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Guerra entre Israel y Gaza
Columna
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La peor Nicaragua contra la mejor Alemania

El tercer caso que llega a la justicia internacional por la guerra de Gaza enfrenta a un régimen denunciado por la ONU contra un país sólido en su legitimidad democrática

Nicaraguan Ambassador Carlos Jose Arguello Gomez and lawyer Alain Pellet
El embajador de Nicaragua, Carlos José Arguello Gómez, y el abogado Alain Pellet, sentados en la sala del Tribunal Internacional de Justicia con sede en La Haya, este lunes.Piroschka Van De Wouw (REUTERS)
Lluís Bassets

Si la causa es buena, no podía ser peor su abanderado. La dictadura nicaragüense, recién denunciada por Naciones Unidas por violaciones de derechos humanos equivalentes a crímenes contra la humanidad, ha señalado a Alemania por el suministro de armas a Israel y en especial por convertir su existencia y su seguridad en “razón de Estado”, según definición de la canciller Angela Merkel en 2008 en un discurso histórico ante la Knesset (Parlamento israelí).

Nicaragua y Alemania son firmantes de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de 1948, comprometidos como tales a evitarlo, castigarlo y someterse al arbitraje del Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) de Naciones Unidas. Sobre la misma base que ha permitido a Sudáfrica litigar contra Israel e incluso obtener medidas cautelares, Nicaragua ha incoado un procedimiento para que Alemania suspenda el suministro de armas, evite que las ya suministradas sean utilizadas en Gaza y reanude su participación en la financiación de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), interrumpida tras la denuncia de la infiltración de Hamás entre sus trabajadores.

Nicaragua la ha emprendido contra Alemania porque no podía hacerlo contra Estados Unidos, el enemigo histórico con el que litigó ante este mismo tribunal hace 40 años por la ayuda a la guerrilla que combatía contra el régimen sandinista. Washington es el principal suministrador de armas a Israel y también firmante de la Convención, aunque tardó 40 años en ratificarla tras la introducción de numerosas reservas, hasta el punto de que no puede ser objeto de litigio sin autorización de la Casa Blanca. La actual administradora de la Agencia para el Desarrollo de Estados Unidos (USAID) y ex embajadora en la ONU, Samantha Power, describió el estatus de su país “como el equivalente a un acusado de asesinato al que debe requerirse su autorización para llevarle ante los tribunales”.

Este es el tercer caso que llega al TIJ en plena guerra de Gaza. El primero, incoado por Sudáfrica, ha dado pie a dos admoniciones para que Israel garantice los suministros y la seguridad de la población, mientras que el segundo, meramente consultivo sobre las consecuencias de la ocupación, ha escenificado el consenso internacional en favor del Estado palestino. El TIJ tardará en entrar en el fondo de la denuncia por genocidio, pero la petición de medidas cautelares se suma a otras resoluciones de distintos organismos de Naciones Unidas en la presión sobre Netanyahu para que declare una tregua definitiva.

Esta es la mejor Alemania de la historia, basada en la responsabilidad derivada de su pasado trágico y en la defensa del multilateralismo y la legalidad internacional. Son sólidos sus argumentos frente a Nicaragua e incomparable su legitimidad democrática. A diferencia de Estados Unidos, acepta sin reservas la jurisdicción del tribunal y el carácter vinculante de sus resoluciones. Y solo le falta el reconocimiento del Estado palestino para blindar su “razón de Estado” y romper la creciente polarización entre el llamado sur global y el Occidente liberal.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).
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