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La prohibición de negar el genocidio de Srebrenica vuelve a alimentar tensiones en Bosnia

Los serbobosnios boicotean al alto representante internacional y siguen glorificando a criminales de guerra en un país roto

Luis de Vega
Mural en Sarajevo en honor de Ratko Mladic vandalizado con pintura roja, el 24 de julio
Mural en Sarajevo en honor de Ratko Mladic vandalizado con pintura roja, el 24 de julioDarko Vojinovic (AP)

La profunda división que recorre Bosnia-Herzegovina se ahonda aún más. El conflicto que desmembró Yugoslavia en los años noventa del siglo pasado continúa muy presente y vuelve a ser la causa de un aumento de la tensión tras la decisión del alto representante internacional en el país de ordenar una enmienda al Código Penal que prohíbe negar el genocidio de Srebrenica y otros crímenes de guerra. La ley fija penas de entre seis meses y cinco años de prisión para quienes nieguen o justifiquen las matanzas y delitos de lesa humanidad.

Tras 12 años en el cargo de alto representante, creado en los acuerdos de paz de Dayton (1995) y con potestad de intervenir en las leyes del país, el austriaco Valentin Inzko hizo a finales de julio uso de sus prerrogativas especiales por primera vez ante la acumulación de casos de negación de los crímenes y la glorificación de los responsables. Una decisión que ha alimentado la tensión étnica en un Estado formado por dos entidades autónomas (una controlada por los serbobosnios y la otra de mayoría bosniaca, musulmana, y de bosniocroatas) y con un liderazgo tripartito y rotatorio en la presidencia.

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Los bosniacos han apoyado la medida, pero los serbobosnios, encabezados por el nacionalista Milorad Dodik, consideran la reforma penal una afrenta. Por ello, mientras Inzko aún hacía las maletas, aprobaron en el Parlamento autónomo de la República Srpska, su entidad, una legislación para impedir que en su territorio se considere un genocidio la matanza a manos de tropas serbobosnias de 8.000 jóvenes y hombres musulmanes en julio de 1995 en Srebrenica. Al nuevo alto representante, el alemán Christian Schmidt, le han recibido a principios de mes con cajas destempladas y Dodik ha dejado claro que no piensa respetar las decisiones que tome porque considera que el cargo debería eliminarse. El líder serbobosnio ha sacado de nuevo a la palestra que el país debería dividirse en dos.

“Se está muy lejos de haber llegado a un mínimo aceptable de objetivos de justicia transicional y lejísimos de cualquier reconciliación”
José Ricardo de Prada, juez español que trabajó en Bosnia de 2005 a 2008

Ahmed Buric, escritor y periodista nacido en Sarajevo, considera, en declaraciones enviadas por correo electrónico: “Si Inzko mira hacia atrás, verá que deja un país aún más dividido y fracasado que en 2009, cuando asumió el cargo”. Opina que “la razón principal de que no funcione el país ―con una catastrófica política de tres bandos gobernantes― es la negación del genocidio por parte de los dirigentes serbios. Esa ley debería haberse aprobado ya a mediados de los años noventa, cuando (los dirigentes serbios) Radovan Karadzic y Ratko Mladic fueron acusados de crímenes de lesa humanidad y genocidio”.

El magistrado español José Ricardo de Prada, que entre 2005 y 2008 formó parte de la Sala de Crímenes de Guerra de la Corte de Bosnia Herzegovina, con sede en Sarajevo, coincide en declaraciones a través del teléfono en que “se está muy lejos de haber llegado a un mínimo aceptable de objetivos de justicia transicional y lejísimos de cualquier reconciliación”. “Es más, la situación está ahora más deteriorada que hace unos años”, asegura.

Ha pasado algo más de un cuarto de siglo desde la matanza de Srebrenica, declarada como genocidio por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia y Bosnia-Herzegovina es todavía un país roto. La guerra entre 1992 y 1995 dejó cerca de 100.000 muertos. Marko Prelec, analista del International Crisis Group (ICG), comenta por escrito: “(El acuerdo de paz de) Dayton cumplió absolutamente su misión y tuvo más éxito del que nadie esperaba, pero hoy no es suficiente y, lo que es peor, no hay acuerdo sobre qué debe venir ahora”.

La perspectiva es sombría, en opinión del escritor y veterano de guerra Faruk Sehic, que, en respuesta a preguntas por escrito, reclama más inversiones internacionales para sacar de la órbita rusa al país. Considera que Moscú, que junto a China ha intentado en la ONU reducir las funciones del alto representante, “ayudan a los serbios y ultranacionalistas croatas a destruir el país”. En la misma línea contundente, considera que Dodik debería acabar en la cárcel por “negación del genocidio y discurso del odio”.

“Dayton solo paró la guerra, pero hoy es la cadena del prisionero que nos impide escapar”
Faruk Sehic, reconocido escritor y veterano de la guerra

El periodista Buric abunda: “Si la misión de Dayton era detener la guerra, se ha cumplido, pero no se puede decir que las consecuencias de la guerra hayan sido mitigadas” por loa acuerdos.

No acaba de funcionar la solución auspiciada por esos acuerdos para cimentar el país sobre dos entidades autónomas que separan etnias y religiones (los bosniacos, que son musulmanes y suponen el 50% de unos 3,3 millones de habitantes; los serbobosnios, ortodoxos, el 31%, y los bosniocroatas, católicos, que son un 15%) que se alternan cada ocho meses la presidencia a la sombra del alto representante. Sehic asegura: “Dayton solo paró la guerra, pero hoy es la cadena del prisionero que nos impide escapar”. Es la herramienta “ideal para todo tipo de etnonacionalistas, especialmente para aquellos que quieren dividir Bosnia en partes para fusionarse con Croacia y Serbia”.

Mujeres de Srebrenica siguen la transmisión en directo del Tribunal de Crímenes de Guerra de Yugoslavia en La Haya y conocer el veredicto para el exjefe militar Ratko Mladic.
Mujeres de Srebrenica siguen la transmisión en directo del Tribunal de Crímenes de Guerra de Yugoslavia en La Haya y conocer el veredicto para el exjefe militar Ratko Mladic.Darko Bandic (AP)

Buric no ve que sea sencillo salir de la espiral del genocidio: “Los (países) más pequeños permanecen en un círculo vicioso para siempre: el perpetrador, en su mayor parte, niega que haya pasado nada, y quiere esconder ese horrible crimen debajo de la alfombra. O en el bosque. La víctima, o más bien sus actuales líderes, quiere sacar rédito del martirio, pero nadie ofrece una salida que permita avanzar más allá”.

Una futura integración en la Unión Europea se evoca como una posible salida, pero de momento prevalecen la tensión y el fuego cruzado institucional en el país, y la gran desconfianza entre sus grupos de población. El juez De Prada opina: “Si la UE les ofrece un proyecto de futuro económico y social, podría quizá cambiar algo. De todos modos, soy más bien pesimista. Es imposible con un país con tres entidades cogobernando y con veto recíproco”. Prelec, del ICG, señala: “No hay mucho que la comunidad internacional pueda hacer por Bosnia” y “evidentemente, la perspectiva de la UE no es suficiente”.

La incógnita del nuevo representante

Sehic augura que el nuevo alto representante tendrá que soportar “ataques muy fuertes de la retórica primitiva de Dodik”, pero cree que “al final Schmidt prevalecerá”. El escritor Burik espera que “cambie el curso de los altos representantes anteriores, que en su espíritu de positivismo acrítico” acabaron “frustrados ante las fuerzas nacionalistas”.

El especialista Prelec argumenta que “nadie sabe qué esperar de Schmidt. Probablemente esté allí como una especie de freno de emergencia en caso de crisis real. La mayoría de los países de la UE habrían cerrado la oficina del Alto Representante hace mucho tiempo”. “Probablemente lo mejor que puede hacer es fomentar el diálogo y dejar claro que nadie, incluido él mismo, desde fuera va a tomar decisiones por los bosnios”.

El escritor Sehic lo ve así: “Todo el mundo ha de recordar que Bosnia es un Estado débil pero como país y territorio es muy fuerte. Eso significa que la única fuerza que puede salvarnos somos nosotros mismos, los ciudadanos de Bosnia-Herzegovina”.

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Sobre la firma

Luis de Vega
Ha trabajado como periodista y fotógrafo en más de 30 países durante 25 años. Llegó a la sección de Internacional de EL PAÍS tras reportear en la sección de Madrid. Antes trabajó en el diario Abc, donde entre otras cosas fue corresponsal en el norte de África. En 2024 ganó el Premio Cirilo Rodríguez para corresponsales y enviados especiales.

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