Gas, memoria histórica, Rusia: Macron viaja a Argelia para “refundar” la relación
El presidente francés visita el país magrebí tras el malestar de hace un año por sus críticas al uso político de la historia por parte de las autoridades argelinas y por la reducción de los visados
No existe hoy, para Francia, una relación bilateral tan compleja y atormentada como la que mantiene con Argelia. Se mezclan la memoria de los crímenes del colonialismo y de una guerra de independencia sanguinaria, unos resentimientos y agravios que nunca se acaban de apagar y, al mismo tiempo, la realidad de dos sociedades íntimamente entrelazadas. Hace un año, las críticas de Emmanuel Macron al uso político de la historia por parte de las autoridades argelinas y la reducción de los visados provocó una crisis entre ambos países. Macron viaja este jueves a Argel para “refundar” la relación, como lo describió, en vísperas de la visita, un colaborador del presidente francés.
Macron emprende el viaje, el primero en cinco años a este país, en un momento de tensiones globales en el que Argelia disfruta de nuevas palancas de influencia. Por su vecindad con el Sahel en pleno repliegue francés. Por su capacidad para vender gas a Europa ante la previsión del cierre de las exportaciones rusas. Y por su proximidad histórica con Rusia, hoy en guerra contra Ucrania y decidida a hacer valer su influencia en el Mediterráneo y el Sahel, viejos patios traseros de París..
“Francia teme perder pie en la región, y por ello necesita llevarse bien con Argel en cuestiones de orden estratégico y de seguridad”, observa el periodista argelino Hacen Ouali.
La visita, que se prolongará hasta el sábado e incluirá una etapa en Orán, tiene como trasfondo un enrevesado billar a cuatro bandas que se juega a ambas orillas del Mediterráneo. El deshielo entre Macron y su homólogo argelino, Abdelmajid Tebún, coincide con el aire glacial en la relación hispano-argelina después de que España, en un giro abrupto en su línea tradicional, se acercase a la posición de Marruecos, rival histórico de Argelia, sobre el Sáhara Occidental.
Acompañado de una delegación de casi un centenar de personas (políticos, empresarios, artistas, autoridades religiosas, universitarios), Macron quiere profundizar en lo que él llama la “reconciliación de las memorias”. Se refiere al esfuerzo por superar los recelos, derivados del colonialismo y la guerra, entre argelinos y franceses, y entre los franceses de distinto origen. La lectura del pasado es distinta, a veces antagónica, según se haga desde Argel o París, o si en Francia la hace un hijo de inmigrantes argelinos o un descendiente de los pieds-noirs, los europeos nacidos en la Argelia colonial que tuvieron que huir al declararse la independencia, de la que se acaban de conmemorar los 60 años.
En una comparecencia conjunta tras la primera reunión, Macron expresó el deseo de que “se abra una página nueva”, y Tebún declaró la voluntad de “insuflar una nueva dinámica a esta relación”. Ambos presidentes acordaron encargar a una comisión de historiadores, de ambos países y con acceso a los archivos, que aborden juntos la historia común, desde la colonización a la guerra de liberación. “Sin tabúes”, precisó Macron. “No hemos elegido el pasado, lo hemos heredado, es un bloque, hay que mirarlo y reconocerlo”, explicó, “pero nuestra responsabilidad es construir nuestro futuro”.
“Diría que los aspectos políticos y protocolarios de la visita, y toda la cuestión de la memoria y la historia y la reconciliación, son un poco de cara a la galería”, considera el historiador Pierre Vermeren, autor de Historia de la Argelia contemporánea. “Me parece que la justificación de este viaje de tres días son las cuestiones estratégicas”.
Vermeren añade: “Argelia es más frágil porque es amiga de los rusos: en este momento esto no está muy bien visto, al menos en Occidente. Al mismo tiempo, gracias a esta guerra el régimen tendrá ingresos importantes (...) y adquiere un nuevo papel porque es un gran exportador de gas. Tiene nuevas cartas”.
Macron abordó con Tebún la influencia rusa en Argelia y en el Mediterráneo, y empleó, como en su último viaje al África subsahariana, la retórica anticolonial para hablar de la guerra en Ucrania, “que ve su soberanía violada y su territorio ocupado por una potencia imperial, que libra contra ella una guerra de agresión”. La fuente del palacio del Elíseo aseguró que el suministro del gas no figuraba en principio en la agenda del viaje a Argelia.
Sobre las tensiones entre España y Argelia, y entre Argelia y Marruecos, la fuente francesa afirmó: “Evidentemente, deseamos todo lo que pueda contribuir a la calma”. El rey de Marruecos, Mohamed VI, instó en un discurso reciente a países que no nombró a “clarificar” su posición sobre el Sáhara Occidental, territorio cuya soberanía reclama Marruecos, mientras que Argelia apoya a los partidarios de la independencia. El mensaje del monarca se entendió que iba dirigido a Francia, supuestamente más ambigua ahora que España sobre el Sáhara. Responde el Elíseo: “Consideramos el plan de autonomía marroquí como una base de discusiones seria y creíble en vistas de una solución negociada”
En Marruecos, “esta visita [de Macron a Argelia] se percibe muy mal”, subraya Vermeren, y cita para ilustrarlo un artículo que el escritor franco-marroquí Tahar Ben Jelloun acaba de publicar en el semanario Le Point. Escribe Ben Jelloun: “Marruecos se había acostumbrado a relaciones privilegiadas [con Francia]. Macron no tiene una sensibilidad magrebí. Sin embargo, está obsesionado con Argelia y piensa que logrará sanear las relaciones franco-argelinas. Le deseamos buena suerte”.
Históricamente, la relación de Francia con Marruecos, antiguo protectorado que obtuvo la independencia sin guerra, ha sido menos tormentosa que con Argelia. Macron, al llegar al Elíseo en 2017, se propuso acabar con el conflicto de la memoria con Argelia. Durante una visita a Argel en plena campaña electoral, declaró que la colonización había sido un crimen contra la humanidad. Ya en el poder, el joven presidente multiplicó gestos y conmemoraciones para las víctimas de ambos lados. Para Argel siempre resultó insuficiente. Todo este proceso coincidió con la revuelta popular del hirak y el endurecimiento del régimen que han denunciado organizaciones de la diáspora en Francia.
La relación se degradó en otoño de 2021 cuando Macron, en una reunión con jóvenes de origen argelino, cargó contra “el sistema político-militar” que gobierna Argelia desde la independencia y sostuvo que este “se ha construido sobre [la] renta de la memoria”. Es decir, el uso, por parte de Argel, de los agravios del pasado para atizar el odio a Francia. El presidente francés también cuestionó la existencia de la nación argelina antes de la colonización. Argel retiró a su embajador en París y cortó el espacio aéreo a los aviones militares franceses que iban a Malí. En los mismos días, Francia anunció que recortaba en un 50% los visados anuales a visitantes argelinos (la medida también afectaba a marroquíes). Era una represalia por las dificultades que tanto Argel como Rabat plantean, según París, a la repatriación de inmigrantes que se encuentran en situación irregular en Francia.
Cerca de 1 de cada 10 franceses tiene orígenes en Argelia, si se suman los hijos y nietos de inmigrantes, de pieds-noirs y de harkis (combatientes argelinos que lucharon junto a Francia). Fenómenos como el islamismo en los extrarradios franceses o el auge de la extrema derecha de la familia Le Pen —ligada en su origen a grupos opuestos a la independencia— no se explican sin Argelia.
“Para los franceses, Argelia es política interior en parte, y para Argelia, Francia también”, dice el periodista Ouali.
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