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Un pueblo de Ucrania arrasado por la invasión defiende a su mito soviético

El municipio de Sviatohirsk es conocido por acoger la mayor estatua dedicada al revolucionario Artem, símbolo del nacionalismo ruso en Donbás

Sviatohirsk Ucrania
Monumento a Artem en Sviatohirsk, Ucrania, el pasado febrero.Cristian Segura
Cristian Segura

La figura colosal de un mito soviético preside el municipio ucranio de Sviatohirsk, en la provincia de Donetsk. Se trata de Artem, nombre con el que fue conocido el revolucionario bolchevique Fiódor Serguéyev. Su efigie, como el resto del pueblo, no se ha librado de la destrucción que causaron los combates durante los tres meses de ocupación rusa, entre junio y septiembre de 2022. El monumento, de 22 metros de altura y ubicado en una colina que domina la zona, sufrió impactos de mortero y de balas. A su alrededor hay nidos de ametralladoras excavados, cajas de munición abandonadas y campos de minas. A sus pies hay una bandera ucrania que izaron unos soldados cuando Sviatohirsk fue liberada. El viento la hizo caer y nadie la volvió a subir. Se trata de una escultura dedicada a un mito del imperialismo ruso, pero también de una obra de arte que Ucrania quiere preservar.

El monumento a Artem es obra de Iván Kavaleridze (1888-1978), uno de los escultores ucranios más destacados de principios del siglo XX. Y esto es lo que la ha salvado de las “leyes de descomunización” aprobadas en 2015, según explicaba Oksana Barshinova en el catálogo de la exposición En el ojo del huracán: vanguardia en Ucrania 1900-1930 (2022). La guerra con los separatistas prorrusos de Donbás, en el este, intensificó la erradicación de la influencia del imperialismo ruso en Ucrania, también el soviético. A partir de la invasión rusa del país, el proceso se ha acelerado. “Desde 2015, el monumento de Kavaleridze ha estado bajo la amenaza de ser demolido, pero ha sido su perdurabilidad y sofisticación tecnológica lo que lo ha salvado de la destrucción”, escribe Barshinova.

Impacto de mortero en la estatua de Artem, el pasado febrero en Sviatohirsk, Ucrania.
Impacto de mortero en la estatua de Artem, el pasado febrero en Sviatohirsk, Ucrania.Cristian Segura

El Ministerio de Cultura de Ucrania encontró una alternativa el pasado octubre, cuando esta escultura de 1927 pasó a denominarse “Monumento del destacado escultor Iván Petrovich Kavaleridze”. Pero la realidad es que, como indicaba Barshinova, subdirectora del Museo Nacional de Arte de Ucrania, es imposible “separar la ideología que hay en las obras monumentales de Kavaleridze”. El mismo artista dejó escrito que el trabajo en Sviatohirsk lo afrontó con “mucho entusiasmo”: “Era importante personificar la energía y la voluntad de todos aquellos que estaban construyendo el socialismo”. “Con su mano izquierda, Artem agarra su gorra y con la derecha señala el camino a las masas”, explicó Kavaleridze, “la figura se ve a distancia, y personifica el auge del joven Donbás industrial”.

La estatua es excepcional en su época, una figura cubista construida en una sola pieza de hormigón. Más ambicioso era incluso el monumento a Artem que Kavaleridze construyó en 1924 en Bajmut. La ciudad fue aquel año bautizada como Artemivsk, en honor al difunto líder bolchevique, y así se llamó hasta la independencia de Ucrania, cuando recuperó su nombre anterior a la Unión Soviética. El complejo escultórico de Artem en Bajmut fue destruido durante la ocupación alemana en la II Guerra Mundial. La ciudad fue arrasada entre 2022 y 2023, durante la invasión de Moscú. Para Rusia, que ha ocupado las ruinas, el municipio continúa llamándose Artemivsk.

“Odioso bolchevique”

El Camarada Artem fue uno de los revolucionarios más carismáticos de Ucrania, sobre todo en el Donbás minero. Con su muerte en 1921 en un accidente, el Partido Comunista lo elevó a lo más alto del olimpo icónico soviético e incluso Stalin adoptó a su hijo. Artem combatió también contra el nacionalismo ucranio y contra la proclamación de la efímera república de Ucrania. Para la oficialidad del país invadido, su figura encarna al enemigo que niega la existencia del Estado ucranio; para el enemigo, Rusia, Artem es la prueba de que Ucrania forma parte de su mundo.

El Gobierno de la provincia de Donetsk organizó el pasado octubre un encuentro entre expertos y los medios de comunicación para justificar el cambio de nombre y la supervivencia de la estatua. El Gobierno provincial invitó a hablar con la prensa al artista Rostislav Luzhetski, admirador de Kavaleridze, que indicó que casi es casualidad que la escultura sea un homenaje a Artem: “Para Kavaleridze se trataba solo de una oportunidad para crear algo genial”. El comunicado de las autoridades de Donetsk proseguía así: “Luzhetski aseguró que el monumento no tiene nada que ver con la verdadera imagen del odioso bolchevique, ni el retrato ni su antropología. Fisonomistas que estudiaron el monumento dicen que es mucho más similar al joven Kavaleridze”.

Pero la historia es la que es, se trata de un monumento a Artem. Y quienes lo saben mejor son los habitantes de Sviatohirsk. “Nos encontramos en un momento de descomunización, pero también tenemos que proteger la historia”, comentó el pasado febrero a este diario Volodímir Rebalkin, el alcalde. Rebalkin admitía la complejidad de la situación, “porque la escultura tiene el valor que es de Kavaleridze, de los buenos tiempos de la URSS [la década de los veinte se caracterizó por una revalorización de la cultura nacional ucrania], pero también se trata de Artem, símbolo del terror”.

Calle principal de Sviatohirsk, parcialmente destruida, el pasado febrero.
Calle principal de Sviatohirsk, parcialmente destruida, el pasado febrero.Cristian Segura

Lo más importante para Rebalkin es que la escultura es un sello distintivo de uno de los municipios más turísticos de Ucrania. Sviatohirsk es hoy un lugar desolado, con sus bosques destrozados por los combates y gran parte de los edificios hechos trizas, pero antes de la guerra había sido un destino del turismo de naturaleza y salud. Serhii es un maquinista jubilado que atiende a EL PAÍS frente a las ruinas de un edificio, en el centro del pueblo. De fondo, lejano, llega constante el ruido de las explosiones de los obuses ucranios que disparan hacia las posiciones rusas, a 25 kilómetros. Para Serhii, Artem “fue un gran héroe”, y fue a partir de su voluntad que Sviatohirsk se convirtió en un lugar de ocio y zonas termales para los trabajadores mineros de Donetsk. Serhii no quiere dar su opinión sobre el significado que tiene el monumento en los dos bandos que luchan, y se limita a manifestar que “nadie se libra de la guerra y la tristeza”.

“Para mi generación es un homenaje a un héroe, a Artem, para los jóvenes será una cosa diferente”, dice Valentina Antípova, una mujer de 75 años, agrónoma jubilada que perdió a su marido durante la guerra, muerto en un ataque de artillería. Antípova espera en una cafetería a que una amiga la lleve a casa en coche. Apura un té mientras recuerda con tristeza su juventud, sin ser nostálgica de la Unión Soviética, pero comparándola con la década que lleva la provincia de Donetsk en guerra: “Para mi generación es difícil adaptarse a los nuevos tiempos”.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.
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