La odisea del taxi en Roma: taxímetros apagados y solo pagos en efectivo
La falta de controles y el rechazo a la tarjeta de crédito situaron en 2021 a los taxistas de la capital entre los que menos ingresos declararon de toda Italia, según la investigación de una televisión
Fiumicino, 28 de abril, dos de la madrugada. Apenas hay taxis en la fila de la salida de la terminal. Tras más de una hora y media esperando, aparece uno e invita a subir al coche a dos clientes distintos: una pareja de turistas alemanes y un hombre solo. Uno delante, los otros dos detrás. “Primero les dejamos a ellos y luego a usted. ¿Ok?” ¿Cómo? “Sí. Es lo que hay. No hay taxis. Así ganamos todos”. Resignación general. El cinturón del copiloto no funciona. El taxímetro, claro, está apagado. Y la recaudación de la carrera se multiplica con un solo viaje (ir del aeropuerto al centro de Roma cuesta 50 euros y está regulado). El taxista pisa a fondo el acelerador. Y luego alcanza su primer destino. Al llegar, sorpresa. “Son 70 euros. ¿Tarjeta? No, solo cash”. Y aún tiene que dejar al otro.
Pese a la escena, el sector del taxi en Roma está cada vez más controlado y algunas cooperativas, como 3570, han logrado poner orden. Cada vez hay más organizaciones de este tipo y se percibe un cambio generacional positivo. Pero todavía puede suponer una odisea subirse a uno en la capital de Italia. El problema principal que se encuentran los usuarios ―más allá de su escasez, que aumenta los conflictos― son los trucos para poder facturar en negro, cuyo principal motor es el dinero en efectivo. El sector intentó que no fuera obligatorio tener una máquina TPV para poder pagar con tarjeta y el Gobierno estuvo a punto de aprobar que fuera así para todos los pagos hasta 60 euros. Finalmente, se impuso la idea de que algo así solo contribuiría a aumentar más la economía sumergida de uno de los países europeos con más evasión de impuestos. El cliente, en suma, tiene derecho a pagar con tarjeta. Pero la realidad es que un gran número de taxis siempre tiene estropeado el aparato. O eso dicen.
Una investigación llevada a cabo por el programa Le Iene (algo así como el antiguo Caiga quien caiga) desveló esta semana que los taxistas romanos son los que menos ingresos declararon el pasado año. La media, según los datos del Gobierno de 2021 difundidos por el show televisivo, es de 6.240 euros al año declarados en Roma. O sea, 520 euros al mes, incluidas las tasas. Eso representa la mitad que Milán (11.411) y menos que Nápoles (9.890). ¿Por qué? El presidente de la Cooperativa 3570, Loreno Bittarelli, lo atribuye principalmente a la caída del turismo por culpa de la covid-19. “Durante ese año y el anterior, Roma, capital de Italia y ciudad con mayor vocación turística, fue golpeada más fuertemente por los efectos de la covid con la consiguiente y drástica reducción de las carreras durante todo el periodo pandémico”.
Roberto Benigni recorría las calles de la capital en taxi en una aventura perpetua en aquella Noche en la tierra, del director Jim Jarmush. Solo que en su caso, los peligros venían del exterior. El taxi romano y sus protagonistas, más o menos injustamente, tienen fama mundial. “La mayoría de los taxistas que operan correctamente son la parte perjudicada por este fenómeno y no pueden ser ellos quienes velen por el cumplimiento de las normas. A menudo los controles no son sistemáticos. Nosotros podemos responder solo de nuestras acciones, que están basadas en el respeto de las reglas, que cada asociado debe asumir. En caso contrario, pueden ser sancionados y expulsados de la cooperativa”, insiste Bittarelli.
Los problemas, de noche
Los problemas suelen aparecer de noche. Y en los aeropuertos. Especialmente en el de Ciampino, donde un italiano siempre tiene más dificultades para encontrar taxi. Los clientes preferidos, claro, son turistas. “Sucede mucho, lamentablemente. Pero no somos todos así. Y tenemos que pagar unos cuantos por esa gentuza”, explica Mauro (que no da su verdadero nombre), un taxista romano mientras deja a un cliente junto a la basílica de San Giovanni Laterano. “Este mes ganaré 9.000 euros, pero siempre declaro unos 1.500″, decía otro conductor al programa de Le Iene, reconociendo su fraude.
El sector ha sido siempre muy beligerante y ha librado una batalla en los últimos tiempos contra la irrupción de Uber. Su peso político es muy importante y todos los alcaldes de Roma han intentado pactar con ellos para evitar movilizaciones que bloqueasen la ciudad. El poder, en parte, se basa en la falta de licencias (unas 7.800). El sector se opone a la ampliación: a menos licencias, más valor adquieren. Y se han enfrentado a quien quisiera modificar la regulación del sector, incluido el propio Mario Draghi cuando era primer ministro de Italia. En las últimas elecciones, muchos apoyaron a Giorgia Meloni (son unas 40.000 licencias activas en toda Italia), que prometió mantenerlos al margen de las nuevas normas sobre la competencia.
Muchos taxistas se rebelan contra esta práctica, que también ocurre en otros lugares de Italia. En Bolonia, Roberto Mantovani quería exponer esta situación en el sector donde trabaja y se dedicó a publicar diariamente en Twitter sus ingresos. En total, en dos semanas, con tres días de reposo, facturó 5.638 euros: la mitad de lo que sus colegas habían declarado para todo 2021. Mantovani recibió luego amenazas e intimidaciones. También pincharon las ruedas de su taxi.
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