El presidente chino certifica con una visita a Xinjiang el control sobre la región autónoma 70 años después de su creación
Pekín sostiene que las acusaciones sobre violaciones de derechos humanos contra la minoría uigur del territorio son una “manipulación”


El presidente chino, Xi Jinping, quiere un “Xinjiang hermoso”. Este es el eslogan que destacan varios de los grandes medios estatales de China, volcados con la visita del mandatario a esta región autónoma para conmemorar el 70º aniversario de su creación. Xi aterrizó el martes en Urumqi, la capital de esta vasta provincia (ocupa una sexta parte de China), junto a una delegación de dirigentes del Gobierno y del Partido Comunista chino. Y la agencia oficial Xinhua subraya lo histórico de la visita: es la primera vez desde la fundación de la República Popular de China en 1949 que el máximo responsable del país asiste a las celebraciones por el aniversario.
Semejante despliegue busca trasladar el mensaje de que todo se encuentra bajo control en esta provincia atravesada por un conflicto étnico, foco de uno de los principales quebraderos de cabeza de Pekín, junto a Tíbet, Hong Kong y Taiwán.
Xinjiang, donde hoy viven más de 26 millones de personas de decenas de etnias, es la puerta china hacia Rusia y Asia Central, además de un terreno rico en recursos y zona de paso de gasoductos y oleoductos. Mantenerlo pacificado es una cuestión existencial para el Gobierno chino. Y el viaje de Xi es una oportunidad que Pekín pretende aprovechar para subrayar este mensaje de control, si bien con un toque amable.
“Debemos hacer todo lo posible por mantener la estabilidad social general en Xinjiang”, afirmó Xi en el miércoles, tras escuchar el informe de los cuadros regionales. El presidente chino pidió consolidar “los fundamentos para construir una sólida línea de defensa popular contra el terrorismo”. Y apostó por “promover la sinización [asimilación cultural china] de las religiones en [el] país”, “fortalecer el enriquecimiento cultural en Xinjiang” y “guiar a los cuadros y a las personas de todos los grupos étnicos para que forjen una visión correcta del país, la historia, la nación, la cultura y la religión”.
Su discurso tiene una honda carga simbólica. “Para Xi, el aniversario es algo personal. Su padre, Xi Zhongxun, fue uno de los altos dirigentes que ayudó a establecer la Región Autónoma Uigur de Xinjiang hace 70 años”, apuntan los analistas de Trivium China en un reciente boletín. El viaje “demuestra su autoridad personal sobre las políticas étnicas de Pekín”, añaden. “Cabe esperar que se refuerce el enfoque asimilacionista en materia de lengua, educación y religión en Xinjiang que Xi ha promovido desde que llegó al poder”.
La zona pasó a llamarse Xinjiang (literalmente “Nuevas Fronteras”) tras su anexión por la dinastía Qing en el siglo XVIII. Los occidentales la denominaron durante mucho tiempo Turquestán chino y su población indígena estaba compuesta por agricultores y pastores (principalmente uigures). Fue un lugar disputado en la guerra civil china, y acabó bajo control de los comunistas en 1949. En 1955, la china de Mao Zedong le confirió el estatus actual: Región Autónoma Uigur de Xinjiang.
Desde entonces, Pekín busca integrar la economía regional en la del conjunto del país, y ha acompañado sus políticas con un gran aumento de la población han (la etnia dominante y mayoritaria en China), lo que ha derivado en choques étnicos y estallidos de violencia en la región.
En Xinjiang, los uigures, de origen túrquico y religión musulmana, alcanzan el 45% de la población. La ONU sostiene en un informe de 2022 que China ha podido cometer crímenes contra la humanidad contra ellos y contra otras minorías musulmanas, al aplicar políticas que han implicado detenciones arbitrarias masivas y otros graves abusos.
El Gobierno chino, en cambio, defiende que ha llevado a cabo una exitosa política antiterrorista que ha permitido el desarrollo regional y fomentado el crecimiento económico de un lugar estratégico.

Las imágenes difundidas de la llegada de Xi muestran al mandatario sonriente descendiendo del avión entre coloridos danzarines regionales. Luego, el líder saluda desde un autobús a la multitud que lo flanquea por las avenidas agitando banderas chinas. Más adelante, fotos de él reunido con representantes de todos los grupos étnicos y sectores sociales de Xinjiang, según cuenta el medio estatal CCTV en una nota de alta carga propagandística: “Cuando Xi Jinping y los demás llegaron a la recepción, el público estalló en un prolongado y entusiasta aplauso”. En la cita del martes el dirigente pidió unidad a la población “para construir un Xinjiang más hermoso en el proceso de modernización al estilo chino”.
También ha tenido encuentros con miembros del Ejército, de la Policía y del Cuerpo de Producción y Construcción de Xinjiang, una “organización económica y paramilitar estatal”, según definición de la Unión Europea, que en 2021 sancionó a varios de sus miembros y a la Oficina de Seguridad de la misma por presuntas violaciones de derechos humanos.
La UE considera a ese organismo responsable “de detenciones arbitrarias a gran escala y tratos degradantes infligidos a uigures y personas de otras minorías étnicas musulmanas, así como de violaciones sistemáticas de su libertad de religión o creencias, vinculadas [a la aplicación] de un programa de vigilancia, detención y adoctrinamiento a gran escala”. Les acusa también del uso sistemático de estas minorías como “mano de obra forzada, en particular en los campos de algodón”.
Xi, en cambio, describió este Cuerpo en su discurso del miércoles como “una fuerza estratégica importante para alcanzar los objetivos generales del Comité Central del Partido” en Xinjiang.
China considera que las sanciones de países occidentales surgen de “mentiras y falacias absurdas” cuyo “objetivo es la manipulación política y la intimidación económica bajo el pretexto de la protección de los derechos humanos”, según afirma Pekín en un informe sobre Xinjiang publicado la semana pasada.
El documento (bautizado por el Gobierno como Libro Blanco) asevera que la región “está viviendo el mejor periodo de desarrollo de su historia”. Afirma: “Más de 26 millones de personas de todos los grupos étnicos de Xinjiang están estrechamente unidas como las raíces de los álamos y tan unidas como las semillas de una granada”.
Habla también de la lucha sostenida contra el terrorismo, y de una transformación histórica, “pasando del caos a la estabilidad y de la estabilidad al buen gobierno”, con “logros significativos en la lucha contra la secesión”. El separatismo “pone en peligro la unidad nacional y socava la unidad étnica, alimentando el terrorismo y el extremismo”, sostiene el documento.
Este nuevo informe “indica que Pekín considera cerrado el capítulo de la seguridad”, señala una fuente diplomática europea radicada en Pekín. “El Partido ahora enmarca la gobernanza de Xinjiang en términos de desarrollo y bienestar, utilizando el PIB y los indicadores sociales como prueba de éxito”, explica. “Pero los fundamentos no han cambiado: el liderazgo del Partido, las políticas de asimilación y el control ideológico siguen siendo los pilares”. La lógica subyacente es la misma. “El islam en Xinjiang sigue estando muy reprimido”, añade esta fuente, que sigue de cerca asuntos de derechos humanos.

Pekín ha invertido mucho en los últimos años en cambiar la cara de la región, y promoverla como un destino turístico. Xinjiang es un territorio de extensos parajes naturales, donde confluyen los desiertos del Gobi y Takla Makan y la cadena montañosa de Tian Shan (las montañas del cielo). Y un antiguo paso de la Ruta de la Seda.
El documento del Gobierno chino menciona el turismo como “un importante facilitador de las interacciones, los intercambios y la integración entre los grupos étnicos”, y afirma que los visitantes han pasado de 48,2 millones en 2012 a 302 millones en 2024.
Los medios chinos, perfectamente alineados con la estrategia del Gobierno, exaltan estos días los logros económicos, con testimonios como el de Abduqiyum Rouzi, un aldeano de una localidad que recibió hace una década la visita de Xi. Entonces era un lugar deprimido. “Hemos visto cambios enormes”, dice el entrevistado, según la televisión estatal CCTV. “Antes teníamos casas de barro, pero ahora tenemos viviendas asequibles. Nuestros ingresos anuales eran de 10.000 yuanes (unos 1.192 euros) y ahora son de 150.000 (unos 17.891 euros). Ahora tenemos gas natural, una caldera de pared y aire acondicionado. Llevamos una vida feliz. Estoy agradecido al Secretario General [Xi] y al Partido Comunista. También soy miembro del Partido y siempre lo seguiré”.
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