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Las fosas abiertas de Srebrenica

En el 20 aniversario del genocidio, la comunidad internacional continúa dividida y bajo sospecha

Isabel Ferrer
Una mujer llora cerca de la lápida de un familiar en el cementerio de Potocari
Una mujer llora cerca de la lápida de un familiar en el cementerio de Potocari DADO RUVIC (REUTERS)

En el veinte aniversario del genocidio de Srebrenica, el veto de Rusia a llamarlo así en la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que recuerda a los 8.000 varones musulmanes tiroteados por las tropas serbias, ha mostrado que la herida sigue abierta. Lo mismo que las fosas (más de 600 repartidas por el territorio de Bosnia-Herzegovina) en las que continúan apareciendo restos. A veces es un torso, otras un cráneo. Con mala suerte, un pequeño hueso, porque no todas las 6.241 víctimas enterradas hasta la fecha conservan su cuerpo entero.

Este sábado, la ceremonia anual de inhumación será distinta. No solo hay otros 136 féretros aguardando sepultura en el cementerio de Potocari, a 6 kilómetros de Srebrenica. Dos décadas después de la peor atrocidad cometida en Europa desde la II Guerra Mundial -casi una terrible frase hecha a estas alturas- se espera al expresidente estadounidense Bill Clinton.

La tragedia sucedió durante su Administración y fue calificada de genocidio en 2007 por el Tribunal Internacional de Justicia de la propia ONU. Bajo dicho cargo, así como los de crímenes de guerra y contra la humanidad, han sido condenadas hasta la fecha 14 personas por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY). De su lado, las cortes bosnias han sentenciado a 23 personas por lo ocurrido. Sin embargo, con los procesos todavía en marcha contra Radovan Karadzic y Ratko Mladic, ideólogo y ejecutor, presuntamente, del crimen, Moscú -aliado serbio- sostiene que genocidio es un término "poco constructivo". Según Vitaly Churkin, su embajador ante la ONU, "resulta políticamente sesgado y aumentaría las tensiones étnicas en Bosnia". Belgrado, por su parte, prefiere mencionar "la comisión de graves crímenes".

"Para respetar el pasado hay que llamar genocidio a lo ocurrido en Srebrenica. Para edificar el futuro, hay que hablar con una sola voz cuando sea negado", dijo, por el contrario, Serge Brammertz, fiscal jefe del TPIY ante Naciones Unidas, el pasado 1 de julio. En la guerra de Bosnia (1992-1995) murieron unas 100.000 personas y cerca de 2 millones se convirtieron en refugiados. El ideal de la Gran Serbia, un Estado libre de otras etnias patrocinado por el fallecido expresidente Milosevic, no surgió de pronto. Es más, planeó en las largas conversaciones mantenidas con él por representantes de la Comunidad Internacional. "Se hablaba de evitar el derramamiento de sangre formando corredores humanitarios para expulsar a una comunidad entera de una zona concreta; una limpieza étnica inaceptable", ha recordado estos días en Holanda Carl Bildt, enviado de la UE a la antigua Yugoslavia en 1995.

Sospechas sobre la actuación de Occidente

La postura prueba la aparente fortaleza moral exhibida por la coalición internacional que luego doblegaría a Milosevic, pero documentos recién desclasificados por Estados Unidos ofrecen también otra lectura. Sugieren que Francia, Reino Unido y Washington "estaban dispuestos a ceder Srebrenica, considerada imposible de proteger, para poder dibujar un mapa de partición del territorio aceptable para Belgrado". Ello a pesar de saber que Mladic había declarado que "haría desaparecer a los musulmanes bosnios". Y que Karadzic advirtió de que "la sangre correría a raudales". Ambos consideraban criminales de guerra a todos los hombres bosnios en edad militar. Una vez dentro de la ciudad, desmadejaron a los cascos azules holandeses. Carecían de apoyo aéreo, pero tampoco se opusieron a la fatídica separación hombres y mujeres previa a la ejecución.

Florence Hartmann, portavoz de la fiscalía del TPIY hasta 2008, ha investigado a fondo la nueva documentación y acaba de presentar La sangre de la Realpolitik: la cuestión de Srebrenica. En el libro asegura que "Francia y Reino Unido, con mayoría de cascos azules en Bosnia en la primavera de 1995, amenazaron con retirarse si no había un acuerdo de paz. Washington se hubiera visto obligado a mandar 20.000 soldados al lugar. Algo que no deseaba". En su opinión, "nadie podía imaginar el horror posterior, pero la villa fue sacrificada". Al final, los acuerdos de paz de Dayton (1995) crearon en Bosnia una República serbia, que incluye Srebrenica, y una Federación croata. Dos comunidades separadas con libros de historia distintos y de difícil reconciliación.

"Srebrenica debe hacernos reflexionar sobre nosotros mismos para entender que un genocidio no es algo lejano en el tiempo, como el Holocausto, o propio de lugares remotos, como en Ruanda. Puede suceder a la vuelta de la esquina y ahí está hoy la tenebrosa sombra de EI en Siria, y la de Boko Haram", señalan fuentes del Instituto holandés de Relaciones Internacionales Clingendael.

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