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Josep Borrell: “Europa se tiene que hacer valer y ese es mi papel”

El jefe de la diplomacia europea lamenta la actitud de EE UU en la crisis de los submarinos y alerta de que el choque entre aliados los debilita

Josep Borrell, tras la entrevista en el Hotel Ritz de Madrid, el pasado viernes.
Josep Borrell, tras la entrevista en el Hotel Ritz de Madrid, el pasado viernes.Luis Sevillano
Lucía Abellán

Superadas las restricciones de movilidad de la pandemia, Josep Borrell (La Pobla de Segur, Lleida, 74 años) vuelve al avión como aliado clave para ejercer su cargo de alto representante para la Política Exterior de la UE. Esta semana viaja a Washington, donde tratará de recomponer relaciones con el Gobierno de Joe Biden tras el malestar que ha generado en el bloque comunitario la alianza militar forjada entre EE UU, Reino Unido y Australia —sin advertir a los aliados europeos— para contrarrestar la creciente asertividad de China en el Pacífico. Pese a haber saltado a la política comunitaria, mucho más sosegada que la española, el jefe de la diplomacia europea mantiene intacta su capacidad de lanzar mensajes punzantes y evita la llamada lengua de trapo en la que muchas veces se escudan los representantes de las instituciones europeas. En una entrevista concedida a EL PAÍS el pasado viernes, Borrell solo rehuyó pronunciarse sobre el desafío que ha lanzado Polonia a la arquitectura comunitaria al considerar que los tratados europeos chocan con su Constitución. El motivo argumentado es que su cargo abarca las relaciones exteriores del club comunitario, no los asuntos internos. Y aun así la respuesta fue nítida: “Solo puedo decir que la primacía del derecho comunitario es un pilar fundamental de la UE”.

Pregunta. El encarecimiento de la energía que afecta a Europa tiene una importante vertiente exterior. ¿Qué pueden hacer las instituciones europeas para aliviar el problema?

Respuesta. Espero que haya una reflexión respecto a si tiene que cambiarse el sistema de fijación de precios de la electricidad. Es difícil justificar algunos elementos del modelo actual, que se creó cuando no habían irrumpido las renovables, cuando la nuclear era vista como una opción para aumentar la producción y cuando la descarbonización no era un objetivo prioritario ni había tensiones del gas como ahora. Sería razonable repensar el modelo y ver si se adapta a las circunstancias. Pero una modificación de este tipo lleva su tiempo y la coyuntura pide decisiones más rápidas. Los suministradores de gas son los que fijan los precios de la energía en toda Europa. Están en una posición muy fuerte. Pero aquí tiene que haber ya un fenómeno de especulación financiera, no solo un problema de desequilibro entre oferta y demanda. Como ocurrió en las subprime.

P. ¿Cómo atajarlo?

R. Hay que reducir la dimensión que tiene el precio del gas como factor que alimenta la especulación. Para eso hay que tomar medidas de tipo normativo. Seguro que varios Gobiernos las plantearán. Y seguro que la Comisión las tendrá en cuenta.

P. Uno de los grandes suministradores es Rusia, que sigue aportando más de un tercio del gas de la UE. ¿Qué responsabilidad tiene en lo ocurrido? ¿Y cómo ve la presión que ejerce sobre Bruselas al señalar que si se autoriza el gasoducto Nord Stream 2 se aliviará el problema?

R. Rusia quiere que se abra Nord Stream 2. Que aproveche esta coyuntura para llevar el agua a su molino… es una actitud que forma parte del juego de presiones políticas. Seguimos teniendo necesidad de gas ruso y probablemente necesitemos más del contratado. Por eso España propone, y hace bien, que la negociación no se haga país por país, sino en conjunto, como se ha hecho con las vacunas. Estamos ante una situación de urgencia. Y el problema de abastecimiento de gas tiene una dimensión geopolítica.

P. La UE lleva años defendiendo la necesidad de más autonomía estratégica. ¿Es ahora el momento propicio para avanzar en la integración militar?

R. No habrá un ejército europeo que sustituya mañana a los nacionales. Son la expresión viva de la independencia de los países. Lo que hay que hacer es buscar formas y mancomunar capacidades. Hay tres escuelas: la de que no es necesario porque tenemos la OTAN, la de establecer coaliciones ad hoc y la de que es necesario tener una capacidad inmediata que pueda movilizarse cuando haga falta. Esa es la llamada entry force [una fuerza de acción rápida que trata de impulsar la UE]. El tratado no pone límites a la ambición europea en defensa. De momento tenemos la PESCO, el fondo europeo de defensa…, pero el tratado permite hacer más. Y eso es lo que tengo la obligación y la responsabilidad de proponer.

Josep Borrell, durante la entrevista.
Josep Borrell, durante la entrevista.Luis Sevillano

P. ¿La experiencia de Afganistán servirá para convencer a los socios europeos más escépticos de mejorar la cooperación militar?

R. No sé si Afganistán era el momento para la movilización de una fuerza europea. Sí sé que los americanos fueron capaces de garantizar la seguridad del aeropuerto de Kabul y nosotros no habríamos podido. Pero el caso de Afganistán afecta más a la comunicación política entre los aliados. Yo no justifico la decisión que ha adoptado Australia sobre los submarinos [suspender el contrato que tenía para comprarlos a Francia y, en su lugar, adquirir submarinos nucleares a EE UU al integrarse en el acuerdo del Indopacífico]. Ha sido una actuación no contra Francia, sino que afecta a toda la UE. Pero si tratas de interpretar por qué los demás hacen las cosas, Australia está sometida a una gran presión de China y ha entrado en una negociación con EE UU. Que no se me interprete mal: no justifico la decisión de Australia, creo que han hecho mal en no contar con nosotros, pero trato de explicarme por qué lo hacen. Lo que no tiene ninguna racionalidad es que EE UU haya forjado una alianza defensiva con el Reino Unido sin nuestro conocimiento ni participación. El problema grave no es la actitud de Australia, es la actitud de Estados Unidos.

P. Estados Unidos tuvo antes que la UE una visión más clara respecto de la posible amenaza que podía suponer China en varios frentes: comercial, industrial, defensivo…

R. Yo he dicho desde que llegué que hemos sido ingenuos con China, hay que dejar atrás esta ingenuidad. Hemos aprendido que el progreso económico no conduce necesariamente al progreso democrático. Y que en el menú de las opciones políticas hoy hay otras aparte de la democracia liberal occidental. En EE UU llevan enfrascados 20 años en la lucha contra el terrorismo, pero ahora nos dicen: “Se acabó hacer las guerras de los demás” para concentrarse en lo que para ellos es gran reto geoestratético, China.

P. ¿Hasta qué punto Biden ha supuesto una decepción para la UE?

R. Todos los grandes líderes europeos han expresado su desazón en términos muy firmes [a cuenta de la alianza del Pacífico]. Biden y Macron hicieron hace unos días una declaración histórica: reconocer que no se ha hecho bien, que vincular una decisión defensiva con otra industrial es un grave error. Pero EE UU reconoce que Europa puede y debe tener capacidad defensiva propia al margen de la OTAN. Me sorprende que el secretario general de la OTAN no lo comparta. Y Washington también dice que tiene que comprometerse a ayudar en la lucha antiterrorista en el Sahel. Es mucho. No nos podemos permitir divisiones en el bloque atlántico, que nos debilitan ante los demás. Lo que sorprende de Estados Unidos es su sorpresa porque nos hayamos sentido marginados. Hay que recentrar la percepción de que Europa tiene que ser tomada en cuenta.

P. Aunque las formas sean muy diferentes de las de Trump, algunos de los comportamientos de EE UU no difieren tanto de la anterior etapa: en las decisiones de calado no se tiene en cuenta al aliado europeo.

R. Sin duda. Pero queremos creer que no ha habido mala fe. Hay que reequilibrar la relación política. Somos aliados. Los aliados se hablan, se consultan. Lo contrario no es una alianza estable. Europa se tiene que hacer valer y ese es mi papel. Tiene que ser un polo dentro de la multilateralidad. Pero para eso tiene que estar más unida.

P. ¿Es el Reino Unido un socio fiable?

R. En seguridad y defensa, después de la salida no han mostrado un gran apetito para ser socios. Hemos planteado la conveniencia de seguir manteniendo acuerdos y no han mostrado gran interés. Nosotros estamos dispuestos, es una gran potencia militar y un gran país europeo.

P. ¿Qué peso tiene América Latina en las relaciones exteriores de la UE?

R. No tiene una relación política a la altura de la importancia de las inversiones que hemos hecho allí. Las empresas europeas han invertido en la región más que en China, India, Rusia y Japón juntos. Hay un desfase entre nuestro vínculo económico y político. A pesar de mis esfuerzos, América Latina no está suficientemente en el radar. Vamos a trabajar con España para que haya mayor vínculo. Tendría que haber una especie de equipo Europa para América central, que es donde surgen los problemas migratorios. También le interesaría a Estados Unidos.

P. La UE enviará una misión electoral a Venezuela en noviembre. ¿Serán unas elecciones limpias?

R. Eso lo dirá la misión. Hay gente que dice que enviar la misión legitima al país. Lo que legitima es lo que diga la misión.

P. En la anterior convocatoria electoral no la enviaron.

R. Es que no se daban las condiciones, ni por una parte ni por la otra. La oposición no se quiso presentar. Era observar algo que no tenía consistencia. Pero esta vez se presenta incluso el partido de Guaidó. Si el régimen venezolano ha aceptado las condiciones, la presencia de la misión ayuda a la oposición.

P. ¿Es la migración el asunto que más divergencia de pareceres genera en la UE?

R. Sí, una de las mayores fuerzas divisorias en la UE es la migración. No es una actitud cuantitativa, sino cualitativa. Llevamos mucho tiempo discutiéndolo y no conseguimos un acuerdo. La fuerza divisoria que tiene la actitud frente a los problemas migratorios es uno de los talones de Aquiles de Europa. Y cada vez que hay una crisis aguda se manifiesta. Pensábamos que tendríamos una crisis aguda por Afganistán que de momento no se ha producido. Y no se producirá si evitamos el colapso económico del país. El 75% del presupuesto afgano viene de transferencias exteriores. Y ahora todas están congeladas. El colapso económico se puede producir. Tenemos que evitarlo, sin reconocer ni apoyar al Gobierno como tal.

P. Pero, ¿cómo hacerlo? Dar dinero puede suponer legitimarlo.

R. Depende de cómo. Directamente no se puede dar dinero porque varios de los ministros están en la lista de terroristas de Estados Unidos. Pero hay organismos de Naciones Unidas que trabajan allí. Si queremos que las niñas vayan a las escuelas, primero tiene que haber escuelas.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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