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Gantz abre la vía a un Gobierno de unidad con Netanyahu al ser elegido presidente del Parlamento

El líder centrista da un vuelco inesperado que fractura el bloque de la oposición en Israel

Juan Carlos Sanz
Benny Gantz, presidente del Parlamento de Israel y líder de la coalición Azul y Blanco, el pasado 3 de marzo tras el cierre de urnas en Tel Aviv.
Benny Gantz, presidente del Parlamento de Israel y líder de la coalición Azul y Blanco, el pasado 3 de marzo tras el cierre de urnas en Tel Aviv.GALI TIBBON (EL PAÍS)

Benjamín Netanyahu parece haber reído el último. El líder centrista Benny Gantz, su rival en las urnas en las tres elecciones celebradas en Israel en el último año, fue elegido este jueves presidente de la Kneset (Parlamento) en un vuelco inesperado. En medio de una crisis constitucional sin precedentes, el exgeneral que dirigió la guerra de Gaza de 2014 ha abierto así la vía a un Gobierno de gran coalición con el partido Likud del primer ministro. “No vivimos tiempos normales, y hay que tomar decisiones inusuales”, justificó su decisión en plena pandemia de coronavirus.

El giro político se produjo en un pleno convocado en circunstancias excepcionales para designar al sucesor de Yuli Edelstein, el presidente saliente de la Cámara, quien dimitió el miércoles después de haberse negado a acatar la orden del Tribunal Supremo de reanudar toda la actividad parlamentaria tras haberla suspendido al amparo de las mediadas de contención de la enfermedad Covid-19. Gantz recibió 78 votos a favor en una Kneset de 120 escaños, es decir, los de 20 diputados centristas y los 58 del bloque conservador. Dos de los cuatro partidos integrados en Azul y Blanco, la formación que encabezaba, han abandonado esta alianza mientras que el resto de las fuerzas de la oposición se negaron a respaldarle o boicotearon la sesión.

Dos de los cofundadores de Azul y Blanco –el exministro de Finanzas Yair Lapid y el ex titular de Defensa y antiguo jefe del Ejército Moshe Yaalon– dieron por extinguida su coalición electoral con Gantz, a quien el presidente de Israel, Reuven Rivlin, había encomendado el pasado día 16 la formación de Gobierno en un plazo máximo de cuatro semanas. El encargo se ve ahora comprometido por la fractura en el bloque opositor. El líder centrista se había negado hasta ahora a pactar un Gobierno de unidad con un imputado en una causa penal como Netanyahu. “Esta es la decisión correcta en estos momentos de emergencia, sin poner en peligro la democracia”, proclamó Gantz en su primer discurso como presidente de la Kneset, sin aludir en ningún momento a un eventual pacto con el Likud.

Israel experimenta desde hace una semana un torbellino institucional en el vórtice de un largo año de bloqueo politico, jalonado por tres comicios que no han arrojado resultados concluyentes para poder formar Gobierno. La presidenta del Tribunal Supremo, Ester Hayut, había intervenido en la madrugada para condenar el desacato del presidente saliente de la Kneset, quien se negó a cumplir la orden dada por los jueces de convocar el pleno en el que iba a ser destituido. “Ha cometido una violación del Estado de derecho sin precedentes”, sentenció la magistrada.

Edelstein —uno de los barones del Likud, el partido liderado por Netanyahu— dimitió el miércoles sin querer emplazar a los diputados a votar. Para salir del embrollo institucional, el Alto Tribunal designó un presidente provisional con el único cometido de dirigir este mismo jueves una votación en la que las fuerzas de oposición —que suman una ajustada mayoría de 61 de los 120 escaños de la Cámara tras las elecciones del pasado día 2— iban a elegir a uno de sus miembros para el cargo.

“¿Si una persona con autoridad (como Edelstein) se comporta así, por qué deberían actuar los ciudadanos de otra manera, especialmente en estos tiempos difíciles?”, planteaba en su resolución la presidenta del Supremo para advertir de que el desacato del presidente saliente la Kneset puede llevar a la población a desobedecer la orden de confinamiento dictada por el Gobierno para contener la propagación del coronavirus. La juez Hayut anunció que se había designado al líder del Partido Laborista, Amir Peretz en calidad de diputado más antiguo, para dirigir provisionalmente una sesión especial para elegir nuevo

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El centrista Amir Cohen, vicepresidente de la Cámara en la anterior legislatura (2015-2019) y miembro del partido de Lapid, era el candidato inicialmente previsto, hasta que Gantz dio la campanada al proponerse para el cargo de presidente de la Kneset. Cohen estaba respaldado por una mayoría raspada de 61 de los 120 escaños de la Kneset. Gantz contó con una mayoría más amplia en medio de la fractura de la oposición.

Gantz difícilmente iba a lograr integrar una coalición gubernamental con base suficiente. La suma de todas las fuerzas de la oposición solo representa la mitad más uno de los votos. Además de contar con al menos dos diputados en sus filas que amenazaban con no secundarle, debía fraguar un improbable pacto con la izquierda laborista y pacifista; Israel Nuestra Casa, del derechista laico Avigdor Lieberman, y los partidos árabes de la Lista Conjunta, en cuyo grupo se incluyen políticos islamistas.

Mientras Netanyahu se enrocaba al frente de un Gabinete en funciones sin apoyo parlamentario, tampoco parecía previsible que Gantz pudiese formar un Gobierno alternativo con socios que mantienen posiciones antagónicas. Israel vive desde hace más de un año en un tormenta política perfecta, con dos únicas salidas factibles. La primera estriba en la convocatoria de nuevas elecciones legislativas, que ahora serían las cuartas desde abril de 2019, para desbloquear el empantanamiento institucional. Netanyahu es el único que ha estado interesado en esta vía, ya que como primer ministro en funciones sigue gozando de blindaje legal frente a los tres casos por corrupción en los que ha sido imputado por el fiscal general.

La opción restante —un Gobierno de gran coalición entre los conservadores del Likud y los centristas de la alianza Azul y Blanco— es la que se ha abierto finalmente camino. Ambos líderes hablaron por teléfono en la noche del miércoles y encargaron a sus equipos negociadores que reanudaran el diálogo suspendido. La emergencia sanitaria desencadenada por la pandemia de Covid-19 es el argumento al que recurre Gantz para no hacer honor a su promesa en la campaña electoral de no sentarse en un Ejecutivo de unidad nacional con un dirigente encausado por fraude y soborno. La previsible toma de la dirección de Legislativo por la oposición es, a su vez, la razón última que ha movido a Netanyahu a plegar velas y buscar un entendimiento con su rival en las urnas.

“Gantz traicionó a sus electores desde que rompió con su consigna electoral de ‘no con Bibi’, por tratarse Netanyahu de un dirigente corrupto. La mayoría de los observadores políticos coinciden en que, con su experiencia y pericia política, terminará por tirar a Gantz a la cuneta de la historia, sin cargos, partido ni seguidores”, pronostica el analista electoral Daniel Kupervaser. La estrategia del bloque parlamentario de centroizquierda y árabe de la Kneset para poner fin a la era de Netanyahu en el poder —con 14 años de mandatos acumulados, el primer ministro que durante más tiempo ha ocupado el cargo en la historia del Estado judío— parece ya descartada. En apenas dos semanas, la oposición pretendía hacer aprobar en el Parlamento por la vía de urgencia una legislación que impida que un procesado por los tribunales pueda ejercer como primer ministro. Las leyes básicas que sirven de texto constitucional en Israel no contemplan la dimisión de un jefe del Ejecutivo imputado mientras no se haya dictado sentencia firme en su contra.

Aparte de los vagos llamamientos a un Gobierno de gran coalición frente a la emergencia sanitaria, Netanyahu ha guardado silencio en medido de la grave crisis constitucional que ha tensado peligrosamente el principio de separación de poderes en Israel. Los aliados de la extrema derecha y ultrarreligiosos del líder del Likud no han vacilado, sin embargo, en cuestionar “la imposición arrogante” del poder judicial sobre el legislativo. “El momento en el que un presidente de la Kneset escupió en la cara de los jueces será recordado como un hito del Apocalipsis” de la democracia en Israel, auguraba en en las páginas de Haaretz el analista político Yossi Verter. “Netanyahu está utilizando la crisis del coronavirus como excusa para forzar a Gantz a que le acepte al frente de un Gabinete de unidad nacional”, concluía en el diario Maariv el columnista Ben Caspit. “¿Qué importa un soborno más o menos cuando todo está en llamas?”

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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