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Las fuerzas rusas aceleran su avance en Donetsk

El ejército invasor adelanta posiciones siguiendo el trazado ferroviario y ocupa varias localidades en dirección a Pokrovsk y Toretsk, dos de las principales ciudades de Donbás que permanecen bajo control ucranio

Guerra de Rusia en Ucrania
Restos del antiguo hotel Druzhba de Pokrovsk, que en agosto de 2023 fue alcanzado por dos misiles, este lunes.Lola Hierro
Lola Hierro (Enviada especial)

Cuando el pasado marzo Román recibió a este periódico en su explotación agrícola de Vesele, esta localidad en el oeste de la provincia de Donetsk todavía distaba unos 10 kilómetros del frente donde Ucrania trata de contener a las tropas rusas desde hace dos años y medio. Estar allí ahora sería suicida, asegura este agricultor, en otro tiempo uno de los más prósperos de la zona y hoy desposeído de sus tierras. Desde el sábado, su hogar ha quedado bajo el dominio del ejército invasor. “La última vez que estuve allí fue hace un mes y el fuego de artillería casi me mata en tres ocasiones”, asegura. Román ahora se refugia con su familia en una casa mucho más pequeña y peor acondicionada en Mirnogrado, la última ciudad libre de la zona antes de la línea del frente.

Las tropas de Moscú están intentando romper las defensas ucranias a apenas 10 kilómetros de Mirnogrado y, según las Fuerzas Armadas de Ucrania, las “feroces batallas” que se están librando han convertido a esta zona en la más caliente del mapa de la guerra en las últimas semanas. Mirnogrado se encuentra en dirección a Pokrovsk, y junto a Toretsk, otro de los bastiones ucranios en la provincia de Donetsk, son tres de las principales ciudades de la región de Donbás —formada por las provincias de Lugansk y Donetsk— que permanecen bajo control ucranio.

Este lunes, el Ministerio de Defensa ruso anunció la ocupación de las localidades de Vovche y Progres, en las cercanías de Pokrovsk; y este martes, la toma de Pivdenne, un pueblo del municipio de Toretsk. Los avances también han sido registrados por DeepStateMap, un portal de fuentes abiertas que mapea diariamente la evolución del conflicto, aunque las autoridades militares ucranias no los han confirmado. Una fuente militar sobre el terreno consultada por EL PAÍS asegura que Vovche y Progres, además de Vesele, donde Román tenía su granja, están bajo dominio ruso. “Que los rusos estén en Progres significa que desde allí pueden lanzar KAB [bombas aéreas dirigidas]. Tienen un alcance de 75 kilómetros, con lo cual pueden atacarnos incluso más lejos de Pokrovsk; pueden llegar más allá de [la provincia de] Donetsk, hasta [la de] Dnipropetrovsk”, alerta Román.

Nueve kilómetros hacia el oeste de Mirnogrado está el campo de batalla. Y a otros 10 minutos en coche hacia el este se encuentra Pokrovsk, que con una población de 60.000 habitantes antes de la guerra, es la mayor ciudad que separa al ejército ruso de la provincia de Dnipropetrovsk. Su ubicación, en una intersección de carreteras y líneas ferroviarias, así como el desarrollo de numerosas industrias, la han convertido en un importante punto logístico y estratégico en el este del país.

En dirección a Pokrovsk, Ucrania sí ha informado de que el lunes sus soldados rechazaron 52 ataques en asentamientos de los alrededores y otros 29 en dirección a Toretsk. Las fuerzas rusas se están ensañando sobre este territorio “con un considerable apoyo de aviación y bombardeos”, describen las Fuerzas Armadas.

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En su discurso diario del 26 de julio, el presidente Volodímir Zelenski describió los combates en el sector de Pokrovsk como “el principal objetivo de los ataques rusos”. El general Oleksandr Syrskyi también declaró la semana pasada en un comunicado que el enemigo no está prestando atención a su “alto nivel de pérdidas” y que, pese a las bajas, seguía avanzando hacia Pokrovsk.

Las tropas rusas avanzan de una manera inusitadamente rápida. La razón, según las fuentes militares consultadas este lunes, es que se están valiendo del trazado de las vías de ferrocarril que conectan las ciudades más importantes: desde la capital provincial, Donetsk, ocupada por fuerzas prorrusas desde 2014, sale una que pasa por Pokrovsk y llega hasta Dnipró, capital de la provincia contigua.

La manera de avanzar es, en concreto, a través de las canaletas subterráneas construidas a ambos lados de las vías. Su función primigenia es drenar el agua de la lluvia para que no afecte a las vías del tren y al paso de los ferrocarriles. El ejército ucranio las ha utilizado para defender sus posiciones desde el inicio de la invasión a gran escala, pero las tropas rusas se han ido apoderando de ellas según van ganando territorio. “No tienen que cavar trincheras y pueden avanzar con bastante rapidez y protegidos de nuestros drones”, explica Misha, pseudónimo de un francotirador ucranio que vivió dentro de ellas durante el primer año y medio de guerra.

Como resultado del avance por el trazado ferroviario, los soldados rusos están formando una suerte de círculo en torno a los batallones de la 31.ª Brigada Mecanizada ucrania, que corre el riesgo de quedar embolsada . Tal extremo es confirmado por Serhii, un soldado que prefiere no dar a conocer su unidad ni su apellido. “La situación es muy dura. Los camaradas que estaban situados a nuestra izquierda han perdido sus posiciones y Rusia avanza por allí. Tendremos que movernos si no queremos que nos rodeen”, explica a la salida de un supermercado de Pokrovsk.

En Mirnogrado se escuchan los disparos de artillería. Apenas quedan habitantes en este municipio de casas de campo unifamiliares rodeadas de jardines de flores y árboles frutales. En el jardín de su casa, Román y su mujer, Yulia, invitan a un plato de borsch, la sopa tradicional ucrania. Él reconoce sentirse indignado porque nadie le hizo caso cuando advirtió, casi al principio de la invasión, de que convendría reventar las líneas ferroviarias. Este empresario comenzó a ayudar al ejército ucranio en 2014, cuando fuerzas prorrusas atacaron Donbás por primera vez, y desde entonces en su granja ha alojado y ayudado a centenares de soldados. No es solo un granjero que era uno de los más prósperos de la región; es una de las personas con mejores conocimientos y contactos en el ámbito castrense y por todo ello ha recibido amenazas de muerte. “Me llamaron desde un teléfono de Donetsk hace un mes y me informaron de que soy considerado un enemigo de Rusia”.

Necesidad urgente de armas

Casi 900 días después del inicio de la invasión a gran escala, Ucrania ha sido reforzada por sus países aliados con nuevo armamento, pero no el suficiente como para detener los avances de las tropas rusas. Además, Moscú está destinando ingentes recursos para abrirse paso hacia este importante punto estratégico y logístico. “Rusia está usando de todo para avanzar: motocicletas, infantería, tanques… Cuando conocen nuestras posiciones también nos mandan bombas desde el aire, y ante eso solo podemos intentar ponernos a salvo”, dice Serhii. Este soldado asegura que están recibiendo al menos 260 ataques al día. “Además, nos atacan desde zonas habitadas por civiles, así que no podemos devolver los ataques”, añade.

En Pokrovsk, muchos negocios y viviendas han protegido las ventanas ante los continuos ataques del ejército ruso.
En Pokrovsk, muchos negocios y viviendas han protegido las ventanas ante los continuos ataques del ejército ruso. Lola Hierro

En una reciente entrevista con The Guardian, el general Syrskyi reconoció que la situación es muy difícil y que Rusia posee entre el doble y el triple de recursos y equipamiento que Ucrania. Más tanques, más infantería y más vehículos de combate: por ejemplo, de los 100.000 hombres con los que empezaron la invasión a gran escala, ahora son 520.000, afirmó. Y los tanques se han duplicado de 1.700 a 3.500. Ucrania, por el contrario, no facilita cifras sobre el número de sus efectivos.

“Necesitamos efectivos, pero también necesitamos artillería, misiles, tanques… En realidad, de todo, porque estamos parando al enemigo con nuestros propios cuerpos. Por favor, acordaos de nosotros en Occidente y enviadnos armamento”, pide Serhii.

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Lola Hierro (Enviada especial)
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.
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