La comunidad británica en Alicante observa sin ansiedad el desgarro del Brexit
En el municipio de Rojales son del Reino Unido más de 6.000 habitantes, el 30% de la población
Nicholas Iddon bebe una pinta de cerveza junto a un amigo bajo el sol invernal de Ciudad Quesada, una gigantesca urbanización del municipio de Rojales (Alicante). Acaba de bajarse de la bicicleta, una de las aficiones a las que se dedica durante sus cuatro o cinco meses de vacaciones anuales en España. Vive en Wokingham (Reino Unido) y apura las últimas horas antes de que se consume la salida de su país de la Unión Europea. “Oh, sí, el Brexit. Mañana caerá el cielo sobre nuestras cabezas”, bromea. Humor inglés. Iddon compró una casa en España en 2000 y su intención es retirarse aquí. “Voté Brexit”, señala, “porque no quería que los burócratas de Bruselas a los que no habíamos elegido tomaran todas las decisiones relativas a mi país”.
Asegura estar “tranquilo” ante lo que pueda pasar a partir del 1 de febrero. “No sé por qué iba a afectar el Brexit a nuestra vida aquí”, sostiene. Idoon es uno de los 6.170 británicos empadronados en Rojales, la tercera parte de la población de una localidad de 18.358 habitantes de los que apenas unos 5.000 son españoles. Los datos los proporciona Derek Monks, concejal de Integración de Residentes y Coordinación de Urbanizaciones del Ayuntamiento de Rojales, gobernado por el PSOE. Monks, también inglés, de Wigan, asegura que “la incertidumbre sobre el Brexit se ha terminado”.
La salida británica de la UE planteó, en su momento, dos grandes temores entre los residentes en España. “El primero, dado que la mayoría están jubilados, era si sus pensiones iban a crecer anualmente, como estipulan las leyes inglesas”, señala Monks sobre una cuestión que quedó resuelta con el compromiso británico de no congelarlas. El segundo; si iban a tener acceso al sistema español de salud, que les ha quedado garantizado con el compromiso de ambos países a pagar por cada pensionista, británico en España, y español en el Reino Unido. "En ambos asuntos, los Gobiernos han alcanzado acuerdos, según explicó la cónsul británica en varios encuentros con los residentes de Ciudad Quesada. Ahora, ya no sienten pánico, están relajados porque seguiremos con nuestras vidas como hasta ahora”, detalla Monks.
De hecho, el concejal subraya que sus conciudadanos han comprendido que deben empadronarse para regularizar su situación en España. “En 2019, hicieron el trámite 1.143 británicos en Rojales". Y para este año, se esperan más. Como Joanne Byron y Keith Mould, que cambiaron su Nottingham natal por Ciudad Quesada en 2003 y también disfrutan de una pinta en la terraza de un pub inglés, el The Old Don Carlos. Ambos montaron una inmobiliaria, el sector líder en la macrourbanización. Buscaban “una vida mejor” y votaron la permanencia, el entonces llamado Remain, en el referéndum. “Creo que los británicos nos creemos más de lo que en realidad somos”, se queja Byron. “Nosotros nos quedaremos, jamás pensaríamos en volver a Inglaterra”, dice Mould, “ya somos residentes permanentes”. “Éramos muy felices siendo europeos”, añade Byron, quien defiende que es mejor que los ingleses formen parte de una entidad mayor, como la UE.
Según Monks, la presencia de ciudadanos “de más 80 países distintos” ha conseguido que Rojales apenas tenga un índice de paro del 7%. “Los jubilados ingleses compran casas, gastan su dinero en los establecimientos, generan puestos de trabajo. Y este año vendrá más gente”, vaticina el edil, “la construcción de viviendas no ha parado”, destaca. De este mercado se aprovechan también los propios británicos. Como Nicola Kemp, de Kent, que trabaja en una inmobiliaria donde “todos los compañeros” son foráneos. “No creo que vaya a pasar nada tras el Brexit”, augura, “si los ingleses tuviéramos que irnos de aquí, crearíamos un gran problema para Rojales”.
"Si el referéndum se repitiera mañana, votaríamos Remain. En aquella campaña, no nos dieron suficiente información y además, no era correcta", dice un británico en Alicante
Kemp lleva tres años en Ciudad Quesada, a la que llegaron primero sus abuelos y luego sus padres. “Es un sitio estupendo para pasar las vacaciones”, dice. Sus compatriotas buscan, principalmente, “villas y apartamentos” con un requisito casi unánime: “Estar rodeados de otros extranjeros”. La agente inmobiliaria reconoce que los jubilados británicos no tienen capacidad de integración. “Son mayores y tienen dificultades para aprender español. Buscan que en las tiendas y restaurantes les atiendan en inglés, comida inglesa, pubs ingleses”, señala.
En inglés atienden a Kalvin y Vivían Marshall, vecinos de Swindon, en una oficina de cambio de moneda. Cuentan que desde hace dos años, pasan tres meses anuales en España. En su momento, votaron Brexit. “Nos dijeron que la mayoría de los problemas de nuestro país se debían a la dictadura de Bruselas, que nos decía qué podíamos pescar, qué podíamos comprar, qué ingredientes podíamos usar en nuestra comida”, recuerda Kalvin. Ahora sigue pensando que la UE ejercía “demasiado control” sobre sus vidas. "Pero si el referéndum se repitiera mañana, votaríamos Remain. En aquella campaña, no nos dieron suficiente información y además, no era correcta”, lamenta. Guardan los euros recién cambiados y salen a pasear “tranquilos” bajo los más de 20 grados del sol invernal de Rojales.
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