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Gaza aprende hebreo, el idioma del enemigo

Crece la demanda de enseñanza de la lengua israelí en la Franja palestina ante la concesión de permisos de trabajo en el Estado judío

Gaza hebreo
Clases de hebreo para trabajar en Israel en la academia Nafah, en mayo en Gaza.Juan Carlos Sanz
Juan Carlos Sanz

Trabajadores y profesionales de la franja de Gaza vuelven a sentarse en un aula como adultos para aprender hebreo, la lengua del enemigo que bloquea el enclave palestino desde hace 15 años y con el que han librado desde entonces cuatro guerras, la última hace poco más de un año. “Vienen a estudiar por necesidad, para trabajar en Israel, no para irse de vacaciones al extranjero”, reconoce Iman Ben Said, profesora y coordinadora de estudios de la academia de idiomas Nafah, situada cerca del campus universitario de la capital gazatí. Ben Said, licenciada en Filología de 32 años, explica que la demanda de enseñanza de hebreo se ha multiplicado desde el pasado otoño, cuando las autoridades israelíes incrementaron el número de permisos de entrada para trabajadores de la franja (12.000 en la actualidad y 20.000 anunciados próximamente).

“Algunos alumnos son técnicos y trabajadores de la construcción en busca de empleo, pero también hay médicos y periodistas que necesitan formarse para enviar enfermos a hospitales a Jerusalén Este y Cisjordania a través de Israel, que controla esa frontera, o para informarse sobre la actualidad del Estado judío”, aclara la coordinadora del centro. Tras superar los 160 alumnos al inicio de los cursos intensivos de nivel básico en octubre, cuatro veces más que en el curso anterior, en la actualidad se imparte clases en dos grupos de una treintena de estudiantes. “El curso básico, de 30 horas de duración en días alternos, cuesta 150 shequels (42 euros)”, detalla la profesora. Permite comprender textos sencillos en hebreo, identificar carteles y señales y, sobre todo, comunicarse con las fuerzas de seguridad israelíes en el puesto de control fronterizo de Erez, única vía de entrada a Israel para los gazatíes.

“Hay muchos interesados que nos preguntan por las clases, pero nos confiesan que no pueden afrontar la tasa de matrícula”, lamenta Ben Said, “y que ni siquiera se pueden costear el medio de transporte para acudir al centro”. Más del 60% de los 2,2 millones de habitantes de Gaza vive por debajo del umbral de la pobreza, en su mayoría dependiente de la cooperación internacional para subsistir, y más de la mitad de sus trabajadores se encuentran en paro, mientras Israel y Egipto imponen estrictas restricciones para salir de la Franja.

Un empleo en Israel puede multiplicar por cuatro o cinco veces los ingresos medios de un empleado en Gaza, que oscilan entre los 200 y los 500 euros mensuales. Por esa razón, tras el alto el fuego que puso fin en mayo del año pasado al último conflicto, Israel ofreció a los palestinos una tregua con “paz económica” sin contrapartidas políticas, como la negociación sobre un Estado propio. “Esta oferta israelí de 20.000 o 30.000 puestos de trabajo para Gaza es insignificante”, advierte Yusuf Sarhan, viceministro de Obras Públicas y responsable de la reconstrucción de las viviendas y empresas destruidas o dañadas por los bombardeos de la aviación de Israel. “Antes de que estallara la Segunda Intifada (2000-2005) más de 130.000 gazatíes tenían permiso de trabajo en Israel, y desde entonces las tres cuartas partes de las empresas han quedado inactivas”, precisa Sarhan, quien evalúa en más de 3.000 millones de euros el coste de la reconstrucción de las infraestructuras económicas del territorio palestino.

En la clase de hebreo de nivel avanzado en la academia Nafha, Fatma Ismail, de 29 años y licenciada en Filología Inglesa, intenta mejorar su conocimiento del idioma del enemigo. “Espero encontrar trabajo en una universidad en Gaza”, confiesa, “pero no me planteo buscarlo en Israel”. El profesor Samir —que declina facilitar su apellido— empieza a escribir entretanto palabras en hebreo con rotulador sobre una pizarra blanca. Mientras, en una pantalla de televisión, los alumnos observan absortos un programa del Canal 13 israelí. Ibrahim Abu Amir, un periodista de 60 años de la agencia palestina Wafa, es uno de los que prestan más atención. Asegura que quiere perfeccionar su nivel de hebreo para poder seguir de cerca de la política de Israel. “Tengo la impresión de que van a volver a tener elecciones”, ironiza con un guiño.

Aprendizaje de la lengua en la cárcel

La cárcel era hasta ahora una de las principales vías de aprendizaje del hebreo para muchos palestinos de Gaza. Yahya Sinwar, el líder político de Hamás en la Franja, pasó 22 años en prisiones de Israel tras ser condenado por terrorismo. El hombre fuerte del movimiento islamista, organización que gobierna de facto el enclave costero desde 2007, es considerado por los analistas de la prensa hebrea como un refinado experto en la política interna del Estado judío. Sinwar fue sentenciado a cuatro cadenas perpetuas por ordenar la muerte de palestinos sospechosos de colaborar con el Ejército israelí. Sin embargo, fue excarcelado en 2011 en el marco de la operación de intercambio de 1.047 prisioneros que permitió la liberación del soldado israelí Gilad Shalit, secuestrado en Gaza desde 2006. A partir de 2013, Hamás autorizó la enseñanza de la lengua del enemigo en universidades y centros de enseñanza secundaria.

“Nosotros llevamos impartiendo clases de hebreo desde 2014″, puntualiza la coordinadora educativa de la academia Nafah. “Ahora hemos tenido que contratar más profesores para atender la demanda de trabajadores que quieren seguir el curso básico y obtener un permiso de entrada en Israel, pero consideramos que es necesario un periodo mínimo de seis meses de clases para adquirir el nivel elemental”, explica Iman Ben Said, en cuyo centro se imparten también clases de turco y alemán, lenguas muy demandadas para buscar trabajo en el exterior, así como inglés, francés o español. “El hebreo es un idioma necesario para quienes vivimos bajo la ocupación o el bloqueo del ejército de Israel”, sostiene.

Hace un año, esta profesora seguía las informaciones sobre la guerra en Gaza a través de los canales de televisión israelíes. “Tenía las dos versiones del conflicto”, explica. “Pude comprobar cómo se manipulaba en Israel la información sobre el bombardeo que destruyó la torre donde se encontraban las oficinas de medios internacionales, como Al Jazeera, uno de los que yo también seguía”, recuerda. Su academia ocupa varias plantas del edificio que acoge la librería Mansur, que quedó arrasada durante el conflicto de 2021. La anterior sede del centro de enseñanza de idiomas Nafha se encontraba también entonces en los pisos superiores de la que era la mayor librería de Gaza.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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