El cordón sanitario no existe en TikTok: cómo la ultraderecha francesa seduce a los jóvenes
Jordan Bardella, candidato a primer ministro del Reagrupamiento Nacional, es la nueva estrella de las redes sociales. La izquierda trata de imitar su estrategia en la campaña exprés para las elecciones legislativas
Jordan Bardella tiene hambre. El líder del Reagrupamiento Nacional (RN), jefe de filas del partido para las legislativas francesas de finales de junio, se come una salchicha. Luego una galleta de chocolate. Y luego una gominola en forma de cocodrilo. Al deslizar el dedo otra vez, aparece tomándose un pastis, el licor anisado propio del sur de Francia, en una barra de bar. Luego dibujando un corazoncito con las manos, quitándose la chaqueta en un mitin mientras el público le silba como si fuera una pin-up —”¡qué calor hace!”— y jugando a un videojuego en sus ratos libres con un cuello alto que parece digno de un carismático eurovillano de película.
Son solo algunas viñetas móviles de su cuenta en TikTok, donde Bardella suma 1,6 millones de seguidores. Los contenidos políticos ocupan solo una cuarta parte de sus vídeos. El resto está pensado para humanizar al candidato, un joven normal de 28 años: podría ser un líder de la ultraderecha europea o el novio formal de tu prima. La red china ya fue el escenario privilegiado por el número uno del RN para su victoriosa campaña para las europeas. Seguirá siéndolo en estas legislativas: Bardella ha encontrado en TikTok la mejor herramienta para desplegar su capital de simpatía y seducir a un electorado joven que no votaba o que nunca hubiera apostado por la ultraderecha.
Entra por los vídeos de gatitos, quédate por las ideas. Entre una imagen anodina y la siguiente, Bardella pronuncia un alegato contra la inmigración que, en total, ya acumula cinco millones de visitas. Es la estrategia utilizada por el presidente del RN, convertido en la tercera personalidad política más popular en TikTok en Francia, solo por detrás de sus dos mejores enemigos, Emmanuel Macron y Jean-Luc Mélenchon.
Desde su cuenta, Bardella ha logrado erigirse en portavoz de su generación, en protector de los perdedores de la globalización, de una Francia rural y periurbana sin grandes perspectivas de futuro, que se siente abandonada por la clase política. “Hemos invertido mucho en redes sociales, es una manera de hablar a los jóvenes. En estas elecciones quiero politizar a los jóvenes”, confesó Bardella a pocos días de las europeas, en un encuentro con mayores de edad que votaban por primera vez.
Cuando encabezó la lista de las elecciones de 2019, solo apostaron por Bardella el 15% de los menores de 24 años. Este año han sido el 25%, solo un 8% por detrás de la Francia Insumisa de Mélenchon, según datos de Ipsos. Entre los jóvenes de entre 24 y 35 años, el RN ya es la primera fuerza política con el 30% de los votos, 10 puntos por delante de la izquierda antiliberal. Como otros partidos de ultraderecha, el RN lleva años utilizando las redes para vulgarizar sus ideas.
“Para entender cómo el RN utiliza TikTok hay que volver 20 años atrás. El Frente Nacional, como se llamaba entonces, fue un pionero en el activismo digital”, explica Safia Dahani, investigadora en sociología política del EHESS de París. “La ultraderecha, a la que le costaba que la invitaran a los platós de televisión, usó las páginas militantes y los grupos de Facebook para difundir su programa con gran éxito”. En internet no había cordón sanitario, como tampoco en TikTok. “Y, a la vez, ver un vídeo de Bardella no equivale a votar por él. También tiene que haber una disposición previa, un entorno favorable”, matiza Dahani.
“Es sintomático de un proceso de desideologización de la política. El candidato se vende como si fuera un producto”, dice el politólogo Jean-Yves Camus
En este caso, el caldo de cultivo es la llamada desdiabolización, como se denomina en Francia a la normalización progresiva de las ideas del RN, que hoy se ha convertido en un partido como otro cualquiera. En 2022, Marine Le Pen cedió la presidencia del partido a Bardella, que tres años atrás había liderado la candidatura del partido a las europeas con solo 23 años (y ya las ganó). Le iba a permitir alcanzar un electorado al que ella no tenía acceso, por su perfil: crecido en la banlieue de París, hijo de padres separados de clase media y descendiente de emigrantes italianos, con dotes para la oratoria y ningún vínculo con el negro pasado del partido. Fue el clímax del largo proceso de lavado de cara emprendido por Le Pen, que pasó incluso por un cambio de nombre (sonaba mejor reagrupación, palabra clave en la retórica gaullista, que los ecos marciales del antiguo frente). No calculó que su delfín le acabaría haciendo sombra: según un estudio del instituto Elabe, un 38% de los franceses (y un 91% de los simpatizantes de la ultraderecha) tienen buena imagen de Bardella, frente al 33% de Le Pen. Hace un año, el joven presidente del RN, visto primero como un hombre de paja, estaba 10 puntos por detrás de su mentora.
El estrellato de Bardella en Tiktok parece la culminación de la metamorfosis del partido. “Es sintomático de un proceso de desideologización de la política: el candidato se presenta como un particular que escenifica su vida en lugar de proponer un proyecto para el país. El político se vende como si fuera un producto”, expresa el politólogo Jean-Yves Camus, especialista en la extrema derecha. No es un fenómeno del todo nuevo: en los sesenta y setenta, líderes como John F. Kennedy o Valéry Giscard d’Estaing ya recurrieron a publicistas que aplicaron las reglas del marketing a la política. “La diferencia es que eran líderes preparados, con estudios y experiencia, que procedían de dinastías políticas. No es comparable con el caso de Bardella”, matiza Camus. Aunque precisamente por eso tiene éxito: en un contexto de desapego por la clase política, no comportarse siguiendo sus códigos es una ventaja electoral.
La izquierda se moviliza
“Hemos subestimado TikTok”, admitió la líder ecologista Marine Tondelier durante el escrutinio de las europeas. Desde esa noche, las redes de los partidos de izquierda se han llenado de edits y fancams —vídeos que exaltan una figura con montajes de imágenes y música— y otros formatos que abundan en X, Instagram o TikTok. Están dedicados a líderes como François Ruffin o Sandrine Rousseau, pero también a una joven generación de representantes de la izquierda alternativa, como Rima Hassan, Alma Dufour o Antoine Léament, antiguo responsable de las campañas digitales de Mélenchon. Hace unos días, Sébastian Delogu, diputado antiliberal de 37 años, que se convirtió en personaje viral cuando ondeó una bandera de Palestina en el hemiciclo, apareció en una pantalla de Times Square, en Nueva York, tras una colecta de sus seguidores. Acariciaba a un gatito con letras de Taylor Swift sobreimpresas.
Clémence Guetté es una joven diputada de la Francia Insumisa en la periferia sur de París que cuenta con 115.000 seguidores en TikTok. En los últimos días también ha protagonizado varias decenas de vídeos. Su equipo asegura que no está detrás de la jugada. “La izquierda va con retraso en estas cuestiones, como ya le sucedió con YouTube e Instagram hace 10 años: los desdeñaron porque les parecían poco serios frente a los medios tradicionales”, asegura su asesor de comunicación, Clément Agostini. “La tendencia que marca Bardella es el vídeo sin pensamiento político, pensado para proyectar una imagen de yerno ideal. Tenemos que reconquistar ese espacio y hacer que nuestros portavoces también parezcan simpáticos y divertidos”.
A marchas forzadas, la izquierda trata de imitar las estrategias virales del RN en esta campaña exprés. Otra iniciativa es 24x36, una plataforma creada por dos diseñadores gráficos la semana pasada, que insta a los simpatizantes de izquierdas a diseñar carteles electorales para el Nuevo Frente Popular, la coalición de los partidos progresistas. En pocos días han recibido 1.500 diseños.
“No podemos abandonar los contenidos virales a una extrema derecha xenófoba y machista”, afirma uno de sus responsables, Geoffrey Dorne. Las propuestas se enmarcan en una estética amable. Están llenas de juegos de palabras con apellidos históricos del socialismo (Marx, Jaurès, Blum) y se alejan del imaginario de la agitprop, la propaganda de reminiscencias soviéticas que solía dominar, hasta no hace tanto, el cartelismo de la izquierda francesa. “Nuestra idea fue alejarnos del símbolo clásico del puño alzado y las caricaturas propias del Tercer Reich. Estamos en otro tiempo. Queremos proponer imágenes más festivas y positivas”.
Este cambio de estética podría tener efectos políticos y abrir al Nuevo Frente Popular a otras demografías, en dirección a esa clase media de espíritu centrista con la que se suelen ganar las elecciones. “Se han sumado votantes de izquierda, pero también personas apolíticas y de otros partidos”, confirma Dorne. De momento, las redes están empapeladas con sus carteles. “Hace dos décadas que, en cada campaña electoral, lo digital gana en importancia. Esta no va a ser distinta”.
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