Marine Le Pen, ante el abismo de la inhabilitación
La líder del Reagrupamiento Nacional afronta este lunes una posible condena que le impediría presentarse a las elecciones en los próximos cinco años por un caso de desvío de fondos europeos


Francia, o al menos la Francia política, que es casi toda, dejará lo que esté haciendo durante unos segundos el lunes a las 10 de la mañana y buscará una última hora en el televisor. En la imagen aparecerá la líder del ultraderechista Reagrupamiento Nacional (RN), Marine Le Pen, entrando en la sala del tribunal de París que la juzga a ella y a otros 24 miembros de su partido por desviar a su formación —entonces llamada Frente Nacional— los fondos de la Unión Europea asignados al pago de asesores en Bruselas. El juez leerá entonces una sentencia que marcará a fuego la escena política francesa. Especialmente si, como pidió la fiscalía en la última jornada del proceso, resulta condenada a una pena de cárcel y cinco años de inhabilitación política de cumplimiento inmediato. Es decir, la imposibilidad de presentarse a las elecciones presidenciales de 2027, las más inclinadas a una victoria del RN después de una vida dedicada a la política.
El caso colea desde hace 10 años. Pero la fiscalía solicitó en noviembre penas de inhabilitación contra Le Pen y los otros 24 acusados —miembros del partido, exeurodiputados y antiguos asistentes parlamentarios— “moduladas” según las responsabilidades. La acusación pedía también, cinco años de prisión, de los cuales dos serían en firme —aunque con posibilidad de ajuste— y cinco años de inhabilitación para la jefa de los diputados del RN, además de una multa de 300.000 euros. “Su único objetivo es impedirme ser la candidata de mi grupo en las elecciones presidenciales [de 2027]. Hay que estar sordo y ciego para no verlo”, lamentó ella.
Le Pen afronta el lunes tres posibles grandes escenarios ante los jueces. El primero, algo remoto, consistiría en una absolución y tendría implicaciones leves en el tablero político. El segundo, apuntaría a una condena dura —cárcel e inhabilitación—, pero con la posibilidad de suspender la pena hasta que se pronuncie un tribunal superior. Los tiempos, especialmente de aquí a las presidenciales de 2027, el principal horizonte ahora mismo para Le Pen y su partido, le permitirían ser candidata a dichos comicios. El tercero, por el que se inclinaba la fiscalía en noviembre y que pasaría por su inhabilitación inmediata, supondría un enorme terremoto. La líder del partido más votado en las últimas elecciones legislativas (11 millones de votos), la formación a la que todas las encuestas sitúan al frente de una hipotética carrera electoral —sin contar la penalización la ultraderecha sufre en el sistema de doble vuelta— vería cómo los jueces la apartan de la carrera política.
Le Pen ya expresó al tribunal, en un tono algo amenazante, que la inhabilitación a la que se podría enfrentar tendría “consecuencias extremadamente graves”, como privar a millones de votantes de “su candidata”. “Claro, el partido jugará la carta de la victimización y el complot, no tengo duda. Y eso lo alimentará y lo reforzará ante un gran número de votantes”, señala el politólogo François Dose. Louis Aliot, alcalde de Perpiñán, vicepresidente del partido e imputado en el mismo caso, anticipa la visión de la formación en este asunto. “Los votantes lo encajarían muy mal. Hace 10 años que estamos con esta historia y hemos ido creciendo y ganando elecciones año tras año. Así que no tendría ninguna consecuencia electoral. Es más, creo que movilizaría más a nuestros votantes para ganar las siguientes elecciones y cambiar el sistema”, apunta. ¿Cree el partido que detrás del proceso se esconde algo más que el cumplimiento de la ley? “No lo sé. Pero será analizado así a posteriori. Sea cual sea la motivación, la gente dirá que intentaron impedir a Marine Le Pen presentarse a la elección”, señala Aliot.
Tumbar al Gobierno
Nadie duda, además, de que la relativa estabilidad del Gobierno actual se vería comprometida. “Si Le Pen es inhabilitada, el RN pondrá en marcha todos los mecanismos de desetabilización posibles para tumbar al Gobierno”, señala el entorno de un ministro del Ejecutivo. Dose cree que no cambiaría tanto el esquema. “Ya tienen un candidato de repuesto y le aseguro que si Le Pen es inhabilitada él estará encantado de coger las riendas. Ella seguiría al mando del partido, de la sala de máquinas”, apunta, en referencia a que la inhabilitación no le impediría seguir tomando las decisiones en el partido, y tampoco perdería su escaño actual en el Parlamento.
El partido prefiere no ponerse en ese escenario todavía. La consigna es no aceptar la hipótesis de la inhabilitación y aludir a la maraña de recursos que podrían dilatar el proceso. Pero si eso sucediera, si no se concediera una suspensión de la pena, el RN debería activar también el proceso de sucesión y coronar definitivamente a su delfín, el joven eurodiputado de 29 años y actual presidente de la formación, Jordan Bardella, candidato en las últimas elecciones legislativas. La decisión sería dramática para Le Pen, que después de tres presidenciales y una larga carrera a la sombra de su padre, Jean-Marie Le Pen, se encuentra más cerca que nunca de llegar al Elíseo. Pero, ¿sería Bardella realmente el candidato? ¿Puede el RN tener alguien al frente sin el apellido Le Pen? Aliot, uno de los mejores y más antiguos conocedores de la formación y sus dinámicas, no tiene duda. “Somos un partido político y para designar a un candidato tiene que haber un congreso. Pero si Marine le ha elegido desde hace tanto tiempo no es para dejarlo en la cuneta en el caso de que tuviese que presentarse”.
Bardella, pese a su juventud e inexperiencia, tiene muy buen cartel entre los votantes del RN. Frédéric Dabi, director general del instituto de encuestas Ifop, considera que el relevo “no inquieta a los votantes”. “Entre sus propios simpatizantes, algunos ya consideran una alternativa. Puede que haya una adhesión real a su figura, pero también existe la percepción de que alguien más podría reemplazarla. Tal vez su sucesor tenga menos experiencia, pero será un candidato sólido para las presidenciales. Las ideas que defiende son populares, independientemente de quién las lidere. Cuando hagamos en primavera nuestro estudio sobre la radiografía del voto, veremos que la adhesión no se debe solo a la persona, sino a lo que representa”, señala Dabi. Bardella, además, lleva un año con cotas de popularidad superiores a las de Le Pen.
Si el joven delfín fuera presidente o primer ministro, ¿podría Le Pen entrar en un gobierno? Un ministro no debe su puesto a una elección: es nombrado por el presidente. A primera vista, el hecho de ser privado del derecho a presentarse a una elección no es, por lo tanto, incompatible con el hecho de participar en un gobierno. Sin embargo, la pena de inelegibilidad va más allá de la simple prohibición de competir en una elección: el artículo 131-26 del código penal dispone que “la prohibición del derecho de voto o la inelegibilidad (…) conlleva la prohibición o incapacidad de ejercer una función pública”. ¿La noción de función pública empleada aquí incluye el puesto de ministro? Los juristas consultados señalan que podría no ser el caso. Y además, Marine Le Pen podría seguir teniendo un rol de liderazgo dentro del partido. Nada que ver, sin embargo, con el viejo sueño de la familia de tener las llaves del palacio del Elíseo.
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