Al menos 11 migrantes mueren ahogados frente a las costas de Túnez
La pandemia ha agravado la crisis económica del país y ha espoleado la huida irregular de muchos de sus ciudadanos
Una embarcación en la que navegaba una treintena de migrantes subsaharianos irregulares naufragó este domingo frente a la ciudad pesquera de Sfax, a 270 kilómetros al sur de la capital de Túnez. La guardia marítima tunecina recogió los cadáveres de ocho mujeres y tres menores, uno de ellos un bebé, según informó el portavoz de la guardia marítima nacional, Housemeddine Jebabli. También se pudo rescatar con vida a cinco hombres y dos mujeres. Al resto aún lo están buscando.
Durante la noche de sábado al domingo las patrulleras de la guardia costera interceptaron 32 embarcaciones clandestinas que surcaban las costas del país, con 262 emigrantes a bordo de entre 15 y 44 años. Entre ellos solo había dos subsaharianos, el resto eran tunecinos. Debajo de la frialdad de las cifras subyace el drama de un país que tampoco acierta a frenar la emigración irregular desde hace tres años. El pasado mes de junio se produjo otro naufragio, también frente a las costas de Sfax, donde murieron 61 subsaharianos.
La crisis económica ha espoleado el número de salidas clandestinas. Y la pandemia está castigando de lleno a un país cuyo PIB depende en un 8% del turismo. La economía, ya de por sí debilitada desde la Primavera Árabe de 2011, no logra despegar. La salida para muchos jóvenes es Europa, y en concreto, Italia. En los ocho primeros meses de este año Italia recibió 7.890 emigrantes irregulares tunecinos. La mayoría de ellos llegaron a la isla de Lampedusa, que se encuentra a menos de 200 kilómetros de las costas tunecinas. Túnez se ha convertido en los últimos meses, junto a Libia, en el principal puerto de salida de migrantes hacia Italia.
El ministro de Exteriores italiano, Luigi Di Maio, amenazó a finales de julio al Gobierno tunecino con recortar 6,5 millones de euros de los fondos de ayuda a Túnez si el país no mostraba “un compromiso real” para combatir la emigración. A la semana siguiente, el presidente tunecino, Kais Said, visitaba la región de Sfax y emitía un mensaje nítido: “El Estado tunecino no tolera los traficantes de seres humanos, ni los organizadores de travesías marítimas ilegales. Perpetran crímenes que el Estado no puede tolerar”.
La intención del Gobierno parecía firme, pero la pandemia no ha dejado de azotar a un país donde 400.000 puestos de trabajo dependen del turismo. En todo caso, Túnez puede alegar frente a las autoridades europeas, que no es el único país desde donde salen pateras. En la vecina Argelia, también se ha registrado en el último año una eclosión de salidas. En la actualidad, uno de cada cuatro migrantes que llega a España es argelino. En la visita que emprendió la semana pasada el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, la migración irregular ocupó un puesto primordial en la agenda.
Desde la costa atlántica del norte africano, el panorama tampoco es halagüeño. Más de 700 inmigrantes llegaron el pasado viernes a Canarias a bordo de 22 pateras, según informó la Agencia Efe. Se trata de una cifra sin precedentes desde la crisis de los cayucos de 2006.
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