Lula da Silva: “No quiero agradar a nadie, quiero construir un camino para la paz en Ucrania”
El presidente brasileño insiste en su visita a Portugal en abrir una tercera vía con países neutrales para negociar una salida a la guerra desatada por Rusia
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, se ha empleado en las últimas horas en apagar el fuego que él mismo encendió durante su visita a Pekín y Abu Dabi, sin que eso signifique un cambio en su postura respecto a la guerra de Ucrania. “Yo no quiero agradar a nadie, no es obligado destruir el mundo para construir la paz. Yo quiero construir un camino para encontrar una salida al conflicto”, ha declarado esta mañana en Lisboa, primera escala de esta gira de casi una semana por Portugal y España.
Entre los gestos conciliadores se incluye la reunión que el viernes, nada más aterrizar en Lisboa, mantuvo Márcio Macêdo, ministro de la Secretaría General de la Presidencia de la República, con representantes de la Asociación de Ucranios en Portugal en la embajada brasileña. Pero este mediodía, en su conferencia de prensa en el palacio de Belén, junto al presidente portugués, Marcelo Rebelo de Sousa, el mandatario brasileño dejó claro que su visión no es la de Europa: “Nací en mi vida política negociando en situaciones muy difíciles en mi mundo sindical. Creo que se pueden encontrar soluciones para ese conflicto. Es mejor encontrar una salida alrededor de una mesa que continuar a intentar encontrar una salida en el campo de batalla”.
Lula recordó que su país condenó en la ONU la invasión rusa de Ucrania, pero que considera urgente acabar con un conflicto que está dañando a todo el mundo con grandes impactos económicos y sociales como la inflación. “Rusia no quiere parar y Ucrania no quiere parar. La guerra ya comenzó y ahora es necesario pararla y para pararla tiene que haber conversaciones”, señaló tras reunirse con el jefe del Estado luso. “Si usted no habla de paz, contribuye a la guerra. Brasil no quiere participar en la guerra, quiere estar en la paz”, insistió antes de recordar que en 2002 fue invitado por George W. Bush a participar en la guerra de Irak. “Le dije que mi guerra era contra el hambre en Brasil. Dos décadas después tenemos 33 millones de personas con hambre en Brasil. Mi guerra es contra el hambre, tenemos que encontrar la forma de construir la paz”, subrayó.
El brasileño enviará a Kiev a su asesor especial para Asuntos Internacionales, Celso Amorim, con el objetivo de entrevistarse con el presidente ucranio, Volodímir Zelenski. Amorim estuvo hace unas semanas en Moscú para tratar de dar pasos hacia una salida a la contienda iniciada en febrero de 2022. El objetivo de Brasil es implicar a un grupo de países neutrales para contribuir a la pacificación. Lula da Silva descartó un viaje a Kiev y a Moscú hasta que no se den las condiciones adecuadas para negociar el final de la guerra.
La primera visita del brasileño a Europa desde que tomó posesión del cargo el pasado 1 de enero estaba prevista antes del incendio que causaron sus declaraciones durante su visita a Pekín y Abu Dabi, donde fue muy crítico con Estados Unidos, al que acusó de avivar el conflicto, y la Unión Europea, por suministrar armas a las tropas ucranias. El malestar europeo fue mayúsculo y Lula da Silva ha visto cómo la polémica se está convirtiendo en el asunto central de su gira, aunque no la ha eludido. Junto a Rebelo de Sousa, el brasileño volvió a mostrar su rechazo al envío de armas a Ucrania y lo hizo un día después de la salida de tanques Leopard españoles hacia el país invadido y el anuncio del envío de cinco vehículos blindados de apoyo sanitario de Portugal, que ha suministrado casi 770 toneladas de equipamiento militar a los ucranios, según datos del Ministerio de Defensa. Más que ningún otro país comunitario, Portugal se ve atrapado entre su lealtad al club de Bruselas y su histórica vinculación con Brasil. Una contradicción que resumía estos días un cartel colocado frente a la sede del Partido Socialista portugués: “O estamos con Ucrania o con Lula da Silva”.
Brasileños y portugueses se han esforzado para que el desencuentro respecto a la guerra en Ucrania no enturbiase la visita de Estado, la primera después de una década marcada por el desinterés de Dilma Rousseff y el desprecio de Jair Bolsonaro. “Hoy hemos pasado una página”, resumió por la tarde en el Centro Cultural de Belén el primer ministro luso, António Costa, que puso como ejemplo de la anómala etapa bolsonarista el hecho de que el Premio Camões, el más importante de las letras portuguesas, de 2019 se vaya a entregar con cuatro años de retraso al escritor y músico brasileño Chico Buarque. “En estos cuatro años Brasil quedó aislado, tal vez haya sido el país más rechazado del planeta”, censuró Lula da Silva, que acusó a Bolsonaro (sin citarlo ni una sola vez) de destruir en cuatro años lo que el Partido de los Trabajadores había construido en 13.
Las cumbres bilaterales, que deberían ser anuales, no se celebraban desde la de Brasilia en 2016. “La relación entre Brasil y Portugal va a mejorar mucho porque voy a emplearme para que vengan más empresas e inversiones brasileñas a Portugal y más empresas e inversiones portuguesas a Brasil”, indicó Lula.
En esta ocasión se han suscrito 11 acuerdos de cooperación, entre ellos uno de vital importancia para los emigrantes (hay casi 300.000 brasileños en Portugal) como la convalidación de los estudios de primaria y secundaria, y otros en el terreno de la lucha contra el cambio climático y la cooperación cultural y científica. Ambos países buscan estrechar lazos económicos, claramente descompensados a favor de Brasil debido a las ventas de petróleo, que exporta a la antigua metrópoli por valor de 4.270 millones de dólares (3.847 millones de euros) y apenas importa de Portugal por 990 millones de dólares (892 millones de euros).
Pero uno de los mayores objetivos económicos de esta gira europea puede ser el impulso final al acuerdo entre Mercosur y la Unión Europea, pendiente de ratificar desde hace cinco años. La presidencia española de la UE a partir de julio se considera una ocasión idónea para suscribir el tratado con Mercosur, un coloso demográfico de casi 300 millones de habitantes integrado por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, al que podría sumarse pronto Bolivia. Al término de la cumbre bilateral luso-brasileña, Lula da Silva reiteró que el acuerdo tiene su apoyo, lo que refuerza la posición de António Costa y el presidente español, Pedro Sánchez, para firmarlo durante el semestre comunitario español. Costa considera que, aparte de las ventajas económicas, permitiría reequilibrar el peso del eje atlántico en la Comisión Europea, más volcada hacia el flanco este desde la ampliación y la guerra en Ucrania.
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