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Cuba aprueba el matrimonio igualitario en un referéndum con un elevado voto de castigo al Gobierno

El país fue a las urnas este domingo por una votación sobre el código de familia enrarecido por la crisis económica y migratoria

Una mujer sale de una cabina, tras votar en un colegio electoral durante el referéndum del nuevo Código de Familia, este domingo en La Habana.
Una mujer sale de una cabina, tras votar en un colegio electoral durante el referéndum del nuevo Código de Familia, este domingo en La Habana.ALEXANDRE MENEGHINI (REUTERS)

Cuba ha dicho sí en referéndum a un nuevo Código de las Familias, que permitirá el matrimonio igualitario, la adopción por parejas del mismo sexo y la “gestación solidaria” (vientre subrogado sin compensación económica), entre otros avances que garantizan derechos durante décadas vedados y que suponen un paso de gigante en un país que en los años sesenta marginó a los homosexuales y los internó en campos de trabajo forzado. El resultado de la votación, convocada por el Gobierno en un ambiente muy polarizado y en momentos de grave crisis que se ha traducido en un éxodo sin precedentes, fue histórico no solo por este motivo. De un censo total de 8,4 millones de cubanos con derecho a voto, la abstención fue del 26% (unos 2,2 millones de personas), bastante elevada, dados los estándares de Cuba, mientras que el sí obtuvo cerca del 67% de los votos válidos (algo más de 3,9 millones de sufragios).

El 32,1% de los cubanos votaron en contra (casi 1,9 millones de personas), pero si se suman abstenciones, noes, votos nulos y blancos, que diversos analistas consideran como posible expresión un voto de castigo al Gobierno en estas circunstancias críticas, resulta que más de la mitad de la población (4,4 millones) no apoyó explicitamente la nueva legislación auspiciada por las autoridades, según datos del propio Consejo Electoral Nacional (CEN).

De cualquier modo, y en esto coinciden la mayoría de los juristas y expertos consultados, incluso los más críticos con el Gobierno, la aprobación del nuevo Código de las Familias es un paso histórico y una buena noticia, y hay que aplaudirlo, pues se trata de una legislación avanzada, por la que defensores de los derechos del colectivo LGTBIQ+ llevan años luchando y que está a la altura de las leyes más garantistas y modernas vigentes en el mundo. Eso, pese al enrarecido clima en que se celebró el polémico referéndum, que los detractores y partidarios del Gobierno convirtieron casi en un plebiscito para expresarse a favor o en contra del actual sistema socialista cubano, más allá del contenido concreto de la norma.

Tras conocerse los resultados, el presidente del país, Miguel Díaz-Canel, consideró una “victoria de Cuba y del pueblo cubano” el sí masivo y la participación, pese “al contexto de difícil situación económica, energética, de movimientos migratorios y discrepancias comprensibles”.

El nuevo Código de las Familias sustituye el vigente desde 1975, e introduce derechos y garantías que muchos no pensaron ver plasmados nunca en una ley en Cuba, dados los antecedentes homófobos de la revolución. El mismo lunes, luego de darse a conocer los resultados, parejas de homosexuales y lesbianas celebraban el resultado y anunciaban en las redes sociales que muy pronto contraerían matrimonio. Algo realmente emocionante para muchos cubanos que sufrieron en carne propia la marginación en el pasado.

Uno de los aspectos clave de la legislación auspiciada por el Gobierno —que durante meses ha hecho una omnipresente campaña por el sí en los medios oficiales, sin conceder espacios a los defensores del no, algo muy criticado por la oposición—, es el matrimonio igualitario, al que la Iglesia Católica y las cristianas se han opuesto. La isla se convierte de este modo en el noveno país de América Latina en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, detrás de Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Colombia, Ecuador, Costa Rica y México. El código anterior se refería al matrimonio como “la unión voluntariamente concertada de un hombre y una mujer”. La nueva norma lo califica de “unión voluntariamente concertada de dos personas con aptitud legal para ello, con el fin de hacer vida en común, sobre la base del afecto, el amor y el respeto mutuos”. Junto a ello, se reconocen una diversa gama de filiaciones que trascienden la consanguinidad.

El Código de las Familias acaba, además, con el matrimonio infantil, que hasta ahora estaba contemplado en la norma de 1975, aunque de modo excepcional, si tenía el visto bueno de los padres siempre que “la hembra” tuviese “por lo menos 14 años cumplidos y el varón 16 años”. Ahora se establece que “la capacidad de las personas para formalizar matrimonio se alcanza a los 18 años”, en línea con las tesis de la Unicef, que considera que el matrimonio infantil despoja a las niñas de su infancia y pone su salud en peligro, además de existir un mayor riesgo de sufrir violencia doméstica y tener menos probabilidades de seguir asistiendo a la escuela.

Sobre la posibilidad de adopción, al abrir las puertas al matrimonio homosexual, este derecho se extiende a parejas del mismo sexo, estén casadas o en unión libre, algo hasta ahora reservado a parejas heterosexuales. Se legaliza también la posibilidad de “gestación solidaria” para personas “unidas por vínculos familiares o afectivamente cercanos” e incapacitados para tener hijos, por ejemplo, “hombres solos o parejas de hombres”, pero poniendo como límite que no medie “remuneración, dádiva u otro beneficio” para lograrlo, es decir una posición contraria al “vientre de alquiler”, que en las consultas populares previas a la elaboración del código fue tajantemente descartado.

El código es muy abarcador y contempla también las “familias multiparentales”, por ejemplo, las integradas por parejas que hayan tenido hijos anteriormente y las madrastras y padrastros se conviertan también en tutores. Otro concepto novedoso es el de “responsabilidad parental”, que sustituye al de patria potestad, y reconoce a niños y adolescentes como sujetos de derechos y a sus padres o tutores como sujetos de responsabilidades. Además, se establece la “autonomía progresiva”, que permite al menor, si tiene “edad y grado de madurez suficiente”, ser escuchado en un tribunal en diversos casos, incluido un proceso de adopción.

Codigo de las Familias Cuba
Un hombre durante una protesta contra la homofobia en La Habana, Cuba, en mayo de 2017. Ernesto Mastrascusa (LatinContent via Getty Images)

Hasta personalidades y juristas muy críticos con el sistema cubano han alabado el contenido del nuevo código y lo consideran un gran paso de avance, si bien acusan al Gobierno de haber politizado la consulta. Entre los críticos que así opinan, destaca el prestigioso jurista Julio Fernández Estrada, que desde hace meses reside fuera de Cuba, quien consideró en una entrevista a Hypermedia que se trataba de una “ley muy progresista”, pero a la vez “un objeto perturbador” en el panorama jurídico cubano, cuando acaba de aprobarse el Código Penal (sin ser sometido referéndum) que castiga el disenso político en la isla. “Es un código para un país ideal, para el país que yo quisiera, pero no para el país que existe en la realidad. Estamos luchando por el pan y los antibióticos, y nos cuesta trabajo mirar hacia la parte de la justicia que se esconde debajo de nuestra supervivencia material y básica”.

En vísperas del referéndum, por lo caldeado del ambiente y ante la posibilidad de que por expresar el rechazo al Gobierno muchos votaran en contra de una legislación a la que ha costado mucho llegar, relevantes sociólogos, historiadores, juristas y psicólogos, la mayoría críticos con el Gobierno, trataron de poner un poco de racionalidad en el debate. El propio Estrada comentó: “Enfrentarse al totalitarismo frenando una legislación defensora de los derechos humanos y jurídicamente de avanzada es un error político porque, si bien intenta molestar a la maquinaria de poder, limita los derechos de las personas que también han sido víctima del totalitarismo….”.

El nuevo Código cubano de las Familias ya es una realidad, y muchos se felicitan por ello. Pero también es una realidad inédita en Cuba el voto de castigo al Gobierno que ha salido de este referéndum. En un país socialista, de partido único, y acostumbrado a una aparente unanimidad durante décadas, que cerca de 4,4 millones de cubanos con derecho a voto (de un censo de 8,4 millones) no hayan seguido la consigna oficial y eligieran las opciones de la abstención, el no, o votar nulo o en blanco, es un mensaje que debería tener muy en cuenta el Gobierno, opinan diversos expertos. Los cubanos, dicen los que así sienten, están reclamando a gritos cambios económicos, políticos y sociales que van más allá de los derechos de la familia ahora concedidos, y que son bienvenidos. Cuba es hoy “una mejor nación, más completa, más democrática y más justa”, dijo Díaz-Canel tras hacerse públicos los datos oficiales.

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