una población exhausta, ha firmado un cheque en blanco: para empezar, no se sabe cuándo y dónde se va a replegar el Ejército de Israel, ni se sabe cuánta ayuda humanitaria va a entrar y si podrán acceder las organizaciones que hagan posible la logística. La impotencia de Hamás queda de manifiesto con simples cifras: a cambio de la entrega de los 48 rehenes israelíes, el Gobierno de Netanyahu va a poner en libertad a 2.000 presos palestinos; en 2011, a cambio de un soldado Israel liberó a 1.027 palestinos. Ni siquiera está garantizada la liberación de Marwan Barghouti, de Fatah, y Ahmad Saadat, del Frente Popular para la Liberación de Palestina, dos líderes carismáticos que hoy, como entonces, figuran en la lista de Hamás como presos de excarcelación innegociable. Ambos podrían insuflar vida al liderazgo palestino, cosa tan necesaria que incluso se menciona en el plan de Trump.

Los palestinos de todo signo y condición, de cualquier generación, no se cansan de señalar algo que siempre sorprende al ciudadano occidental: que tienen esperanza. Esperanza en la gente que, en todo el mundo, se ha unido en apoyo de Palestina, convertida en causa de una humanidad compartida. La desesperanza, decía la semana pasada la poeta Hind Joudah en Madrid, es un lujo occidental que los palestinos no pueden permitirse. Hoy habrá 80 o 90 asesinados menos en Gaza. Es algo. Pero de una capitulación fruto de un genocidio nada bueno puede esperarse.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_