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Netanyahu apela al voto de los colonos para afianzar su reelección

El primer ministro promete anexionar a Israel parte de la ciudad palestina de Hebrón si gana las elecciones

Benjamín Netanyahu, en el valle del Jordán, donde el domingo se reunió el Gobierno de Israel. En vídeo, declaraciones del primer ministro sobre corrupción y sobre Cisjordania.
Juan Carlos Sanz

Empatado en los sondeos con el centrista Beny Gantz y sin una clara mayoría en el arco de la derecha, Benjamín Netanyahu afronta las elecciones legislativas de mañana como una última oportunidad de aferrarse al poder en Israel. En el cierre de la campaña, el primer ministro conservador apeló el domingo al voto de los colonos de los asentamientos para intentar apuntalar su quinto mandato. Para ello, no vaciló en reunir al Gobierno en Cisjordania, territorio palestino ocupado desde 1967, por primera vez en casi dos décadas. Este lunes prometió también que si gana los comicios anexionará a Israel parte de la ciudad palestina de Hebrón, que incluye la mezquita de Ibrahim o Tumba de los Patriarcas, junto con la cercana colonia de Kyriat Arba.

“Estoy a punto de perder las elecciones”, se lamentaba Netanyahu en una entrevista en televisión, “y Gantz va a formar un Gobierno izquierdista”. Los partidos de ambos líderes —el Likud (33 escaños) y Azul y Blanco (32 de los 120 de la Kneset o Cámara), respectivamente— siguen codo con codo en las últimas encuestas de intención de voto.

En su desesperado intento de movilizar al electorado —obligado a pasar tres veces por las urnas en nueve meses—, el veterano gobernante recurrió al exorcismo que más inquieta a los sectores radicales del nacionalismo judío: que viene la izquierda para entregar el país a los árabes, suele ser su lema recurrente al final de las últimas campañas.

Reunido en la sede del Consejo del Valle del Jordán en Masua, el Gabinete legalizó la colonia salvaje de Mevoot, un campamento de caravanas en las afueras de Jericó, la mayor ciudad palestina del territorio oriental de Cisjordania. La Autoridad Palestina se apresuró a condenar la decisión, adoptada tras la reciente promesa del primer ministro de anexionar el valle del Jordán si gana las elecciones. “Los palestinos son los únicos que deciden sobre su tierra”, advirtió un portavoz del rais Mahmud Abbas.

Más de 400.000 colonos israelíes se han asentado en Cisjordania en los últimos 52 años, y otros 200.000 que habitan en Jerusalén Este. La inusual convocatoria del Consejo de Ministros en territorio militarmente ocupado —definido así en todas las resoluciones de Naciones Unidas— se presenta como un guiño a los votantes de dos fuerzas a la derecha del Likud de Netanyahu.

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Yamina, alianza de la ultraderecha laica y el nacionalismo religioso, tiene su mayor vivero de sufragios de los asentamientos de colonos. El retorno a sus filas de la exministra de Justicia Ayelet Shaked, que precisamente encabeza la lista electoral, le permitirá colocarse en una expectativa de nueve escaños, de acuerdo con los últimos sondeos.

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Otro partido extremista, Poder Judío, heredero del movimiento racista antiárabe Kach que fue ilegalizado hace más de treinta años, roza el 3,25% de los votos, el umbral que permite acceder a la Kneset con un mínimo de cuatro diputados.

Netanyahu persigue arrebatar algunos escaños a ambas formaciones para consolidarse como el líder con mayor representación parlamentaria y asegurarse que recibirá el encargo de formar el próximo Gobierno.

Cuenta también con el respaldo garantizado de los 16 escaños previstos en los sondeos para los dos partidos ultraortodoxos. Los 58 votos que suma, sin embargo, no le proporcionan la mayoría absoluta sin el partido Israel Nuestra Casa, del exministro de Defensa Avigdor Lieberman, cuyos ocho escaños suponen la llave de la gobernabilidad.

En contra del conjuro político lanzado por Netanyahu a los colonos —el fin del mundo para los asentamientos en las colinas de Cisjordania de la mano de otros Acuerdos de Oslo—, el teniente general retirado Gantz no es precisamente un paladín de la izquierda pacifista. Lidera una coalición encabezada por otros dos antiguos jefes del Estado Mayor del Ejército y el expresentador de televisión Yair Lapid, que se mueve entre un centro con contenido social y la derecha pragmática partidaria de reanudar el diálogo con los palestinos, paralizado hace más de cinco años.

Alternativa a una década en el poder

Gantz acumula 54 escaños en los sondeos: la suma de los partidos que pretender descabalgar al primer ministro del Likud de una década de poder hegemónico. La Lista Conjunta árabe aporta 12 diputados, mientras que el laborismo —en las horas más bajas de su vieja historia— solo cuenta con cinco en las proyecciones, los mismos que la izquierda pacifista de Unión Democrática, alianza a la que la presencia del ex primer ministro Ehud Barak apenas ha reforzado.

Solo los ocho votos de Israel Nuestra Casa garantizarían la investidura de Gantz y la derrota de Netanyahu, pero difícilmente podría gobernar sobre una coalición tan heterogénea el exgeneral que en 2014 dirigió la guerra que se cobró más de 2.200 muertes entre los palestinos de Gaza.

Lieberman y los partidos árabes detestan al primer ministro, pero se odian aún más entre sí. Y los partidos de la izquierda ven en el líder político emigrado de la extinta Unión Soviética a un enemigo aún más irreconciliable. En la víspera de la jornada de votaciones en Israel, la opción de un Gobierno de gran coalición entre el Likud y Azul y Blanco, Lieberman incluido, parece tan plausible como una segunda repetición de los comicios.

Gantz, el general que no tiene con quien gobernar

Por defecto, Beny Gantz se ha convertido a los 60 años en la única alternativa electoral a Benjamín Netanyahu, quien cumple 70 el mes que viene. El impreciso programa de Azul y Blanco, cuya partitura desentona a menudo en las voces de sus cuatro tenores, es el único que ha conseguido atraer el interés de las clases medias laicas de las grandes ciudades que salpican la llanura central de Israel. La alternancia y punto final a una década marcada por el estancamiento del proceso de paz con los palestinos y la creciente imposición de los ultrarreligiosos sobre el estilo de vida secular es su banderín de reclutamiento de votos.

Con su bonhomía castrense frente a la calculada doblez del primer ministro, Gantz encarna un mensaje de unidad a una sociedad polarizada. Después de haber participado en casi todos los conflictos armados de Israel de las cuatro últimas décadas, el exgeneral libra ahora batallas políticas. Poder formar Gobierno con apoyo de varios partidos enfrentados entre sí sería su mayor victoria.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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