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Miles de tractores inundan Berlín en protesta por el recorte de subsidios agrícolas y las políticas del Gobierno de Scholz

Agricultores y ganaderos cierran una semana de protestas con un gran despliegue en la capital que evidencia un malestar que va más allá de la subvención al diésel. El ministro de Finanzas defiende los planes y les dice que no hay más dinero

Elena G. Sevillano
Alemania
Tractores y otros vehículos de los agricultores alemanes, en la avenida 17 de Junio de Berlín, durante la protesta contra los recortes al campo, el 15 de enero.Filip Singer (EFE)

Alrededor de 3.000 tractores y varios miles de manifestantes a pie cerraron este lunes a lo grande en la capital alemana una semana de intensas protestas contra el recorte de los subsidios agrícolas del Gobierno del socialdemócrata Olaf Scholz. Con pancartas en las que se leían mensajes como: “Estamos hartos”; “Hay que echar al semáforo [el nombre con el que se conoce al tripartito de socialdemócratas, verdes y liberales]” o “Hay que abolir la política”, la revuelta del campo alemán ha puesto de manifiesto un creciente descontento con el Ejecutivo que va más allá del diésel agrícola y las dificultades de un sector siempre al límite pese a estar muy subvencionado.

Los tractores marcharon por las principales arterias de Berlín y se concentraron en la avenida del 17 de Junio, frente a la emblemática Puerta de Brandeburgo, pese al tiempo desapacible y las declaraciones de Scholz, que por ahora aguanta la presión y mantiene los recortes. El ministro de Finanzas, el liberal Christian Lindner, principal responsable del ahorro en el presupuesto de 2024 que ha provocado la ira de los agricultores, subió al estrado a defender su postura. Aguantó pitidos y gritos constantes de “mentiroso”, “hipócrita” y “¡fuera!”, mientras trataba de ganarse las simpatías del público diciendo que es cazador y conoce bien el campo y sus dificultades. Al final su mensaje fue claro: no hay más dinero y todos los sectores van a tener que apretarse el cinturón. Pese a la valentía de meterse en la boca del lobo a dar la cara por el Ejecutivo, salió escaldado, entre abucheos aún más sonoros que cuando empezó a hablar.

Joachim Rukwied, presidente de la asociación alemana de productores agrícolas, pide calma a los manifestantes para que pueda hablar el ministro de Finanzas, Christian Lindner, este lunes en Berlín.
Joachim Rukwied, presidente de la asociación alemana de productores agrícolas, pide calma a los manifestantes para que pueda hablar el ministro de Finanzas, Christian Lindner, este lunes en Berlín. FABRIZIO BENSCH (REUTERS)

La única promesa que escucharon los manifestantes fue la de reducir la burocracia que también lastra al campo alemán. El Ejecutivo pretende presentar un plan concreto antes del próximo jueves, pero nada garantiza que eso vaya a apaciguar la revuelta de los tractores. Y eso que, incluso antes de empezar la semana de protestas, los agricultores ya habían conseguido importantes concesiones del Gobierno. El recorte inicial consistía en dejar de subvencionar de golpe el diésel agrícola, vigente desde hace 70 años y que supone para las explotaciones un reembolso de 21,48 céntimos por litro. Ahora expirará de forma gradual, en tres años. Además, se iba a suprimir la exención de pagar el impuesto de circulación de vehículos agrícolas y forestales. Este punto se ha abandonado.

No es la primera vez que los tractores salen a la calle. A finales de 2019, con Angela Merkel en la cancillería, el sector protestó de forma masiva contra las nuevas regulaciones medioambientales y las normas que prohibían algunos fertilizantes, además de por los precios bajos de los productos agrícolas en el supermercado. Ahora la situación es distinta y la capacidad de desestabilizar a un Gobierno que hace equilibrios para mantenerse, muy superior. A la caída de popularidad del Ejecutivo de Scholz en las encuestas —la suma de los tres partidos superaría por poco el 30% si se celebraran elecciones— se une la situación económica, con un estancamiento preocupante que podría extenderse al resto de 2024, y, sobre todo, el crecimiento de la ultraderecha.

Protestas este lunes en el centro de Berlín contra la política agrícola del Gobierno alemán.
Protestas este lunes en el centro de Berlín contra la política agrícola del Gobierno alemán. Filip Singer (EFE)

El partido Alternativa para Alemania (AfD) ha sabido sacar provecho del descontento y se ha convertido en segunda fuerza en intención de voto a escala federal, solo superada por la coalición conservadora de los democristianos de la CDU y su partido hermano de Baviera CSU. Según los sondeos, AfD ganaría las próximas elecciones regionales que se celebran en otoño en tres Estados federados del este (Sajonia, Turingia y Brandeburgo) y se espera que obtenga buen resultado en los comicios europeos de junio.

Las protestas inquietan a la clase política y las fuerzas de seguridad porque se ha detectado la infiltración de extremistas de derecha como los que acosaron al ministro de Economía y Clima, el verde Robert Habeck, a la vuelta de sus vacaciones familiares. Los líderes de AfD han participado en la protesta de los agricultores, en la que se han visto varias pancartas del partido. Preocupa la creciente radicalización de la formación, de la que recientemente se ha conocido que varios de sus altos cargos se reunieron en secreto con conocidos neonazis para planear la deportación masiva de millones de personas de origen inmigrante, incluidos ciudadanos alemanes que no se consideran bien integrados. En respuesta a esas noticias, este domingo miles de personas en Berlín y Potsdam se manifestaron a favor de la democracia y contra el extremismo de derechas. El canciller, Olaf Scholz, y la ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, encabezaron la marcha en Potsdam, donde residen.

Los recortes que el Gobierno aplicará al campo alemán se enmarcan en la crisis presupuestaria que sufre Alemania después de que una controvertida sentencia del Tribunal Constitucional obligara en noviembre a revisar las cuentas de 2023 y años posteriores y las partidas extrapresupuestarias con las que el tripartito financia la transición energética. Las cuentas para 2024, aún sin aprobar, tienen que reducirse en al menos 17.000 millones de euros para cumplir con la estricta norma de limitación del endeudamiento, conocida como freno de la deuda, que Lindner no quiere suspender.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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