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El hombre que puso a las élites peruanas a los pies de su caballo

El maestro radical Pedro Castillo gana la primera vuelta de las elecciones a la presidencia

El candidato presidencial de Perú Pedro Castillo monta a caballo en el cierre de campaña, el 8 de abril. En vídeo, sus declaraciones sobre los resultados de la primera vuelta.Vídeo: ALDAIR MEJÍA / EFE | EPV

A mil kilómetros de Lima, a lomos de un caballo y bajo un sombrero de paja de ala ancha, un maestro de escuela rural desafía el status quo peruano. Pedro Castillo apunta desde Chota (Cajamarca) al Palacio de Gobierno como vencedor de la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Perú, celebradas este domingo. Las élites de la sociedad limeña, cuna del poder del país sudamericano y origen de los cinco últimos presidentes, se despertaron este lunes de resaca electoral noqueadas por la presencia del más incómodo de todos los candidatos para su ecosistema. El profesor sindicalista de corte radical, que no lideró las encuestas hasta la última semana, llama a las puertas de la presidencia con el lema “basta ya de pobres en un país rico”.

Pedro Castillo Terrones, de 51 años, nació en Cajamarca, una región andina de las más pobres de Perú. El maestro, tercero de una familia de nueve hermanos, logró en 1995 su plaza como profesor de primaria en una escuela de su región, pero siempre tuvo aspiraciones políticas. Como líder regional del partido Perú Posible desde 2005, era un completo desconocido en el resto del país hasta 2017. Aquel año, una multitudinaria protesta de docentes, que exigían subidas salariales a cambio de la evaluación periódica a los maestros, paralizó las clases durante 75 días en casi todo Perú. Castillo se puso al frente de las movilizaciones y desde entonces ya nadie volvería a olvidar su nombre.

El maestro navega sobre unas aguas ideológicas complejas. “Tiene un retórica reivindicativa, un discurso básicamente radical, amoldable a la izquierda y derecha”, explica el analista José Carlos Requena. En su ideario recurre muchas veces a los ejemplos de Ecuador y Bolivia, pero también destaca la nacionalización del petróleo en Venezuela: “Con frecuencia se nos dice que la nacionalización es mala. Sin embargo, tenemos ejemplos que desdicen esta absurda teoría”. Castillo promete nacionalizar el gas de Camisea, el proyecto energético más importante del país. También quiere aumentar el presupuesto público en sanidad y asegura que subirá el de educación hasta el 10% -actualmente bordea el 4% del PIB-. Los analistas y competidores consideran inviables sus planteamientos.

Si logra abrir la llave del Palacio del Gobierno promete derogar la Constitución de 1993 (promulgada durante el Gobierno de Alberto Fujimori) y amenaza con cerrar el Congreso si no se lo permiten. La lista de propuestas causa auténtico pánico en las élites peruanas, que siempre han rechazado cualquier manifestación de izquierdas. En Lima, el voto conservador (gran parte de él ultraconservador) superó el domingo el 50%, apoyado en un discurso que siempre ha relacionado a la izquierda con el terrorismo de Sendero Luminoso, que causó miles de muertes en los 80, y con el chavismo. En Castillo ven reflejado ambos lados.

Al maestro se le relaciona desde la huelga de 2017 con grupos políticos formados por miembros de Sendero Luminoso, en libertad tras haber cumplido condena. Él siempre se ha desvinculado, pero su sombra le persiguió hasta las urnas. El diario Perú 21 alertaba el día antes de la votación a toda página en primera plana: “Cuidado, Sendero Luminoso estará presente en estas elecciones”. Una portada que, en cualquier caso, no llegó hasta sus votantes, en su mayoría repartidos entre el sur y los departamentos más pobres. En Perú un 20% de la población vive en la pobreza, según los últimos indicadores oficiales, aunque se estima que el porcentaje haya crecido durante la pandemia. Castillo pasa a la segunda vuelta con el 18% de los votos.

A pesar de la enorme distancia ideológica, el líder de Perú Libre comparte una parte de su ideario con los políticos conservadores más votados en la capital, como Keiko Fujimori, Hernando de Soto o el candidato de extrema derecha Rafael López Aliaga. La agenda social, una rara avis en la política peruana, se resume en una enmienda a todos los avances sociales que preocupan tan poco desde la mayoría de los rascacielos de Lima hasta el grueso de las montañas andinas. Rechazo al aborto, rechazo al matrimonio homosexual, rechazo a incluir la igualdad de género en el currículum escolar, rechazo a la eutanasia.

Castillo promete dar la batalla ante el poder establecido desde su pasado de rondero, una organización social creada en Chota en la década de los 70 por agricultores y campesinos para defenderse del robo de ganado y de la violencia. El régimen propio de los ronderos, al margen de la ley, incluye latigazos y el escarnio público contra ladrones y maleantes. En las dos décadas que Perú sufrió la violencia de Sendero Luminoso (1980-2000) la vigilancia y fortaleza de las rondas cajamarquinas frenó la entrada en la zona del terrorismo que sembraba de atentados y muerte la mayor parte de los Andes.

Quedan dos meses hasta la segunda vuelta de las presidenciales. La líder del fujimorismo será la encargada de dar la cara por un sector de Perú que no quiere a Castillo ni en foto. Eso tampoco es plato de gusto para la mayoría. Keiko Fujimori es la candidata que mayor rechazo genera entre los votantes pero, en unas elecciones tan fragmentadas, el apoyo de los fujimoristas acérrimos le ha granjeado la segunda posición con apenas el 14% de los votos.

Las élites de Lima siguen buscando este lunes en Twitter respuestas a unos resultados que no entienden. En la escuela 10465, en el centro del poblado de Puña, en la provincia de Chota, el maestro de primaria Castillo saca a veces a sus alumnos al campo, coge su teléfono móvil en alto y caminan en silencio buscando un punto de internet para asomarse por primera vez a Google.

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