La balanza de Petro
El candidato colombiano de la izquierda emplea a estrategas diferentes de él, como el antiguo asesor del expresidente Santos
—No pretendo atemperar a Petro, ni ser su equilibrio emocional.
Dice Alfonso Prada cruzado de piernas en el sofá de su apartamento. Los cristales se han empañado por la lluvia y los contornos de la ciudad se han desdibujado en el horizonte. Tiene pinta de ser una frase que ha repetido sin cesar en las últimas semanas, desde que lo nombraron jefe de debate de Gustavo Petro, el candidato de izquierdas en Colombia y favorito en las encuestas.
Prada es un abogado de 56 años alto, de hombros anchos, con un punto teatral por sus andares y sus aspavientos. Ahora forma parte del círculo íntimo de estrategas de Petro. Ahí están también Armando Benedetti, un político astuto al que le gusta la refriega, y el español Antoni Gutiérrez-Rubí, un asesor de comunicación discreto y perfeccionista. Prada asegura no estar ahí para cuidar de su temperamento, pero su labor tiene mucho de eso, aunque diga lo contrario. “Usted no se llama Gustavo ni se apellida Petro” —le insisten últimamente los que le rodean, entre los que se encuentra Prada—. “Usted es la correa de transmisión del cambio. Despréndase de todo, hasta de usted mismo”.
No es nada sencillo para alguien con una personalidad tan marcada como la suya. En gran medida es la que le ha hecho llegar hasta aquí, a las puertas de ser el primer presidente de izquierdas en la historia moderna del país. Su nombre, su hoja de vida, es la marca política más potente que existe ahora mismo. La campaña gira a su alrededor. Sin embargo, también genera una enorme polarización. Saca una considerable ventaja a su competidor más directo, el exalcalde de Medellín Federico Gutiérrez, y al candidato de centro, Sergio Fajardo. Otros en su lugar se sentarían en un rincón, a esperar. Pero él da todas las batallas, con el objetivo de ganar en primera vuelta, como hasta ahora solo ha hecho Álvaro Uribe, su viejo enemigo.
Para ello se rodea de estrategas que poco tienen que ver con él y su concepción del mundo. Prada, secretario de Presidencia del expresidente Juan Manuel Santos durante su último año de Gobierno, forma parte de la élite bogotana que tanto ha criticado Petro. En su salón no hay referencias obvias al lugar político del que proviene el que es ahora su jefe. En su sitio están las memorias de Winston Churchill y uno de los libros de Yuval Noah Harari. Retratos suyos con Joe Biden y Carlos de Inglaterra. “Son muy injustos los ataques a Petro, los que quieren construirle el imaginario de izquierda radical. Quisiera jugar un rol de desmitificar, de desmentir todo eso. Porque yo soy un man más del establecimiento”, explica.
Siete días antes de esta entrevista, dos personas cercanas a Petro le llamaron para que se uniera a la campaña. Le habían escuchado sus análisis en radio y creían que podía aportar una mirada diferente. A los dos les dijo lo mismo, que se unía, pero que solo respondería ante Petro.
—Je-fe na-cio-nal de de-ba-te,—deletrea—. Yo me burlo del nombre. Qué vaina tan verraca. En realidad, solo soy un grano de arena.
Bien visto es algo más que eso.
Al provenir Prada del círculo del presidente Santos, algunos interpretaron que el premio Nobel de la Paz allanaba el camino para darle su apoyo a Petro. No hay indicios de que eso vaya a ocurrir. Hay santistas (un movimiento político-cultural que no existe, pero que está en todos lados) también con Fico y Fajardo, el candidato de centro. El rumor con Prada se intensificó porque además es su abogado personal. Santos, sin embargo, no ha dicho esta boca es mía.
Solo que a veces suena el teléfono en el bolsillo de Prada y al ver el número en la pantalla no le queda otra que interrumpir la conversación para responder.
—Dígame, presidente.
Vuelve cinco minutos después y no quiere revelar con quién ha estado charlando. Ni falta que hace.
Volvamos a Petro: “Hace cuatro años, Petro sorprendía al país con su nivel de conocimiento, inteligencia y preparación. Arrasaba en los debates. Comenzó desde el 0%. Su evolución todavía ha sido a mejor. Ahora veo un Petro maduro, diferente y también malinterpretado”.
Ahí es donde entra él en escena. Prada cree que se trata de “comunicar bien”. Por ejemplo, sus rivales a veces le acusan de querer expropiar tierras a los latifundistas, algo que suena demasiado a chavismo, una palabra que genera un fuerte rechazo en Colombia. “Solo queremos poner a trabajar las tierras. Él nunca habló de expropiar. Si un predio es improductivo y afecta el interés general, le vamos a poner impuestos para que compense. Si no paga, véndalo. Es una manera muy diferente de presentarlo”.
Petro no es un candidato fácil de manejar. En su época de alcalde de Bogotá se ganó fama de no escuchar en exceso a su equipo. Pasa mucho tiempo mirando Twitter y respondiendo a algunos ataques frontales sin consultar a nadie, sin filtro previo. Durante la Semana Santa, se enredó acerca de un concepto no muy aterrizado, el de perdón social, que ligó sin mucha fortuna a una visita de su hermano a prisión. Durante días tuvo que explicar que no iba a conceder rebajas de penas a políticos encarcelados. Días después, bajó la marea. Cualquiera hubiera dejado aparcado el tema. Petro, no. Este último fin de semana se subió a la tarima en Ciénaga de Oro, su pueblo natal, y volvió sobre el tema ante sus estupefactos vecinos con una catarata de palabras entre las que introdujo palabras gruesas como perdón, Jesucristo y redención. No solo quiere ganar, también quiere tener razón.
Algo de perdón y segundas oportunidades hay entre Prada y el propio Petro. Cuando uno era alcalde, el otro fue congresista por Bogotá. Polemizaron a cuenta del Metro. Petro lo quería subterráneo, Prada sobre tierra, en la línea de un alcalde anterior con quien él trabajó, Enrique Peñalosa, archienemigo de Petro. Tuvieron sus más y sus menos, como no, por Twitter. “Esos choques hasta nos legitiman”, argumenta ahora Prada. “Son cosas absolutamente menores frente a la lucha contra la pobreza, la protección del medio ambiente y el desarrollo económico con justicia social. Estoy tranquilo, creo que él es el camino”.
Al poco de llegar, Petro, que no mantiene una relación muy fluida con la prensa, llamó neonazi a un periodista del canal RCN de televisión que le criticaba en un artículo. A Prada le tocó sofocar ese fuego, producto de “una reacción impulsiva”. Twitter puro. También bajó los decibelios cuando el candidato y su entorno se quejaron de que no le habían contado cientos de miles de votos para el Senado. Eso ocurrió, fue un fallo que se subsanó. La izquierda empezó a hablar de fraude electoral, pero con el paso de los días, al recibir esos votos, fue el otro lado el que les acusó de lo mismo. El asunto se enredó. Prada cree que referirse al fraude es un discurso perdedor, y ellos por ahora van ganando.
¿Y el miedo a Petro de un sector de la población acostumbrada a gobiernos conservadores al mando durante décadas? Él lo ve de otra forma. En su análisis, existe un rechazo igual o mayor contra Fico porque representa la continuidad del actual presidente Iván Duque, muy poco valorado en las encuestas. En este punto, Prada se pone muy bogotano:
—No tengo nada contra él, tenemos buena relación. Pero intenta ocultar que es el candidato del Gobierno. Y de Uribe, pero él se ha guardado mucho de hacerlo para no perjudicarle. Lo que dice claramente que es su candidato, pero va a engañar a la gente para no generarle perturbación.
Hay una incógnita más que gira alrededor de Fajardo. Hasta el momento lo tiene muy difícil para pasar a una segunda vuelta, salvo que en el mes que queda derrote a Fico. Si no es así, ¿qué hará entonces Fajardo? Hace cuatro años se cruzó de brazos y Duque ganó con bastante margen. Una parte de la izquierda todavía le reprocha esta actitud. Fajardo guarda muchas similitudes con Petro, sus programas son parecidos, aunque sus temperamentos estén muy alejados.
Prada considera que Fajardo no podrá ahora quedarse al margen, desentenderse del futuro del país. O sí, quién sabe. Aventurarse a sentenciar es arriesgarse a quedar expuesto.
—El largo plazo en Colombia son 24 horas.
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