Erdogan tensa más la relación con la OTAN al anunciar una nueva intervención militar en Siria
Turquía busca acabar con la presencia de las milicias kurdo-sirias, que Ankara ve como una amenaza, e instalar refugiados en los territorios ocupados
Turquía ultima una nueva intervención militar en Siria, ha anunciado este miércoles el presidente Recep Tayyip Erdogan. “Pasamos a una nueva fase en nuestra lucha por establecer una zona de seguridad de 30 kilómetros al sur de nuestra frontera”, ha afirmado el mandatario turco en un discurso a los parlamentarios de su partido en Ankara. El anuncio tensa más la relación con la OTAN, después de que Turquía haya amenazado con vetar la entrada de Suecia y Finlandia a la Alianza Atlántica. El secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, ha advertido de que la operación puede “socavar la estabilidad regional”.
En diversas incursiones a lo largo de 2016, 2018 y 2019, las Fuerzas Armadas de Turquía han tomado el control de varias franjas de territorio en el norte de las provincias sirias de Alepo, Raqqa y Hasaka, y también mantienen puestos de observación en la de Idlib, controlada por rebeldes islamistas. La nueva operación se dirigiría contra las zonas de Tel Rifat —un enclave en manos de las milicias kurdo-sirias rodeado por territorio controlado por Turquía, al norte, y al sur, por el régimen de Bachar El Asad— y de Manbij, igualmente en manos kurdas, pero de mayoría árabe. El objetivo, según dijo Erdogan, es “limpiar de terroristas” estas zonas dominadas por las Unidades de Protección Popular (YPG), milicia estrechamente ligada al grupo armado Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), que atenta en Turquía y está también incluido en las listas de organizaciones terroristas de la Unión Europea y Estados Unidos.
El pasado jueves se reunió el Consejo de Seguridad Nacional, que aúna al Gobierno turco y a representantes de las Fuerzas Armadas y el espionaje, para tratar la posible operación en Siria y la que está en marcha en el norte de Irak desde el pasado 17 de abril, donde ya ha muerto cerca de una treintena de soldados turcos y se ha “neutralizado”, en palabras de Ankara, a más de un centenar de militantes del PKK.
En los últimos días, efectivos del Ejército turco se han desplazado a la zona fronteriza con Siria y fuerzas rebeldes sirias leales a Ankara se han concentrado cerca de la zona donde se prevé la nueva intervención turca. Diversas localidades en torno a Tel Rifat y Manbij han sido atacadas por artillería y drones turcos, y en ellas se han producido manifestaciones de contra la eventual intervención de Turquía. Cientos de proyectiles han alcanzado “campos de labranza, granjas, instituciones médicas y puestos de comunicación” en una “zona superpoblada por civiles autóctonos y desplazados de las áreas de Ras al Ain y Afrin” (dos localidades ocupadas por Turquía), afirmó el servicio de prensa de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), la coalición militar liderada por las YPG, que dirige buena parte del norte y noreste de Siria.
Refugiados sirios
Otro de los objetivos de la intervención turca es controlar territorio para reubicar allí a refugiados sirios que actualmente residen en Turquía y que, debido a la crisis económica, cada vez son menos bienvenidos. El ministro de Interior turco, Süleyman Soylu, advirtió el miércoles de que “Turquía no puede aguantar una nueva oleada de refugiados”, y subrayó que la única solución es “expurgar de terroristas” el norte de Siria para instalar a los refugiados en las casas que están levantando diversas instituciones turcas en la zona.
El Gobierno turco sostiene, además, que no se ha cumplido el compromiso alcanzado con Rusia y Estados Unidos tras su última intervención, en 2019, según el cual una franja de 30 kilómetros al sur de su frontera quedaría libre de la presencia de las YPG. Es un asunto de difícil resolución, ya que estas milicias gozan de un gran apoyo en algunas zonas de mayoría kurda del norte de Siria y son, además, el principal apoyo de los efectivos que Estados Unidos aún mantiene en el norte del país. Desde 2014 han sido el principal aliado de Washington en la lucha contra el Estado Islámico, que en los últimos meses ha resurgido con diversos atentados.
Oposición de Washington
En 2019, tras diversos tira y afloja, el presidente Donald Trump ordenó retirar a los militares estadounidenses desplegados en la frontera turco-siria, dejando paso a la intervención turca. Esta vez, Washington ha mostrado su oposición a nuevos movimientos de tropas turcas. “La gran preocupación que tenemos es que cualquier nueva ofensiva socavaría la estabilidad regional” y “daría una oportunidad para que actores malintencionados exploten la inestabilidad”, ha afirmado este jueves Blinken en una conferencia de prensa en Washington.
“Nos oponemos a cualquier escalada en el norte de Siria y apoyamos el mantenimiento de las actuales líneas de alto el fuego”, ha insistido el jefe de la diplomacia estadounidense junto al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg. “No queremos nada que ponga en peligro los esfuerzos que estamos haciendo para mantener al Estado Islámico en la caja donde lo hemos encerrado”, ha añadido.
Con todo, en las áreas señaladas por Turquía para su nueva operación militar, no hay presencia de tropas estadounidenses, sino rusas. Algunas informaciones apuntan a que, debido a la guerra en Ucrania, Moscú ha retirado a sus militares desplegados en esa zona, que habrían sido sustituidos por efectivos de Hezbolá y de Irán, un país que en los últimos meses ha reforzado su cooperación con el PKK a través de las milicias chiíes de Irak.
Una nueva incursión turca en el norte de Siria puede leerse también como un intento de Ankara de presionar y poner a prueba a sus socios de la OTAN antes de la cumbre de Madrid. Una de las razones por las que el Gobierno turco bloquea la entrada a la Alianza de Suecia y Finlandia es el embargo de armas decretado contra Turquía por estos países —así como por otras capitales europeas— a raíz de las anteriores intervenciones turcas en suelo sirio. “Veremos quién nos apoya y quién nos pone obstáculos”, avisó Erdogan en su discurso.
Al mismo tiempo, Erdogan explicó que ha ordenado romper el acuerdo alcanzado con Grecia hace un año para poner fin a la tensión en el Mediterráneo Oriental y resolver negociadamente sus diferencias. Turquía está molesta por las crecientes relaciones entre Estados Unidos y Grecia, que han llevado a la inauguración de nuevas bases militares estadounidenses en territorio heleno (una de ellas muy cerca de la frontera turca). Por si fuera poco, en una reciente alocución ante el Senado y la Cámara de Representantes de EE UU, el primer ministro heleno, Kyriakos Mitsotakis, pidió a los congresistas que voten en contra de un programa de modernización de los cazas F-16 turcos, así como de la venta de nuevos aparatos, que necesita autorización del Congreso de EE UU. Esta demanda turca, que apoya la Administración de Joe Biden, se pretendía utilizar como compensación a Ankara por su salida del programa de desarrollo y fabricación de los más modernos F-35 (en el que invirtió 1.400 millones de dólares, 1.310 millones de euros). Turquía fue expulsada de este programa debido a la adquisición de un sistema de misiles ruso S-400, que es considerado incompatible dentro de los mecanismos de sistemas de la OTAN, si bien Ankara arguye que Grecia posee uno similar, el S-300, instalado en la isla de Creta.
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