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Jordan Bardella, el rostro aseado de la extrema derecha francesa

El aspirante a primer ministro del Reagrupamiento Nacional encarna la culminación del proceso de ‘desdemonización’ del partido ultra emprendido por su líder, Marine Le Pen

Jordan Bardella
Jordan Bardella, presidente del Reagrupamiento Nacional y candidato del partido a primer ministro, en París el 30 de junio.Sarah Meyssonnier (REUTERS)
Silvia Ayuso

Para entender quién es Jordan Bardella y cómo es posible que, con solo 28 años, sin estudios ni apenas experiencia política, se haya convertido en la gran esperanza de la extrema derecha, hay que ver lo que no es. Pese a su cercanía con el clan Le Pen, no es un Le Pen. Ese apellido está ligado al Frente Nacional, ahora Reagrupamiento Nacional (RN), un partido que, pese a los esfuerzos de la actual líder, Marine Le Pen, por limpiarlo, sigue asociado al pasado más oscuro de un movimiento creado por antiguos colaboracionistas y filonazis.

Aunque la vida y carrera de Bardella (nacido en Drancy, en el noreste de París) sean indisociables de su jefa y madrina política, también su juventud le permite desligarse de ese fardo. No había nacido cuando Jean-Marie Le Pen, padre de Marine, calificó las cámaras de gas como un “detalle” de la II Guerra Mundial. Tenía siete años cuando el entonces líder del partido logró en 2002, por primera vez, clasificar al entonces Frente Nacional para la segunda vuelta presidencial, que acabó perdiendo por abrumadora mayoría ante Jacques Chirac.

“Ustedes miran al pasado. Yo miro al futuro”, ha respondido sistemáticamente Bardella a quienes cuestionan el origen del RN durante la campaña de las legislativas que acaban este domingo. Bardella aspira a convertirse, tras estas elecciones, en primer ministro. Si lo lograse, sería el primer político de extrema derecha del país que llega al poder por la vía democrática.

El ‘Don Limpio’ de la extrema derecha

El shock que provocó Jean-Marie Le Pen en 2002 se ha transformado 22 años después en susto. Resultado, en buena parte, de un Bardella siempre impoluto, sonriente ante las cámaras, de gestos suaves y mensaje controlado: es rara la ocasión en que se sale de sus líneas bien ensayadas o se le escapa un gesto inoportuno. Es el yerno ideal que puede llevar a que el partido de extrema derecha en el que ha hecho una carrera fulgurante (a los 22 años ya era su portavoz, a los 23, cabeza de lista de las europeas, y presidente de la formación desde los 26) obtenga la mayoría absoluta de 289 escaños para formar gobierno. Las encuestas lo consideran cada vez más difícil ante el cordón sanitario del resto de partidos, pero no imposible.

Es, en cualquier caso, la culminación de un proceso de desdemonización del partido emprendido por Marine Le Pen en 2011 y que tiene en Bardella su máxima baza: un delfín hecho a su medida y capaz de atraer a los sectores que se le seguían escapando al RN, especialmente los jóvenes.

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Es el “Don Limpio de la extrema derecha francesa”, dice a EL PAÍS Pierre-Stéphane Fort, periodista y autor de la biografía El gran reemplazante. La cara oculta de Jordan Bardella, para la que investigó durante más de un año. Bardella, explica, es el fruto de una “campaña de comunicación” intensa y años de entrenamiento. En el libro, un especialista en comunicación revela que le encomendaron hacer del dirigente un “facho sympa”, un facha simpático. “La fachada ha cambiado. El RN se ha dado una capa de pintura que se llama Bardella. Pero es el árbol que esconde el bosque, y ese bosque sigue siendo muy oscuro”, advierte Fort, que describe en su libro las figuras radicales del RN que han acompañado a Bardella tanto en el seno del partido en el que entró a los 16 años, como en su vida sentimental, también ligada al RN. “Hasta hoy, sigue rodeado de colaboradores de ideas identitarias”, afirma. “Es su universo, su historia, lo que ha elegido”.

El relato perfecto

Sobre ese pasado, Bardella no habla. Lo que no se cansa de contar es su infancia en la cité Gabriel Péri, una barriada del departamento de Seine-Saint-Denis, el más pobre de Francia, y con más inmigrantes. De cómo creció allí con su madre, una divorciada a la que le costaba llegar a final de mes, en un barrio donde la droga campaba a sus anchas y sonaban disparos. “Eso vende”, suspiran Sofiane y Laure Azar. El matrimonio treintañero reside en esta barriada de edificios modestos pero pulcros y a 10 minutos a pie del metro que rápidamente lleva al centro de París. Que hay violencia vinculada al menudeo de droga es innegable, reconocen señalando a los jóvenes apostados en las entradas de la cité para avisar si la policía se acerca. “Pero esto no es Marsella”, afirman en referencia a las banlieues tomadas por el narcotráfico en el sur del país. Bardella “amplifica” los problemas, coincide una consejera municipal que lo conoció de adolescente y prefiere no dar su nombre.

Además, Saint-Denis no es toda la historia, puntualiza Fort. ”Como en un producto de marketing, hay una parte que es verdad y otra que ha sido completamente borrada”, dice el periodista sobre la figura convenientemente olvidada del padre, un empresario “que se gana muy bien la vida” y que le costeó el colegio católico privado en el que estudió, viajes a Estados Unidos, un coche y hasta un pequeño apartamento a los 20 años. “Jordan no es Cosette y su infancia no habría inspirado una novela social de Victor Hugo o Émile Zola”, resume Fort, aludiendo al personaje de Los miserables. Bardella tampoco cuenta que ahora tiene piso en Garches, cerca de la mansión del fallecido cantante Johnny Hallyday y, sobre todo, del palacete de Montretout que es el bastión familiar y político de los Le Pen en esta zona del extrarradio de París donde viven los más ricos del país.

El paso poco memorable por Bruselas

Si en Saint-Denis el recuerdo de Bardella es vago, también se difumina en Bruselas, pese a haber sido eurodiputado durante cinco años. La única comisión a la que pertenece es la de Peticiones, una especie de ventanilla de atención al ciudadano de la Eurocámara sin capacidad legislativa. Y ni ahí se le ha visto el pelo, confirma su vicepresidenta, la eurodiputada gallega Ana Miranda (BNG). “Nada, no ha hecho nada, sinceramente, no lo he visto en mi vida. Hemos consultado las actas y jamás ha votado en comisión”, dice por teléfono. En cinco años, ha presentado una única resolución (para condenar a Hamás) y ha sido relator en la sombra de un solo informe, cuando la mayoría de eurodiputados colaboran en decenas. Eso sí, recuerda Fort: “Sistemáticamente, se ha negado a votar a favor de sanciones contra Vladímir Putin, a menudo ha votado contra ayudas a Ucrania (…), todas sus tomas de posición como eurodiputado han sido pro-Putin”. Bardella ha usado Bruselas “como plataforma”, resume Miranda.

De cachorro de león a delfín de Le Pen

Porque la meta de Bardella siempre fue París. “El objetivo de Marine Le Pen al frente del RN es encontrar a un sucesor, por eso no hay competencia entre ambos. Bardella es la culminación del trabajo de Le Pen”, afirma Kevin Pfeffer, miembro del ejecutivo de la formación. Por una vez, Fort está de acuerdo: “No creo que haya rivalidad entre ellos”, dice. Sobre todo porque, al menos por el momento, es Le Pen la que sigue siendo la “verdadera jefa del RN” y “todo el partido es totalmente fiel a ella”.

Las cosas podrían cambiar. A Le Pen le gusta contar que tenía un cachorro de león como imagen asociada al número de teléfono de Bardella. Cuando en 2022 fue nombrado presidente del RN, la cambió a un león adulto. “Es un animal político”, afirma. Los leones pueden rugir fuerte. Pero ese momento no ha llegado aún, cree Fort. Por ahora, Le Pen “decide y él repite lo que se le dice que diga”. Y si Bardella llega, tras las elecciones de este domingo, a Matignon, sede del primer ministro francés, apuesta Fort, “irá a dúo con Marine, ella estará ahí todo el tiempo. Ella será la verdadera jefa”.

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Sobre la firma

Silvia Ayuso
Corresponsal en Bruselas, después de contar Francia durante un lustro desde París. Se incorporó al equipo de EL PAÍS en Washington en 2014. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su carrera en la agencia Efe y continuó en la alemana Dpa, para la que fue corresponsal en Santiago de Chile, La Habana y Washington.
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