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Rusia aprovecha la crisis energética para exhibir fuerza frente a la UE

Varios países y expertos acusan a Moscú de retener suministros para acelerar la aprobación del gasoducto Nord Stream 2. El Kremlin lo niega y se abre a aumentar las exportaciones

La ciudad siberiana de Omsk, con la refinería de Gazprom al fondo, el pasado agosto.
La ciudad siberiana de Omsk, con la refinería de Gazprom al fondo, el pasado agosto.Gavriil Grigorov (Gavriil Grigorov/TASS)
María R. Sahuquillo

Con la perspectiva del frío invierno a la vista y en un escenario de mercados caóticos y aumento vertiginoso del precio de la energía en Europa, Rusia saca músculo como potencia energética. El país euroasiático suministra un tercio del gas a Europa, es el mayor proveedor de la región, y el Kremlin aprovecha la crisis de la energía para impulsar su agenda y recordar a la UE que necesita su gas, pese a años de confrontación, sanciones y planes para diversificar y desarrollar fuentes alternativas para paliar la dependencia de Moscú. Algunos funcionarios europeos acusan a Moscú y su gasista, Gazprom, de retener los suministros intencionadamente como medida de presión para acelerar la aprobación del polémico gasoducto Nord Stream 2, que bombeará gas directamente a Alemania. El Kremlin lo niega y asegura que no solo cumple a rajatabla sus contratos, sino que sus exportaciones han sido este año superiores a otros.

El papel de Rusia en la crisis energética actual es un punto de acalorado debate entre los expertos. Pero no su influencia como superpotencia del petróleo y el gas. El miércoles, en un día turbulento en el que el gas de referencia europeo subió un 40% en unos minutos, la disposición del presidente ruso, Vladímir Putin, a aumentar “con cuidado” la oferta del gas tuvo un efecto instantáneo en los mercados: los precios bajaron.

El gas natural se utiliza para generar alrededor de una quinta parte de la electricidad en Europa. Y ahora, por diversos factores, parece que el gas no cubre las expectativas de demanda. Esto ha elevado su precio y, por tanto, el precio de la electricidad, lo que ha tenido un impacto en los mercados y en los bolsillos de los consumidores.

Y con esta realidad de fondo, Rusia ha deslizado que una certificación rápida del gasoducto Nord Stream 2 —que evita el tránsito por Ucrania y al que se oponen Estados Unidos y varios países del Este de Europa, que creen que aumenta la dependencia de Moscú— supondría una “señal positiva” que podría “enfriar un poco la situación actual”, dijo el ministro de Energía, Alexander Novak, que también comentó que podrían abrir la mano a suministrar “al menos pequeños volúmenes” adicionales de gas en la Bolsa de comercio electrónico de San Petersburgo, donde Gazprom tiene su sede, para reducir lo que Putin llamó “frenesí especulativo”. “Rusia siempre ha sido y es un proveedor confiable de gas para sus consumidores en todo el mundo, tanto para Asia como para Europa, y siempre cumple con todas sus obligaciones en su totalidad”, remarcó Putin cuando las críticas a Moscú arreciaban en las capitales europeas.

El Kremlin también ha culpado a las autoridades europeas del “error” de pasar de los contratos a largo plazo, que Moscú prefiere y favorece —como el pacto a 15 años que acaba de firmar con Hungría en plena crisis del gas— a las ventas a corto plazo en las bolsas y basadas en el mercado.

Pese a la postura del Kremlin, el veterano analista de la energía Mijaíl Krutijin no tiene duda. Rusia, dice, tiene un papel destacado en la crisis actual. “Gazprom ha alterado mucho los mercados al negarse a firmar nuevos contratos de suministro de gas y atenerse solo a los ya pactados”, dice. “Mantiene una política deliberada de restringir los suministros como un plan de chantaje para impulsar el Nord Stream 2″, opina el experto, socio de la consultora Rusenergy. “La intención de las autoridades rusas es poner a Europa de rodillas para lograr sus intenciones y trabajar como monopolio en el gasoducto”, añade Krutijin, que apunta como un segundo factor la especulación del mercado financiero.

Con los datos en la mano, Gazprom exportó durante los nueve primeros meses del año volúmenes récord a Europa. Aunque los envíos cayeron en septiembre y el menor suministro a través de las rutas de tránsito de Ucrania y Polonia suscitó las críticas y las sospechas de que Moscú estaba reteniendo suministros para forzar una aprobación más rápida del controvertido gasoducto, que está terminado ya bajo el lecho del mar Báltico y en espera solo de la certificación final tras años de peleas políticas.

Vitaly Yermakov, investigador senior del Oxford Institute for Energy Studies, cree que la postura de muchos analistas y funcionarios europeos de culpar a Moscú es “poco inteligente”. “No se han molestado en verificar los datos y los hechos. Rusia ha incrementado sus exportaciones a Europa aunque no haya sido suficiente”, asegura el experto. El país euroasiático, señala también, es un territorio grande y frío, y aunque tiene reservas prolíficas no tiene suministros ilimitados, y antes que exportar a Europa tiene, por ley, que cubrir la demanda interna y suministrar a su propio mercado.

Apunta Yermakov una combinación de factores que han derivado en la actual crisis energética: el clima, con un invierno más frío seguido por una primavera larga y fría y un verano duro en el que no ha habido mucho viento; las consecuencias de la pandemia y las restricciones impuestas por la covid-19, que se han traducido en la disminución de la producción de gas en algunos mercados; el papel de China como operador clave, que ha incrementado sus importaciones de energía; también que América Latina ha importado más energía este año. “Como resultado, el mercado europeo tiene menos suministro, menos energía disponible”, dice el experto, que sostiene que Rusia ha incrementado pese a todo sus exportaciones a Alemania y Turquía, con las que tiene contratos a largo plazo. “La crítica a Rusia no tiene fundamento y distrae la atención de las decisiones de política energética pobres e imprudentes que los burócratas de Bruselas han tomado durante la última década, específicamente al confiar en la competencia del mercado como solución definitiva a todos los problemas y sin tener en cuenta la necesidad de garantizar la seguridad energética y crear los mecanismos que eviten las fallas del mercado”, opina Yermakov.

De hecho, opina Anna Kokoreva, analista senior de la consultora Coface Russia, la UE ahora parece “más interesada” en la aprobación acelerada del Nord Stream 2. “Se acerca el invierno y no se sabe si será suave. Y aunque las instalaciones de almacenamiento de la UE están llenas a nivel suficiente para el periodo invernal, el Nord Stream 2 ayudará a eliminar riesgos imprevisibles de una mayor demanda en caso de un clima severo”, abunda. La crisis energética está teniendo también un impacto en las Bolsas rusas. Aunque al contrario que en la UE. Los precios de las acciones de Gazprom están alcanzando máximos históricos en rublos.

La Comisión Europea está investigando las quejas de algunos países de que Rusia está usando su influencia. “Si bien Rusia respeta los contratos a largo plazo”, dijo el miércoles la comisaria europea de Energía, Kadri Simson, “no reservó capacidad adicional, a pesar del aumento de los precios; lo que agrava el estrecho equilibrio”, añadió en la sesión plenaria del Parlamento Europeo sobre precios de energía. Además de la investigación, Bruselas ha anunciado que publicará una “caja de herramientas” o medidas para abordar el aumento de precios. La crisis de la energía está obligando a los ministros de la UE a afrontar su dependencia del gas natural.

También la Agencia Internacional de la Energía (AIE), en una rara reprimenda al Kremlin, ha recalcado que Rusia “podría hacer más para aumentar la disponibilidad de gas en Europa y garantizar que el almacenamiento se llene a niveles adecuados en preparación para el invierno”. Otros analistas señalan que al evitar Ucrania paulatinamente, Rusia no utiliza toda su capacidad para exportar gas a Europa y eso también impacta en los mercados.

Un proyecto muy controvertido

El Nord Stream 2, que se ha convertido en el gasoducto más controvertido para la política mundial, permitirá al gigante ruso entregar 55.000 millones de metros cúbicos de gas a Europa cada año a través de 2.460 kilómetros de tuberías que cubren los más de 1.200 kilómetros desde la rusa Ust-Luga hasta Lubmin, en Alemania. El proyecto debía haberse terminado en 2019, pero altamente politizado, ha centrado gran parte del debate de las relaciones entre Occidente y Moscú. Rusia, Alemania y países como Francia aseguran que el proyecto es “puramente económico” y que será beneficioso.

Mientras, Estados Unidos —que además quiere colocar su propio gas— y los países del Este de Europa temen que se convierta en otro tentáculo de la influencia de Moscú y refuerce la posición de Rusia como principal proveedor de la Unión. Además, señalan que hará más vulnerable a Ucrania —por donde ahora pasan varias tuberías y que, además, afrontaría pérdidas millonarias en lo que ahora ingresa por tarifas de tránsito—, país geoestratégico para la UE y para la OTAN. El miércoles, en plena oleada de críticas, el presidente Vladímir Putin comentó que la vía de tránsito de Ucrania es “económicamente desventajosa” y más contaminante. En los últimos tiempos, Moscú ha diversificado sus vías de exportación de gas y ahora evita gran parte del territorio ucranio por el norte, con el Nord Stream 2, y por el sur, con el TurkStream, que pasa por el lecho del mar Negro y conduce el gas por dos ramales, uno a Turquía y otro a países del sur y sureste de Europa, como Bulgaria.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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