Le Pen a la conquista de Perpiñán
Con un mensaje pragmático y sin estridencias, el candidato de la extrema derecha parte como favorito en las municipales de la capital catalano-francesa
Perpiñán está a un paso de caer en manos de la extrema derecha y casi nadie parece preocupado en exceso. Algunos oponentes de Louis Aliot, el candidato del Reagrupamiento Nacional (RN), critican más al actual alcalde, el conservador Jean-Marc Pujol, que al hombre que en la segunda vuelta de las elecciones municipales, el 28 de junio, puede entregar al partido heredero de la vieja formación ultra Frente Nacional su tesoro más preciado: una ciudad de 120.000 habitantes, la mayor que habrá gobernado desde los años noventa. La mayoría de ciudadanos tiene la cabeza en otra parte: en la desescalada y la posibilidad a un repunte del virus, en la recesión o en las vacaciones.
“Es triste. Nunca imaginé que las cosas pudieran evolucionar así”, dice Jean-Paul Alduy, alcalde de la ciudad entre 1993 y 2009, cargo en el que sucedió a su padre, Paul Alduy, que lo había ocupado desde 1959. El actual regidor, Pujol, trabajó junto a los Alduy, padre e hijo. “Tengo un conocimiento de la ciudad bastante íntimo, observo cómo funciona el electorado y no veo ningún despertar republicano”, dice Alduy en alusión a la posibilidad de voto en masa para frenar a la extrema derecha.
La capital del departamento de los Pirineos Orientales —o de la Cataluña francesa o Cataluña Norte— es un campo de pruebas para el RN de Marine Le Pen, que aspira a desalojar al centrista Emmanuel Macron del Elíseo en las presidenciales de 2022. Esta ciudad permite entender en qué condiciones un partido que lleva años intentando normalizarse —o desdemonizarse (es decir, endulzar una imagen radical y asociada a las franjas menos recomendables de la extrema derecha)— llega a las puertas del poder.
Perpiñán es una de las ciudades con tasas de desempleo y de pobreza entre las más elevadas de Francia. La primera rondaba en 2019, antes de la crisis, el 14% (8% en el resto del país); la segunda, el 32% (14% en el resto del país). “Hay una sensación de estar en un territorio periférico y poco atractivo”, analiza Romain Grau, diputado de La República en marcha, el partido de Macron, y candidato derrotado en la primera vuelta de las municipales. “Estamos lejos de París y de los centros de decisión”.
A medida que el paseante se adentra en el centro de la ciudad, los comercios vacíos son cada vez más abundantes: en la céntrica calle de la Fusteria son el 60%, según datos del diario local L’Indépendant. Cuesta arriba, el barrio de Saint Jacques o Sant Jaume, habitado por gitanos catalanoparlantes, ofrece una imagen insólita en un país rico como Francia: edificios semirruinosos, basura por el suelo. “Solo hay miseria”, lamenta Nick Giménez, líder vecinal. “Esto no se arregla con una varita mágica”. El éxito del RN en Perpiñán tiene que ver con la presencia en la región de pieds-noirs, europeos de Argelia que se marcharon cuando este país se independizó en 1962. Los pieds-noirs son una de las bases electorales del Frente Nacional. Y Aliot es de origen pied-noir, como Pujol.
División
La división de sus rivales favorece a Aliot. Quizá Perpiñán marque el principio el fin del frente republicano, que en Francia consistía en el cierre de filas de todas las fuerzas políticas para impedir el acceso del RN al poder. En las municipales de 2014, Aliot fue el más votado en la primera vuelta, con un 34,2%; Pujol obtuvo un 30,7%. Pero en la segunda, Pujol, con un 55,1%, derrotó a Aliot, con un 44,9%, gracias al apoyo del resto de partidos, desde la izquierda hasta la derecha conservadora.
El resultado podría repetirse, pero es posible que esta vez el frente republicano no sea tan sólido. En marzo, Aliot sacó un 35,7% de votos y Pujol, un 18,5%. Los otros candidatos clasificados para la segunda vuelta —la ecologista Agnès Langevine y el macronista Grau— se han retirado en favor de Pujol. Pero es significativo que tres miembros de la lista de Grau hayan anunciado que votarán a Aliot en la segunda vuelta.
“El frente republicano se ha convertido en un extintor del debate público. Con la excusa de que delante está el Reagrupamiento Nacional, se supone que ya no tienes derecho a decir nada”, dice Olivier Amiel, exteniente de alcalde y militante de su partido, Los Republicanos. “Me parece absurdo”.
El talante de Aliot —amable a primera vista, sin estridencias— le ayuda. “Es el tío bien plantado que las abuelas soñarían con tener de yerno, aunque no haya mucho detrás”, describe Alduy. Quien polariza, no es él, sino Pujol. En campaña, ni siquiera muestra las siglas. Es como si hubiese superado la fase de la “desdiabolización” y, como decía Le Monde, hubiese entrado en la de la “notabilización”: la metamorfosis en notable local, aceptable por la mayoría.
“Mis prioridades son la seguridad, la renovación urbana y el empleo”, afirma. Y así resume un programa sin mucho contenido pero ante el que no asusta, ni escandaliza. “Los partidos políticos tradicionales han abandonado a la gente”, explica en otro momento. “Y cuando digo que los han abandonado, me refiero a todo el mundo: los ricos, los pobres, la gente de color, la gente de diferentes religiones”.
En el Ayuntamiento, Jean-Marc Pujol mantiene la calma y confía en la unión de centristas y conservadores, como en 2014. “No comparto los valores del señor Aliot, que son los del Frente Nacional”, dice. “Esconde las siglas porque sabe que sería un lastre, porque vehiculan un comportamiento sectario y racista”.
Si gana Aliot, el ejemplo puede servir para otros lugares. “El techo de cristal dejará de existir”, prevé el candidato del RN. “Significará que podemos ganar en cualquier lugar”.
Pocos avances del RN en el resto Francia
Las elecciones municipales del 28 de junio en Francia son atípicas. La primera vuelta se celebró el 15 de marzo, un día antes de que el presidente, Emmanuel Macron, decretase el confinamiento y anulase la segunda vuelta, prevista para el 22 de marzo. Entonces, los candidatos del RN ganaron con comodidad en algunas de las ciudades que ya gobernaban, pero no conquistaron nuevos espacios de poder.
“Sus resultados en el resto de ciudades son bastante decepcionantes para ellos”, dice el sociólogo Jérôme Fourquet. “No muestran un avance del Reagrupamiento Nacional”. Para el partido cuya líder, Marine Le Pen, obtuvo más de 10 millones de votos en las presidenciales de 2017, la única oportunidad de avanzar ahora es Perpiñán. Una de las bazas de Louis Aliot —veterano militante del Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen, hoy diputado y miembro de la ejecutiva del partido, y expareja de su líder, Marine Le Pen— es el deseo de echar a los de siempre y ensayar algo distinto al establishment que ha controlado durante sesenta años la política municipal. En su contra, puede jugar un reflejo protector ante el estigma para la ciudad en caso de victoria de Aliot, estigma que, según sus rivales, podría acarrear consecuencias económicas en forma de menos inversiones.
“Pienso que hay que hacerlo todo para evitar la elección del señor Aliot al frente del Ayuntamiento”, declara Romain Grau, diputado del partido de Emmanuel Macron. “Hay que hacerlo por Francia: sería la primera ciudad de más de 100.000 habitantes que ganan desde Toulon en los años noventa. Y por este territorio: el voto al Frente Nacional aísla”.
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