La cara oculta de los programas económicos de Johnson y Corbyn
El Instituto de Estudios Fiscales censura la "falta de credibilidad" de las propuestas de ambos partidos
En tiempos de campaña electoral, los periódicos y las empresas de encuestas se miran de reojo para no meter excesivamente la pata al escribir un titular u ofrecer una estimación de voto. Por eso los medios han coincidido en lo obvio al escuchar el tan esperado análisis del Instituto de Estudios Fiscales (IFS, en sus siglas en inglés) de los programas económicos de los principales partidos. "Los planes de gasto de tories y laboristas carecen de credibilidad", cita The Times al IFS en su página web. "El IFS advierte a tories y laboristas: hay una enfermedad en vuestras casas", titula The Guardian su pieza sobre el informe.
El IFS es un centro de pensamiento que analiza las políticas fiscales y de gasto público. Su tendencia es claramente liberal-conservadora, pero mantiene ante las formaciones políticas un prestigio como organización independiente a la que se debe tomar en serio. Las discrepancias que ha podido tener en el pasado con conservadores o laboristas han sido más por sus métodos que por la ligereza de sus conclusiones.
Por eso, más allá del titular fácil de un tirón de oreja a los dos principales partidos británicos, es al leer entre líneas el texto cuando sorprende comprobar que las promesas de Boris Johnson de un futuro optimista chocan con una visión conservadora y condescendiente con la situación actual en la que los tories, al parecer, creen que todo está muy bien tal y como está. Y al contrario, las llamadas a la revolución de los laboristas, en su exageración, no se desvían demasiado de lo que otros países europeos disfrutan de un modo normal. "La visión que el laborismo tiene del Estado no es tan distinta de la que puede verse en muchos otros países de éxito de las economías de Europa occidental. Sus propuestas de aumento del gasto público, de realizarse, tendrían un peso sobre el PIB menor que en Alemania. Las compañías de agua, por lo general, suelen estar más en manos públicas que privadas. Y, por ejemplo, la negociación de convenios colectivos es una práctica muy extendida en muchos países europeos", ha afirmado el director del IFS, Paul Johnson, durante la presentación del informe.
Por el contrario, "las consecuencias que se derivan del programa conservador es que parecen haber llegado a la conclusión de que muchos aspectos de sus políticas públicas están perfectos tal y como están ahora. Pocos cambios anunciados en política fiscal, en incremento del gasto público o en mejoras del Estado de bienestar", ha dicho. Eso pocos meses después de que un Gobierno conservador anunciara con solemnidad que había llegado el momento de poner fin a una década de austeridad, que, entre otras muchas consecuencias, acabó derivando en la tragedia del Brexit.
El análisis del IFS levanta el velo de las promesas y los mensajes de campaña para sacar a la luz obviedades que cualquier elector informado sospecha: Boris Johnson quiere presentar una imagen de contención del gasto frente a la radicalidad laborista y evitar que los conservadores aparezcan como el "partido de los ricos y de las empresas". Pero si llega a gobernar no tendrá más remedio que subir algunos impuestos para hacer frente a las mejoras que el Reino Unido está pidiendo a gritos y las turbulencias que traerá consigo la salida de la UE. Mientras que Jeremy Corbyn necesita ofrecer a sus votantes la "revolución más radical" que hayan conocido en décadas para que se deje de hablar de sus dos grandes carencias: la ambigüedad mostrada respecto al Brexit y la escasa simpatía que despierta el candidato laborista. Pero los laboristas son igual de conscientes de que los planes desplegados necesitarían muchos más impuestos, mucho más gasto y mucha más deuda pública para ponerse en práctica. Y que, en el mejor de los casos, son propuestas para una generación y no para una legislatura de cinco años.
El contraste de las personalidades de los candidatos (Johnson y Corbyn son como el agua y el aceite) y las exageraciones desde los respectivos campos (la larga y oscura noche conservadora frente a la amenaza marxista-venezolana laborista) han camuflado lo que al final es una elección más simple aunque igual de trascendente: seguir igual, con algo de mejora, o intentar dar un vuelco al Estado de bienestar de un país que sufre un déficit crónico pero al que los cambios, como el té, no le gustan demasiado fuertes y siempre acompañados de pastas.
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