La UE pacta reforzar su soberanía frente a China y Estados Unidos
Los Veintisiete apuestan por una “autonomía estratégica” tras constatar su dependencia durante la pandemia
Hay conceptos geopolíticos que van viajando de boca en boca hasta que un día se posan en los discursos y acaban estampados en los documentos oficiales. He aquí uno de ellos: “Autonomía estratégica”. Se trata, según el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, del “objetivo de nuestras vidas”, y ocupó hoy gran parte de la segunda y última jornada de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea que se celebra en Bruselas.
Tras una intensa negociación el día anterior, que los tuvo discutiendo sobre Bielorrusia, Turquía y el Alto Karabaj hasta la una de la mañana, les tocaba aparcar el aquí y ahora de los múltiples incendios del vecindario y mirar hacia el futuro. “La pandemia de covid-19 [...] ha puesto de relieve tanto los activos de Europa como sus dependencias”, afirma el texto de conclusiones del Consejo aprobado hoy. Y ante este contexto, “lograr la autonomía estratégica junto a una economía abierta es un objetivo clave de la Unión”.
Ya el jueves lo anunció el presidente francés, Emmanuel Macron, antes de adentrarse en el centro de operaciones del Consejo para debatir con sus colegas: “Percibo signos de que Europa comienza a verse como una potencia geopolítica”. Un bloque capaz de reconstruir “su independencia industrial y digital”.
Bajo las grandes palabras yace un movimiento de placas tectónicas en el gran ajedrez mundial que la crisis actual ha dejado al desnudo. “La idea es que la UE no dependa de terceros países para estos temas [industria y digitalización]”, resume un diplomático. Según dijo el presidente español, Pedro Sánchez, antes de entrar en el debate: “Necesitamos una industria que nos dé respuesta ante futuras potenciales pandemias”.
Algunas respuestas han quedado reflejadas en el documento de las conclusiones: reforzar el Mercado Único, apostar por una política industrial más ambiciosa, revisar las normas de competencia, protegerse de “injustas y abusivas” prácticas comerciales de otros países y transitar hacia la “soberanía digital”(así la llama el presidente Michel) en sectores clave como el 5G, la inteligencia artificial y el Big Data.
Guntram Wolff, director del instituto europeo Bruegel, lleva tiempo dándole vueltas a este concepto que ya lanzó Macron en un conocido discurso en La Sorbona en 2017. “Hoy EE UU ya no cumple con el sistema basado en las reglas, no respeta el multilateralismo e incluso se enfrenta a la UE”, explica Wolff. “China tampoco acepta las normas, crea nuevas relaciones y presiona a sus socios comerciales para implementar su propio sistema; tiene una economía dirigida por el mercado, a pesar de que no da acceso al suyo, distorsionando así la competencia. Y la UE se encuentra entre estos dos grandes jugadores y piensa '¿Cuáles son mis herramientas para triunfar en este mundo?”.
La canciller alemana, Angela Merkel, ha citado algunas tras la cumbre: cualquier acuerdo de inversión entre China y la UE ha de incorporar la reciprocidad. “Si la parte china no da acceso a su mercado en algunas áreas, eso significa naturalmente que el mercado europeo será más restringido”, ha dicho.
Por eso hay quien ve en la “autonomía estratégica” el viejo fantasma del proteccionismo, en su versión europea. “Trabajamos en favor de un mercado abierto. Creemos en el librecambio”, ha defendido el presidente del Consejo al término de la cumbre. “Pero al mismo tiempo pensamos que la UE tiene que ser más resiliente, capaz de establecer prioridades y de desarrollar sus capacidades en sectores estratégicos, y también menos dependiente de lo que hemos constatado, de una forma algo dolorosa, durante la crisis de la covid”.
El caos del desabastecimiento de material sanitario durante lo más duro de la pandemia dejó noqueados y fuera de juego a muchos líderes europeos. Pero cabe preguntarse adónde lleva el nuevo camino. “La línea entre el proteccionismo y alcanzar la autonomía estratégica es muy fina, y habrá que ser cuidadoso para no traspasarla”, asegura el director del instituto Bruegel.
Una corriente de países de la UE, capitaneada por los defensores del librecambismo como los holandeses y los nórdicos, teme que bajo este nuevo impulso, cocinado en las entrañas galas y cuyo testigo ha recogido Alemania, se traduzcan en un sencillo “compra producto francés” o en medidas de apoyo a ciertas industrias, y acabe generando campeones nacionales –franceses o alemanes– en lugar de ganadores europeos. Hay quienes vislumbran incluso un alejamiento de la OTAN.
El debate toca la soberanía industrial y también la digital, un tren al que la UE llega tarde (el 90% de los datos europeos se encuentran en manos de empresas extracomunitarias) y descolocada (no ha sido capaz de ubicarse en el mundo bipolar del 5G). “Existe un riesgo de fragmentación de sistemas tecnológicos”, avisa una fuente diplomática. “Frente a EE UU y China necesitamos una posición común fuerte”. El texto pactado hoy subraya esta aspiración: los proveedores del 5G deberán ser evaluados “sobre la base de criterios objetivos comunes”.
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