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Los talibanes llevan la violencia a Kabul mientras se recrudece la guerra en el sur del país

La guerrilla asume el atentado de este martes contra el ministro de Defensa en la capital afgana

Personal de seguridad afgano supervisa los destrozos causados por un atentado en Kabul cometido este martes.
Personal de seguridad afgano supervisa los destrozos causados por un atentado en Kabul cometido este martes.WAKIL KOHSAR (AFP)

Los talibanes se atribuyeron este miércoles la autoría del ataque de ayer contra la residencia en Kabul del ministro de Defensa afgano, que causó al menos 12 muertos y 22 heridos, mientras las fuerzas de seguridad afganas se preparan para una gran contraofensiva por el asedio insurgente a una capital de provincia. El principal portavoz talibán, Zabihullah Mujahid, confirmó en un comunicado que el ataque suicida de anoche iba dirigido al ministro de Defensa, Bismillah Khan Mohammadi, que resultó ileso, como parte de una “operación de venganza contra esos importantes (...) funcionarios de la administración de Kabul, que dan órdenes de bombardear las casas civiles” en el país, entre otros crímenes.

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Poco antes de la reivindicación, el presidente afgano, Ashraf Ghani, había acusado a los insurgentes del “ataque terrorista”, cuyo propósito, dijo, era silenciar el canto de “Alá es grande” que los ciudadanos han llevado a las calles para mostrar su apoyo a las fuerzas de seguridad en su lucha contra la violencia talibán. En este atentado con coche bomba y posterior tiroteo, que se prolongó por cinco horas, perdieron la vida doce personas, entre ellas los cuatro atacantes, y 22 resultaron heridas, según indicaron a Efe varias fuentes oficiales.

El atentado a última hora del martes contra el ministro se produce en un momento de especial inestabilidad en Afganistán, después de que el inicio de la retirada final de las tropas extranjeras del país el pasado 1 de mayo, desencadenase una ofensiva talibán sin precedentes. En los últimos tres meses, los combatientes han tomado el control de unos 125 centros de distrito, el mayor logro en dos décadas de guerra, y mantienen asediadas varias capitales provinciales, como la occidental Herat y las meridionales Kandahar y Lashkargah.

Precisamente la ciudad de Lashkargah, capital de la provincia de Helmand, vive los peores enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad afganas y los insurgentes, después de que ayer se denunciara la muerte de al menos 40 civiles por los choques. En las últimas 24 horas, al menos 75 talibanes murieron y otros 17 resultaron heridos en los enfrentamientos llevados a cabo en esta urbe, según el último balance emitido por el Ministerio de Defensa.

Con el objetivo de poner fin a la violencia, un centenar de miembros de las fuerzas de élite afganas se han desplazado a la zona para unirse a una gran contraofensiva organizada por las tropas afganas, con el objetivo de repeler a los talibanes de la ciudad. Esta operación comenzará tan pronto como se confirme la evacuación de los civiles de esta capital provincial, que se unirán a los miles que en los últimos días ya se han visto obligados a huir debido a los intensos enfrentamientos.

Miles de desplazados

Solo en Lashkargah, al menos 5.000 familias (35.000 personas) abandonaron sus hogares, y en las pasadas dos semanas, unas 14.000 familias, el equivalente a casi 100.000 civiles, fueron registradas como desplazadas en varias partes del país azotadas por la violencia.

En su rápida ofensiva, los talibanes han llevado a cabo detenciones y ejecuciones sumarias de soldados, policías y civiles con presuntos vínculos con el Gobierno afgano, denunció hoy la organización Human Rights Watch (HRW). “Ejecutar sumariamente a cualquier persona bajo custodia, ya sea un civil o un combatiente, es una grave violación de las Convenciones de Ginebra y un crimen de guerra”, afirmó la directora asociada para Asia de HRW, Patricia Gossman.

A estas denuncias se unieron las embajadas en Kabul de Estados Unidos y Reino Unido, que en un comunicado conjunto expresaron su repulsa a los talibanes, “que colocan minas terrestres en hogares de civiles y se esconden detrás de las familias mientras atacan a las fuerzas de seguridad”. “¿Cómo los talibanes pueden afirmar que están luchando por los afganos mientras los usan como escudos humanos?”, sentenciaron.

Al conflicto armado en Afganistán, se suman otros problemas como la sequía o la pandemia de la covid-19, que dificultan la recuperación económica del país. “Los desastres climáticos, la covid-19 y los conflictos convergen en una pesadilla viviente para el pueblo de Afganistán. Millones de personas pasan sin comer todos los días y en algunas partes el agua se está agotando”, indicó hoy en un comunicado el representante del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) en Afganistán, Necephor Mghendin. El país se enfrenta este año a “una de las sequías más severas jamás registradas”, subraya el representante, que pide además la colaboración internacional “para apoyar a las más de 18 millones de personas que necesitarán ayuda humanitaria en Afganistán”.

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