El ejército ucranio se conjura para frenar a Rusia en Pokrovsk
Las tropas de Kiev ralentizan el avance del invasor sobre este bastión de Donetsk, la conquista más codiciada por el Kremlin, hoy una ciudad fantasma
Columnas de coches, furgonetas y camiones de ONG salen de Pokrovsk transportando a civiles y todo lo que puede salvarse ante el asedio ruso. Esta ciudad del este de Ucrania ya había perdido a la mayor parte de la población. Ahora es una localidad fantasma, como lo era Bajmut en el verano de 2022, también en la provincia de Donetsk, cuando quedaban pocas semanas para el inicio de la batalla que duraría meses y que la arrasó. “Es el mismo escenario que Bajmut pero en otra localización. La historia se repite”, reflexiona Sasha, oficial de una unidad de infantería ucrania que prefiere preservar su apellido por seguridad.
El pasado jueves era uno de los días de descanso de Sasha y sus hombres, que rotan en las trincheras del frente. El encuentro con EL PAÍS se convocó frente al único centro comercial que había en Pokrovsk, bastión clave de las defensas ucranias. No hay nadie en la calle, la administración militar ha impuesto un toque de queda que solo permite a los civiles moverse en la vía pública cuatro horas al día, entre las once de la mañana y las tres de la tarde.
Aquel establecimiento hace tan solo tres meses era un lugar copado por militares que hacían la compra o comían algo en su restaurante. La primera señal de que el invasor se acercaba peligrosamente llegó hace unos dos meses: a las tropas les prohibían frecuentar el lugar. El enemigo se encontraba en julio a 22 kilómetros de Pokrovsk; ahora está a ocho kilómetros. El centro comercial cerró sus puertas en agosto.
El principal puente de acceso a Pokrovsk desde el oeste, desde el territorio bajo control ucranio, fue destruido por misiles rusos entre el jueves y el viernes. Los vehículos militares tienen que dar una larga vuelta por caminos de tierra y en mal estado que reducen la velocidad y provocan colas, un objetivo fácil para los drones enemigos. Un cohete también impactó ese jueves contra la principal subestación eléctrica del municipio. En Pokrovsk ya no hay luz.
“Los rusos siguen la misma táctica. Primero vacían un municipio castigándolo con artillería, bombas aéreas y misiles. Luego envían a sus unidades de reconocimiento para acceder a la zona urbana sin ser detectados”, explica Lancet, el nombre en código de un teniente de la 14ª Brigada de la Guardia Nacional ucrania.
Cuando la guerra se acerca a una ciudad se repiten las mismas escenas de desesperación. Voluntarios de la ONG Save the Children cargan un camión contra reloj, antes de que dé inicio el toque de queda, con los muebles de una institución educativa. Una oficina bancaria próxima a la estación de tren ha sido saqueada. En las puertas de la estación, Alina Gorska llora porque le han robado todos sus enseres. También porque la circulación de trenes ha sido cancelada por el riesgo de recibir un ataque. Ahora tiene que encontrar a alguien que se apiade y la saque de allí.
El periplo de Gorska es el reflejo de la permanente ansiedad y transición de millones de ucranios: nacida en la ciudad de Donetsk, se trasladó a estudiar Psicología a Kiev. Cuando quiso volver a su hogar ya había estallado la guerra en Donbás y la capital de la provincia fue tomada por los separatistas prorrusos. Sus padres se quedaron allí y ya no mantiene comunicación con ellos. Se mudó a Ocheretine, a 30 kilómetros de Pokrovsk, pero salió de allí a finales de 2023 ante el avance ruso. Vivió desde entonces en Mirnograd, localidad colindante a Pokrovsk, hasta este verano, cuando también la proximidad del invasor hacía insostenible seguir allí. Y ahora vuelve a huir, hacia Kiev, donde una amiga le dejará una habitación. Tiene 34 años y su idea es comenzar una nueva vida en Polonia.
Cambio en el frente
Sasha y sus hombres están seguros de que Pokrovsk será escenario de una batalla urbana, pero opinan que no lo será tan pronto como el Kremlin deseaba. El objetivo del comandante en jefe de las fuerzas rusas, Valeri Guerásimov, era controlar la ciudad en las próximas semanas, antes de la época de lluvias de otoño. Pero oficiales de tres regimientos ucranios diferentes consultadas por EL PAÍS indican que el progreso ruso ha sido ralentizado. Esta valoración está en consonancia con lo que el Estado mayor ucranio ha comunicado esta semana. El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Ucranias, Oleksandr Sirski, se mostró confiado el 5 de septiembre en una entrevista con la CNN: “En los últimos seis días, el enemigo no ha avanzado ni un solo metro en dirección a Pokrovsk. Ucrania ha conseguido detener la capacidad de los rusos de maniobrar y recibir refuerzos desde otros frentes. Hemos visto que la intensidad de la ofensiva y de su artillería han decaído”.
El presidente Volodímir Zelenski lleva dos semanas pidiendo paciencia a la ciudadanía para ver cumplido uno de los principales objetivos de la ofensiva ucrania en la provincia rusa de Kursk: que el enemigo se vea forzado a transferir tropas en el frente ucranio a Kursk. Hasta esta semana no ha habido evidencias de que esto haya sucedido. Este diario se reunió en Pokrovsk con un alto mando del GUR, los servicios de inteligencia del Ministerio de Defensa. Con la condición de mantenerse su identidad anónima, esta fuente explicó que sí se ha conseguido que parte de la aviación rusa haya salido de Donetsk hacia Kursk, y que tropas del invasor en la reserva, que podían sumarse al asalto sobre Pokrovsk, hayan sido en cambio redirigidas a Kursk.
Este oficial del GUR asegura que el principal cambio ha sido que el ejército ucranio ha sabido leer en qué sectores se debían reforzar las defensas para contener a los rusos. Su principal función es analizar la coordinación entre las brigadas que operan en este frente. Admite que se ha mejorado poco después de los desastres en la protección de Avdiivka, tomada por los rusos el pasado febrero, y en Ocheretine. “El principal problema es que los rusos han decidido que quieren tomar Pokrovsk a toda costa, y están mejor que nosotros, tienen más recursos en casi todo, sobre todo en hombres a los que enviar a morir”.
Lancet opina que la situación es más tranquila en los últimos días porque ninguno de los dos ejércitos tiene suficiente infantería para combates constantes. “Ambos tenemos a las tropas cansadas”, dice este teniente, aunque reconoce que su mayor preocupación son las incorporaciones que están llegando al ejército con la nueva ley de movilización: “Hemos perdido a muchos soldados experimentados, y los que llegan ahora están menos motivados y preparados”.
En una granja en las afueras de Pokrovsk reside una unidad de la 59ª Brigada Motorizada que opera un dron bombardero Kazhan. En un cobertizo tienen un arsenal los proyectiles que dejan caer sobre el enemigo, la mayoría son minas antitanque reconvertidas en bombas. El comandante del grupo, que también tiene como nombre en clave Kazhan, fuma mientras un gatito juega a sus pies. Un compañero suyo se friega las manos con hojas de un nogal: dice que es una manía que le quedó de la adolescencia, cuando intentaba con el aroma de estas hojas que su madre no descubriera que había estado fumando. Ambos constatan que los rusos “van más despacio” porque las defensas ucranias están mejor posicionadas que hace unas semanas. Zelenski afirmó en septiembre que Rusia había desplazado a Kursk 60.000 soldados procedentes de frentes ucranios como los de Donetsk. A Kazhan se le escapa una risa y dice que su unidad no ha detectado que los rusos tengan menos infantería en dirección a Pokrovsk.
No todo el mundo está de acuerdo con los mensajes optimistas que transmite la cúpula política y militar ucrania. Mikola Melnik, comandante de una compañía de la 47ª Brigada Separada Mecanizada, escribió el 6 de octubre en Facebook una dura crítica: “El comandante en jefe [Sirski] y el comandante supremo [Zelenski] han reportado que en Pokrovsk la situación se está estabilizando. Pues si esto es estabilización, yo soy una bailarina de ballet. Los rusos continúan avanzando, no tienen fuerzas para atacar de forma simultánea Pokrovsk, Selidove y Kuajivka, por lo que están seleccionando una prioridad para romper nuestra defensa”.
Guerra de drones
Bond es el nombre en clave del piloto de un dron de reconocimiento Leleka en la 59ª Brigada Motorizada. EL PAÍS acompañó el viernes a su unidad en una misión para identificar dos obuses rusos. El frente se encuentra a 13 kilómetros y alrededor suena una sinfonía interpretada por multitud de cañones ucranios. Bond afirma que “la situación está más tranquila desde hace unos días”, pero su experiencia le indica que es porque el invasor está testando qué puntos débiles hay en las defensas ucranias para apostar toda su fuerza allí. “Los rusos incluso saben cuándo rotamos a nuestros hombres en primera línea, y es porque tienen espías y porque pueden interceptar nuestras comunicaciones”.
El dron Leleka vuela a dos kilómetros de altura sobre un paisaje lunar y sobre aldeas que ahora son escombros. El aparato se dirige a un sector donde creen que están los dos cañones rusos. Tras media hora de vuelo identifican al enemigo y facilitan las coordenadas a la artillería. En la pantalla se ve cómo los proyectiles ucranios fallan el tiro por unos 200 metros. El comandante del equipo del dron explica que la razón de ello es el fuerte viento y la progresiva pérdida de precisión de los obuses ucranios tras años de uso.
El dron tampoco volverá a la unidad, se pierde tras quedarse sin batería durante el vuelo de regreso. Bond cree que queda mucho para mejorar la coordinación entre las fuerzas ucranias, entre drones, artillería y sistemas de defensa antiaéreos. El momento de la despedida con el periodista lo marca un aviso por radio, un dron ruso de reconocimiento está en la zona. Empiezan a oírse ametralladoras antiaéreas; en unos pocos minutos será la artillería del invasor la que llene el lugar de explosiones.
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