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Turquía abre las puertas al dinero ruso

Ante la mala situación económica del país, Ankara aprovecha la llegada de fondos de quienes huyen de Putin o de las sanciones. La UE observa con atención por si esto termina dañando la arquitectura de las medidas

Sanciones Rusia Turquia
El yate 'Eclipse', propiedad de Roman Abramóvich, en el puerto de Marmaris (suroeste de Turquía), el 22 de marzo.YORUK ISIK (REUTERS)
Andrés Mourenza

Desde que comenzaron a desgranarse las sanciones contra Rusia, el Mediterráneo ha sido testigo de una procesión de superyates rumbo al este. Estas embarcaciones de lujo, propiedad de multimillonarios rusos bien conectados con el Kremlin y algunas de ellas entre las más grandes del mundo, han dejado sus moradas habituales en el litoral español, francés o italiano para fondear en las bahías de la Costa Turquesa o en Estambul. Se han identificado entre estos yates a la fuga el Universe del expresidente ruso Dmitri Medvédev, el Eclipse y el Solaris del oligarca Roman Abramóvich, el Polaris del constructor Maxim Shubarev, el Clio y el Sputnik del magnate del aluminio Oleg Deripaska y el Rahil de Arkadi Rotenberg, amigo de Putin desde la infancia y constructor del puente que une Rusia y la anexionada península de Crimea. Para todos ellos, Turquía es puerto seguro.

“Mantendremos nuestras puertas abiertas a aquellas empresas que quieran aparcar su potencial en Turquía”, explicó el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, a finales de marzo en Bruselas. Su ministro de Exteriores, Mevlüt Çavusoglu, también lo dejó claro: “Si los oligarcas rusos o cualquier ciudadano ruso visitan mi país, son bienvenidos. Nosotros no hemos decretado sanciones, pues únicamente aplicamos aquellas refrendadas por la ONU. Si quieren hacer negocios, también está bien, siempre que estén dentro de la ley, por supuesto”.

Con una inflación galopante (61% según las cifras oficiales y 143% según los análisis independientes), un elevado déficit por cuenta corriente, la moneda turca muy devaluada y el plan de recuperación a través de las exportaciones y el turismo trastocado por la invasión rusa de Ucrania, Turquía ha visto una oportunidad en atraer los fondos de los rusos que marchan al exilio o de aquellos que temen caer bajo las sanciones de la UE, EE UU y Reino Unido. “Dado que la mayoría de los oligarcas no podrán hacer negocios en Occidente, usarán Turquía como refugio. Turquía tiene una relación muy especial con Rusia, pero, razones geopolíticas aparte, la principal es que este dinero llega al rescate en un momento delicado para la economía turca”, sostiene Emre Ersen, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Mármara.

Uno de los sectores donde se está notando es el inmobiliario. “Aunque vendemos a muchos extranjeros, en los últimos dos meses el 70% de nuestras ventas han sido a rusos”, explica Gül Gül, presidenta ejecutiva de la empresa Golden Sign, radicada en Estambul. También en Antalya, la provincia sureña preferida por rusos y ucranios para veranear, se ha notado un incremento en la venta de propiedades, explica una fuente inmobiliaria. Un residente de la zona detalla: “Los alquileres se están disparando e incluso están sacando a inquilinos antiguos con cualquier excusa para poder alquilar más alto a los rusos que están llegando”.

Según los datos del instituto de estadística oficial, durante el primer trimestre de este año las ventas de inmuebles a ciudadanos rusos aumentaron un 60% respecto al mismo periodo de 2021, si bien aún fueron más altas en el último trimestre del año pasado, con más de 2.000 propiedades vendidas. Es probable que muchas ventas aún no se hayan reflejado en el catastro, que es de donde proviene la estadística. En total, uno de cada 200 inmuebles vendidos en los últimos tres meses en Turquía lo ha comprado un ruso.

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“Lo mínimo que suelen gastar nuestros clientes son unos 350.000 dólares [unos 325.000 euros]”, asegura Gül: “Hay quienes lo hacen como inversión y otros por el programa de nacionalización”. Turquía mantiene desde hace un lustro un sistema de concesión de la nacionalidad a cambio de inversión. Hasta 2018 se exigía invertir un millón de dólares, pero ese año se redujo la cantidad a 250.000 dólares. La muestra de que el programa marcha viento en popa es que se ha anunciado un incremento de la inversión mínima hasta los 400.000 dólares que entrará en vigor en las próximas semanas. “El proceso es muy sencillo. Compras la vivienda, pones una restricción de venta de tres años a la vivienda y el permiso de residencia se concede de inmediato. La nacionalidad se solicita y, en tres o cuatro meses, tienes ya el pasaporte turco”, explica un abogado de Estambul en cuyo bufete también se ha notado el aumento del interés por este programa, pese a lo cual recalca: “Sobre todo son rusos que están hartos de su país y de su Gobierno y para los que este programa supone una vía de escape”.

El éxodo joven

Desde el inicio de la guerra, varias decenas de miles de rusos, en su mayoría jóvenes profesionales, han llegado a Turquía, muchos como primera parada para huir hacia otro lado. El primer problema al que se enfrentan, con los principales bancos rusos excluidos del sistema SWIFT, es cómo acceder a sus ahorros. “Ellos son los que tienen problemas para transferir dinero, no los oligarcas que tienen cuentas en el extranjero”, explica el abogado. Según el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, el sistema de cuentas offshore que usan los oligarcas “puede mitigar el efecto de las sanciones porque les permite esconder sus activos tras empresas pantalla anónimas”.

Aunque no hay ninguna restricción vigente contra los ciudadanos rusos, abrir una cuenta en Turquía les resulta complicado. Los bancos turcos, especialmente aquellos de capital europeo, están siendo “muy cautos” en sus comprobaciones antes de aceptar abrir una cuenta a un ciudadano ruso, explica una fuente bancaria, a fin de evitar sanciones secundarias, como le ocurrió al banco público turco Halkbank, utilizado para vehicular pagos a Irán y que ha sido juzgado en EE UU. Un joven que escapó de Rusia por razones políticas relata: “Estuve en 20 oficinas de diferentes bancos y en cada una recibí una razón diferente por la que no podía abrir la cuenta. En la mayoría piden bloquear un depósito de entre 1.000 y 3.000 dólares. Al final, en una oficina de Maltepe [un distrito alejado del centro de Estambul], un señor muy majo nos dijo que entendía nuestra situación y al día siguiente teníamos cuenta y tarjetas bancarias”.

Existen diferentes formas de transferir el dinero desde su país, según explican varios rusos consultados: hay quienes traen todo lo posible en metálico o piden a quienes salen después de ellos que lo hagan, pero también se emplean métodos como PayPal, el sistema de transferencias internacionales ruso Korona Pay (similar a Western Union) o el sistema de pagos MIR, del Banco Central de Rusia y cuyas tarjetas son cada vez más aceptadas por Turquía. Y además están las criptomonedas: “Compro criptomonedas con mi tarjeta rusa y luego las convierto en metálico en cualquier oficina aquí en Turquía”, explica el joven ruso.

Un resquicio en las sanciones

No solo se trata de los fondos de los individuos. Turquía también quiere atraer empresas. Tanto las occidentales que abandonan Rusia por las sanciones, como las rusas que están trasladando fuera sus sedes para poder seguir interactuando con el mundo. E igualmente, el país euroasiático puede suplir a aquellas compañías rusas que ya no pueden proveerse en los países que han aprobado sanciones. “Si las empresas turcas aprovechan esta oportunidad lograrán una importante y duradera cooperación con la Federación Rusa. Estamos recibiendo peticiones de nuestros socios rusos que buscan productos médicos y sanitarios, piezas de repuesto de automóviles y maquinaria, productos de construcción...”, explica Kadir Kurtulus, director de la Casa Comercial Ruso-Turca, un organismo de asesoramiento apoyado por la Embajada rusa en Ankara.

Esto puede abrir resquicios en la arquitectura de las sanciones ideada en Bruselas: Turquía es miembro de la Unión Aduanera europea, con lo cual no es descartable que material de empresas comunitarias termine en Rusia a través de intercambios mediados por compañías turcas. De momento, la UE no presiona a Turquía para que secunde sus sanciones porque aprecia el esfuerzo de mediación que está haciendo. Incluso una fuente diplomática ucrania admite que no se puede pedir a Turquía tanto como a los países de la UE, porque su situación económica es frágil: “Nosotros estamos muy agradecidos a Turquía por su apoyo. Es el único país que ha conseguido sentar a Rusia a la mesa de negociaciones, mientras otros han fracasado”.

“La UE acepta que Turquía no sancione a Rusia. No obstante, una cosa es no sancionar y otra diferente convertirse en refugio para escapar de las sanciones. Cuando preguntamos por ello, en Bruselas nos dicen que están vigilando las transacciones con atención. Si se trata de algo puntual no pasará nada, pero si en unos meses se ve que se ha convertido en algo sistemático, entonces se podría empezar a hablar de aplicar sanciones secundarias en Turquía”, afirma Ilke Toygür, profesora de Geopolítica de Europa en la Universidad Carlos III.

“Turquía necesita todas las divisas extranjeras que pueda conseguir”, concluye el profesor Ersen: “Es como caminar sobre la cuerda floja; Turquía entiende los riesgos de terminar sancionada por lo que está haciendo y, aun así, se arriesga igualmente”.

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