Rebelo de Sousa reprende con dureza al primer ministro Costa pero evita convocar elecciones
El presidente opta por la estabilidad política pero critica la continuidad del ministro de Infraestructuras tras un escándalo en ese departamento que salpica a su titular
No habrá elecciones anticipadas en Portugal por la última crisis política, que era una de las salidas drásticas que algunos reclamaban a Marcelo Rebelo de Sousa, presidente de la República, como respuesta a los insólitos acontecimientos vividos la semana anterior en el Ministerio de Infraestructuras, que incluyó el robo temporal de un ordenador, el uso de la violencia y el intercambio de acusaciones entre el ministro, João Galamba, y su ex asesor Frederico Pinheiro, sobre quién mentía a la comisión parlamentaria de investigación de la aerolínea TAP. El jefe del Estado luso podría tanto disolver la Asamblea de la República para forzar elecciones anticipadas como destituir al Gobierno y obligar al primer ministro António Costa a formar un nuevo gabinete. Ambas son prerrogativas de la Constitución portuguesa, que creó un modelo de república semipresidencial, que otorga un influyente papel político al presidente de la República, al tiempo que consagra la autonomía de los poderes ejecutivo y legislativo.
Tras el discurso de Costa del martes, donde anunció que “por conciencia” no aceptaría la dimisión del ministro de Infraestructuras al considerar que no era responsable de los “deplorables” hechos, había una enorme expectativa sobre la respuesta de Marcelo de Rebelo de Sousa. En contra de su habitual locuacidad, permaneció callado sobre el asunto 48 horas, excepto un lacónico comunicado donde informaba de que discrepaba del primer ministro. Anoche rompió el silencio y deshinchó el globo de la especulación sobre el adelanto electoral.
En Marcelo Rebelo de Sousa ha pesado más el deseo de garantizar la paz institucional que el de imponer su criterio a António Costa en el choque más frontal y visible que han tenido ambos desde que comenzaron su convivencia institucional en 2015. Que uno sea socialista (Costa) y otro conservador (Rebelo de Sousa) no había causado ningún tropiezo grave hasta ahora e incluso la buena relación llevó al Partido Socialista a no apoyar oficialmente a su propia candidata a la presidencia de la República, Ana Gomes, en las últimas elecciones y defender la continuidad de Rebelo de Sousa.
“Conmigo no cuenten para causar conflictos y añadir problemas a los problemas que los portugueses ya tienen”, zanjó este jueves el presidente. Sumir al país en una nueva campaña electoral, cuando apenas ha pasado un año y tres meses desde la anterior, sería un factor de inestabilidad que se sumaría a la incertidumbre económica que ha disparado la guerra en Ucrania y sus efectos colaterales. “Los portugueses no merecen esos sobresaltos en un tiempo en el que desean que los gobernantes les resuelvan sus problemas del día a día”, dijo. Por otro lado, el presidente teme que la única posibilidad de que se diese un cambio en el Gobierno para que entrase un primer ministro conservador del Partido Social Demócrata requeriría el apoyo de la ultraderecha de Chega, algo que no desea facilitar.
Así que el Gobierno de Costa continuará, pero a cambio Rebelo de Sousa le dio un descomunal rapapolvo en horario de máxima audiencia, a las 20.00, al considerar que Galamba debería dimitir por responsabilidad política. “Un gobernante sabe que es responsable tanto de lo que hace como de lo que no hace, y también de aquello que hacen o no hacen aquellos que escoge”. “¿Cómo puede un ministro no ser responsable de un colaborador que eligió mantener en su equipo más próximo para llevar un asunto tan sensible como TAP? ¿Cómo puede no ser responsable de situaciones rocambolescas, inadmisibles o deplorables suscitadas por ese colaborador?”, inquirió el presidente antes de afirmar que João Galamba debería haber dejado el cargo. “La responsabilidad no se consigue solo con pedir disculpas, la responsabilidad es pagar por aquello que se hace o se dejó de hacer”, dijo en un claro tirón de orejas a António Costa, que pidió perdón por lo ocurrido, pero se negó a aceptar la dimisión de Galamba al considerar que no era responsable de los hechos protagonizados por su ex asesor.
Rebelo de Sousa fue directo en su intervención y señaló que la “divergencia de fondo” con el primer ministro no se refiere a la idoneidad de Galamba o sus capacidades para desempeñar su cartera, sino sobre “algo más importante” como “la responsabilidad, la confianza y la autoridad del ministro, del Gobierno y del Estado”. Fallar en esa responsabilidad daña, a su juicio, la “autoridad” de las instituciones. “Los portugueses esperan y necesitan un poder político que resuelva sus problemas más y mejor”.
Además de recriminar lo ocurrido, el presidente de la República anunció que a partir de ahora estará más “interviniente y atento” respecto a las actuaciones del Gobierno, en vista de las discrepancias sobre responsabilidades políticas con el primer ministro.
La investigación parlamentaria de la gestión de TAP entre 2020 y 2022 está en el origen de buena parte de los principales males del Gobierno luso, ya que está desvelando reuniones secretas para pactar preguntas y respuestas en comisiones en la Asamblea de la República, indemnizaciones millonarias y operaciones dudosas realizadas durante la gestión privada de la aerolínea. Además, está desatando declaraciones e intervenciones de diferentes ministros, que van de la confusión a la tergiversación de hechos o a decisiones que podrán tener un coste económico en los tribunales por falta de aval jurídico, como la destitución de la presidenta ejecutiva de la compañía, Christine Ourmières-Widener, por el ministro de Finanzas, Fernando Medina, justo cuando empezó a dar beneficios.
A este episodio de TAP, además, llegó el Gobierno debilitado en apenas un año de mandato con mayoría absoluta debido a la sucesión de errores, tanto en la gestión como en la elección de cargos públicos, que provocaron 13 dimisiones (dos ministros y 11 secretarios de Estado) en apenas nueve meses.
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