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El flujo constante de armas que alimenta la guerra civil en Sudán

Amnistía Internacional aporta nuevos detalles sobre el suministro de armamento y munición al país en los últimos años, en parte violando el embargo que impide su venta en la región de Darfur

Soldados de las fuerzas armadas sudanesas conducen por el barrio de Beit Al-Mal de Jartum
Soldados de las fuerzas armadas sudanesas conducen por el barrio de Beit Al-Mal, de Jartum, el pasado 25 de abril.Ivor Prickett / Panos Pictures / ContactoPhoto (Ivor Prickett / Panos Pictures / ContactoPhoto)
Marc Español

Desde que estalló la guerra civil en Sudán en abril de 2023, cada vez más gente se enfrenta a una lucha diaria por encontrar comida. La ayuda humanitaria, bloqueada por las partes beligerantes de forma deliberada, sigue llegando a cuentagotas. La sanidad y la educación están colapsadas. En este contexto de escasez y necesidad generalizada, sin embargo, hay una mercancía que ha continuado fluyendo hacia el país y distribuyéndose en su interior sin apenas freno: las armas. Así lo denuncia Amnistía Internacional en un informe en el que revela que parte del arsenal procedente de China, Turquía, Irán o Rusia acaba en la convulsa región de Darfur, sobre la que pesa un embargo de la ONU desde 2004 para evitar precisamente el comercio de armamento.

El conflicto sudanés detonó en la capital, Jartum, como una lucha por el poder entre el ejército y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido. Desde entonces, se ha extendido por todo el centro, el oeste y el sur del país, y recientemente ha alcanzado el sureste, en la frontera con Etiopía. Además, movimientos armados que se mantuvieron primero al margen de la contienda han roto su neutralidad en favor de alguno de los dos principales bandos, y se han realizado amplias campañas para reclutar y armar a civiles.

En poco más de un año, la guerra ha provocado una de las peores crisis humanitarias del mundo. Unos 25 millones de personas, más de la mitad de la población (de un total de 48 millones), necesitan ayuda humanitaria, que sigue obstaculizada por el ejército y los paramilitares. Una cifra similar de personas sufre niveles agudos de hambre, incluidas más de 750.000 en condiciones catastróficas. Más de 10 millones están desplazadas dentro y fuera del país, el 65% de la población no tiene acceso a la sanidad, y unos 20 millones de niños no van a la escuela.

Esta devastación ha sido posible en gran medida por un flujo constante de armas que está ayudando a alimentar la guerra, según denuncia el informe de Amnistía Internacional publicado este miércoles que documenta cómo en los últimos años se ha importado en Sudán una gran cantidad de armamento y munición del exterior, incluso de fabricación reciente. Parte de estos envíos, además, terminan en Darfur, una de las zonas más castigadas por el conflicto y sobre la que pesa un embargo de armas desde 2004.

“El flujo constante de armas hacia Sudán sigue provocando la muerte y el sufrimiento de civiles a una escala inmensa”, destaca en el informe el responsable regional en derechos humanos de Amnistía Internacional, Deprose Muchena. Para la investigación, la organización analizó más de 1.900 registros de envíos de armas de dos proveedores de datos comerciales, así como más de 2.000 pruebas digitales y de fuente abierta.

Desde el inicio de la guerra, ambas partes beligerantes han usado avanzados inhibidores de drones, fusiles y morteros fabricados en China, y existen indicios de que estos últimos han sido utilizados en Darfur Oriental, según Amnistía Internacional. El informe identifica además armas ligeras chinas de fabricación reciente en varias partes de Sudán, incluido Darfur, lo que viola el embargo de la ONU.

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La investigación también revela el desvío de armas ligeras turcas destinadas al mercado civil, a grupos armados de la oposición y a fuerzas gubernamentales, incluido el personal de seguridad del comandante del ejército, Abdelfatá al Burhan. Al mismo tiempo, firmas turcas han enviado en los últimos años cientos de miles de armas y millones de cartuchos de fogueo que luego podrían estar siendo transformadas a gran escala en artefactos letales.

Asimismo, empresas de Rusia, entre ellas dos participadas minoritariamente por Rostec, un conglomerado estatal de defensa, han exportado a Sudán grandes cantidades de armas ligeras para uso civil que luego han utilizado ambas partes beligerantes, incluido en zonas de Darfur, según observa el informe. Parte de este comercio se ha realizado a través de traficantes de armas estrechamente vinculados a las Fuerzas Armadas sudanesas.

En los últimos meses, el ejército está estrechando lazos con Irán y se cree que uno de sus suministros más codiciados son sus drones, que ya se han usado en el frente en números aparentemente reducidos, según imágenes que han circulado en redes sociales. Algunos de estos, sin embargo, podrían ser de producción local. En paralelo, un avión de carga de una compañía iraní sancionada por Estados Unidos por entregar suministros de la Guardia Revolucionaria a Siria, incluidas armas, ha realizado desde diciembre al menos siete vuelos a Sudán, según servicios en línea de seguimientos de vuelos.

El informe de Amnistía Internacional también ha identificado fusiles de asalto serbios en el país, con indicios de haber sido transferidos recientemente, pero señala que su presencia no implica necesariamente que el envío se realizara desde Serbia, sino que podrían haber sido suministrados por actores de otros países. Otro país clave es Emiratos Árabes Unidos, el principal aliado de las Fuerzas de Apoyo Rápido, que han usado vehículos blindados emiratíes de transporte de personal de fabricación reciente, según la investigación.

Los hallazgos de Amnistía Internacional refuerzan lo revelado en otros informes sobre el suministro de armas a Sudán. Uno de los más detallados hasta ahora es el elaborado por un grupo de expertos de la ONU, de finales del año pasado, que documentó cómo la ofensiva de los paramilitares para hacerse con el control de todo Darfur lanzada en agosto de 2023 fue acompañada de una escalada de los medios utilizados y de la apertura de nuevas rutas de suministros que tuvieron “enorme impacto en el equilibrio de fuerzas sobre el terreno”.

El grupo de expertos identificó tres líneas de suministro principales. La primera implicaba un tráfico constante de aviones de carga de Emiratos con destino a un aeropuerto al este de Chad e indicios “creíbles” de que transportaban armas y munición a gran escala. Abu Dabi siempre lo ha negado. Las otras rutas cruzaban desde el este de Libia, principalmente con combustible, armas y automóviles, y desde Sudán del Sur con combustible.

El informe de Amnistía Internacional arroja nueva luz sobre las entidades que importan cantidades significativas de armas en Sudán. Estas se dividen en dos grupos: empresas con estrechos vínculos con el ejército y la industria armamentística nacional, e importadores enfocados al mercado civil que alimentan a las partes beligerantes. El ejército ha tenido problemas para asegurarse suministros militares desde que perdió el control del principal complejo industrial militar del país en Jartum el pasado verano.

En vista del flujo de armas hacia el país, Amnistía Internacional considera que el embargo de la ONU que hoy solo afecta a Darfur debería actualizarse, hacerse extensivo a todo Sudán e ir acompañado de un reforzamiento de los mecanismos de vigilancia que abarque toda clase de armas que puedan ser usadas en combate. También piden que Estados y empresas suspendan de inmediato el suministro de toda clase de armas y municiones a Sudán, y llaman a todos los países a prohibir de manera explícita estas transferencias.

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