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Tres opciones ante las elecciones de Taiwán: más cerca de China, más lejos o una promesa de cambio

Los actos de campaña de los principales partidos muestran las distintas opciones de la isla ante los comicios del sábado. “Entre tres manzanas malas, hay que elegir una”, dice un seguidor del PPD, que lidera las encuestas

Elecciones Taiwan
Seguidores del vicepresidente taiwanés y candidato presidencial del gobernante Partido Progresista Democrático para las elecciones de 2024, Lai Ching-te, durante un mitin de campaña frente al edificio presidencial en Taipéi, este jueves.RITCHIE B. TONGO (EFE)
Guillermo Abril

Quedan pocos días para acudir a las urnas este sábado y las calles de Taipéi, la capital de Taiwán, están cubiertas de ambiente electoral. Numerosos autobuses llevan en el lomo el rostro de los candidatos a las presidenciales y al Yuan Legislativo (el Parlamento), carteles decoran edificios y tiendas y voluntarios en las esquinas entregan publicidad. Hasta ahí, todo resulta bastante familiar. Luego están las cosas típicamente taiwanesas de la campaña: es miércoles, a esa hora en que la gente regresa a casa del trabajo, cuando un grupo de unas 20 personas, calados con la gorra turquesa del joven Partido Popular de Taiwán (PPT) y agitando las banderas de la formación, avanzan a buen ritmo por las calles del distrito de Xinyi.

Para seguirlos hay que apretar la zancada. Van escoltados por la policía, que les apura para que crucen el paso de cebra; entregan banderines aquí y allá, y mientras avanzan, el pelotón de voluntarios grita el nombre de Ko Wen-je, el candidato a presidente, y lo aclaman con un apelativo en dialecto local: “¡A-bei, a-bei! [¡Tío, tío!]”, una fórmula habitual para dirigirse a las personas mayores, que refleja el carácter desenfadado y pegado a la tierra de este antiguo médico que ha ejercido como alcalde de Taipéi hasta 2022. Su papeleta ha ascendido sorpresivamente en los sondeos. La escalada se debe sobre todo al apoyo de los jóvenes, a la difusión de mensajes en redes sociales y a gente anónima que arrima el hombro, como el esperanzado Chen Ting-wei, un agente inmobiliario de 32 años, que ha venido tras acabar su jornada para difundir el mensaje en esta especie de yincana callejera. “No sabemos con certeza si traerá un cambio”, dice. “Pero al menos es una oportunidad”.

La agrupación nació en 2019, y se presenta como una alternativa al gobernante Partido Progresista Democrático (PPD) y al nacionalista Kuomintang (KMT), los dos únicos que han regido la isla desde las primeras elecciones democráticas en 1996. La victoria de Ko Wen-je, remota, pero no descartable (en los últimos sondeos, de principios de enero, aparecía en tercera posición), llevaría a Taiwán a territorio ignoto tras más de 25 años de bipartidismo. Es precisamente lo que quiere Chen, que protesta porque los dos partidos tradicionales no ofrecen un cambio real. Para estos dos, prosigue, todo se reduce a las relaciones a través del estrecho de Taiwán, con un partido (el KMT) más cercano a China y otro (el PPD) más independiente. “Y eso supone que Taiwán no está haciendo ningún progreso, está atrapada en medio”.

Muchos jóvenes han visto en Ko a un tipo con experiencia al frente de la capital, con fama de gestión transparente, y que les habla de sus problemas cotidianos, como el acceso a la vivienda o los bajos salarios. Estas cuestiones a menudo quedan ensombrecidas bajo la pugna geopolítica entre las dos grandes superpotencias: China, que considera a la isla autogobernada una parte irrenunciable de su territorio, y Estados Unidos, principal apoyo de Taiwán.

Otro de los voluntarios añade que se ha sumado a la comitiva porque quiere apoyar a un partido con pocos recursos. Opina que el PPT busca cambiar la cultura electoral, sin depender de donaciones o préstamos para su campaña. En el rostro de estos ciudadanos se percibe el entusiasmo de las primeras veces. “¿Quieres un banderín?”.

Es la recta final. Los eventos políticos se superponen. El pelotón de voluntarios del PPT, por ejemplo, pasa en un momento dado ante un aparcamiento donde, poco a poco, comienzan a congregarse los simpatizantes de uno de sus rivales, el KMT. Este es el partido heredero del bando que huyó de China en 1949 tras caer derrotado por los comunistas de Mao Zedong en la guerra civil china. Los vencidos se asentaron en la isla de Taiwán, donde fundaron una especie de gobierno en el exilio, bajo la batuta del lí­der del KMT, el dic­tador Chiang Kai-shek. Su viaje es el origen de uno de los grandes conflictos geopolíticos de nuestra era. El partido va segundo en las encuestas presidenciales, aunque encabeza los sondeos al Parlamento.

Los seguidores del KMT son, a primera vista, de mayor edad. Y la bandera que agitan en el aire es distinta: la enseña oficial de Taiwán. Aguardan a que arranque una caravana electoral, otra de las peculiaridades taiwanesas. Los políticos recorren a menudo las calles a bordo de vehículos que recuerdan al Papamóvil. Saludan y piden el voto a través de altavoces. En este caso, se trata de Jaw Shaw-kong, que aspira a la vicepresidencia, y Hsu Chiao-hsin, que opta al Legislativo.

Cuando la caravana se pone en marcha, los seguidores gritan el nombre del líder y candidato a presidente: “¡Hou Yu-ih, gana las elecciones!”. Y, en un suspiro, la comitiva se esfuma calle abajo. Uno de los presentes, un jubilado llamado Wang Der-song, de 69 años, dice que el PPD, el actual partido de Gobierno, que lleva ocho años en el poder, “provoca deliberadamente a China y no quiere diálogo ni comerciar” con este país. El KMT es el partido preferido en Pekín.

“Me gustaría que hubiera paz y amistad a través del Estrecho”, aporta Hou Jun-luen, exfuncionaria de 69 años, cuando se le pregunta si estaría a favor de una reunificación con China. Valora positivamente el progreso del gigante asiático: “Los edificios de allí son más altos”. Tiene un hijo viviendo en Pekín (al que ha visitado hace poco), otro en Silicon Valley y una tercera en Taipéi. Su marido, profesor retirado de historia, tras recordar la presencia china en Taiwán desde la dinastía Qing (1644–1911), asegura que un cambio del statu quo llevaría al conflicto con China.

Finalmente, están los mítines multitudinarios de cierre de campaña. El partido favorito, el PPD, celebra en la noche del jueves uno en un bulevar junto a la sede del Gobierno, en Taipéi. Logra reunir a miles de personas. El acto tiene algo de evento deportivo. Hay riadas de gente ya desde la salida del metro más cercano, a lo lejos, las pantallas gigantes muestran lo que sucede en el escenario, los potentes focos apuntan al cielo y bailotean en el cuenco oscuro de la noche. Mientras suena música épica, y uno de los líderes del partido calienta motores antes del discurso de los primeros espadas, Yuhsiang Ying, profesora de instituto de 35 años, da sus motivos para su apoyo: “Todos sentimos que China no es realmente amistosa con Taiwán, y que necesitamos un partido que nos respalde y nos ayude a defender nuestro país”. Esta formación es la que menos gusta en China.

Andrew Woo, de 45 años, también profesor en una escuela de negocios, añade en referencia a los tres partidos que se disputan la presidencia: “Entre tres manzanas malas, hay que elegir una. Y desde luego, una está podrida, el KMT, que es más pro-China”. En su opinión, la formación de Gobierno lo ha hecho “bien” en los últimos años. El PIB per cápita supera al de Japón, dice; la Bolsa taiwanesa va mejor que la de Hong Kong. Y tampoco ve riesgo de conflicto. “Muchos dicen que China atacará si sale elegido este partido, pero ha sucedido ya antes. No creo que China sea una amenaza. Es un tigre de papel”. A lo que su novia, junto a él, añade: “Y si votamos al KMT corremos el riesgo de convertirnos en Hong Kong o Xinjiang”.

El público agita las banderas, los altavoces atronan y la presentadora anuncia finalmente al candidato que, con mayor probabilidad, será el próximo presidente de Taiwán: “¡Lai Ching-te!”. “El mundo entero está pendiente de la decisión de Taiwán”, arranca su discurso Lai, actual vicepresidente. “Si avanza hacia el futuro o vuelve al pasado; si abraza el mundo o se encierra en China; si se aferra a los valores democráticos o se pliega al autoritarismo”.

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Sobre la firma

Guillermo Abril
Es corresponsal en Pekín. Previamente ha estado destinado en Bruselas, donde ha seguido la actualidad europea, y ha escrito durante más de una década reportajes de gran formato en ‘El País Semanal’, lo que le ha llevado a viajar por numerosos países y zonas de conflicto, como Siria y Libia. Es autor, entre otros, del ensayo ‘Los irrelevantes’.

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