Israel quiere enmendar los “errores” de la era de Netanyahu en la relación con Biden
El nuevo Gobierno intenta eludir la confrontación con EE UU sobre el acuerdo nuclear con Irán
La frialdad de la relación entre el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y Benjamín Netanyahu, heredada del enfrentamiento entre el anterior primer ministro israelí y la Administración del demócrata Barack Obama (2009-2017), ha dado paso a una etapa de reconciliación del nuevo Gobierno de Israel con la Casa Blanca. “En los últimos años, se han cometido errores”, reconoció el domingo en Roma (Italia) el ministro de Exteriores, Yair Lapid, en su primera reunión con el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken. “Vamos a enmendar esos errores entre ambas partes”, anunció el principal líder de la coalición gubernamental israelí, en alusión a los “daños” causados por Netanyahu en el entendimiento con el Partido Demócrata a causa de su alianza a ultranza con el republicano Donald Trump.
El acuerdo nuclear con Irán, archienemigo de Israel en Oriente Próximo, suscrito por Obama en 2015, suspendido por Trump tres años después y que ahora trata de reactivar Biden, está detrás de los desencuentros entre ambos aliados estratégicos. Pero mientras Netanyahu prefirió airear las desavenencias desde las tribunas del poder y en conferencias de prensa, el Ejecutivo de amplia coalición encabezado desde hace dos semanas por Naftali Bennett y Lapid ha optado por la negociación discreta, en busca de una influencia favorable a sus intereses ante un previsible nuevo acuerdo entre Teherán y las grandes potencias.
En la reunión de Roma, Lapid dejó claro que su país mantiene “serias reservas” sobre la reedición del pacto nuclear con Irán, aunque anunció que se van a abordar “a través de conversaciones técnicas directas”. Este lunes le ha correspondido al jefe del Estado, Reuven Rivlin, defender en la Casa Blanca las tesis de Israel. El presidente Rivlin, que concluye su mandato la semana que viene, ha efectuado este lunes una vista aparentemente protocolaria, pero ya anticipó antes de viajar desde Tel Aviv que su reunión con Biden tiene como eje expresar la máxima preocupación de su país por el eventual rearme atómico de un régimen que postula abiertamente su destrucción.
“Lo que que puedo decir es que Irán nunca conseguirá un arma nuclear bajo mi supervisión”, declaró Biden en una breve comparecencia ante los periodistas junto con Rivlin, antes de reunirse a puerta cerrada. El mandatario israelí calificó a EEUU de “mayor aliado y amigo de Israel” y subrayó que ambos países “comparten los verdaderos valores de la democracia”. “Espero poder recibir al primer ministro Bennett [en la Casa Blanca] muy pronto”, añadió Biden, que aprovechó para defender la orden de atacar a bases proiraníes en la frontera de Siria e Irak este domingo.
Con mucho más sigilo, el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, el general Aviv Kochavi, se ha reunido a lo largo de la semana pasada en Washington con responsables del Pentágono y de las agencias de inteligencia y seguridad para advertir de los riesgos que implicaría, según Israel, la “capitulación” frente a la exigencia iraní de reinstaurar el acuerdo nuclear a cambio del levantamiento de todas las sanciones internacionales. En esencia, Israel trata de convencer a EE UU de que es posible llegar a otro tipo de pacto con Teherán. Uno de mayor duración, para evitar que pueda dotarse del arma atómica dentro de una década, y garantizar que sus instalaciones nucleares queden sometidas a estrictas inspecciones internacionales, según revela en el diario Maariv el analista militar Alon Ben David.
Mismos objetivos, distintas tácticas
“Tenemos el mismo objetivo [respecto a Irán], pero a veces diferimos en las tácticas para alcanzarlos”, precisó el secretario de Estado en Roma. Blinken también recordó a los israelíes sus obligaciones con los palestinos, empezando por la reconstrucción de la franja de Gaza tras la escalada bélica del mes pasado, bloqueada a causa de las restricciones del Ejército en los pasos fronterizos. La expulsión de familias palestinas de sus viviendas en el distrito del Sheij Yarrah, en Jerusalén Este, y la gestión israelí sobre la Explanada de las Mezquitas, tercer lugar sagrado del islam, son vistas también con preocupación por EE UU. El mensaje de Blinken tiene doble vertiente: por ahora Washington no se plantea impulsar la reanudación de las negociaciones de paz con los palestinos, pero Israel debe mejorar ya sus condiciones de vida con “medidas que garanticen la dignidad”.
El giro de la Administración demócrata hacia Israel ha sido patente. Tras su llegada a la Casa Blanca, Biden tardó más de dos semanas en telefonear a Netanyahu. Sin embargo, Bennett fue felicitado por el presidente estadounidense pocas horas después de ser investido como primer ministro, el pasado día 13. La prensa hebrea apunta a que Bennett ha mantenido otras conversaciones con Biden, quien parece dispuesto a recibirle en la Casa Blanca en las próximas semanas. El exministro Gilad Erdan, embajador en Washington, designado el año pasado por Netanyahu, ya ha puesto su cargo a disposición del nuevo Gobierno.
La reconciliación entre la Administración de Biden e Israel tras el fin de la era de Netanyahu en el poder no ha puesto fin, empero, a la guerra en la sombra que los servicios de inteligencia israelíes libran contra Irán, dirigida en gran parte a retrasar el proceso de enriquecimiento de uranio. Ante la afirmación de las autoridades de Teherán de haber neutralizado la semana pasada una operación de sabotaje contra instalaciones de la Agencia Atómica en Karaj, al oeste de la capital iraní, expertos en inteligencia han asegurado en la prensa israelí que se trataba de un ataque dirigido a paralizar la producción de centrifugadoras para el enriquecimiento de uranio. La acción sigue la estela de una operación similar atribuida al pasado mes de abril al Mosad (espionaje exterior) contra la planta nuclear de Natanz (300 kilómetros al sur de Teherán), donde operan miles de centrifugadoras en un búnker subterráneo secreto.
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