El aula que cuestiona la guerra de pobres contra pobres en Argentina
El documental ‘La escuela contra el margen’ muestra la transformación de los alumnos de un secundario del sur de Buenos Aires después de la ocupación de un parque que dejó tres muertos y enfrentó al barrio
La escuela secundaria Manuel Mujica Laínez está en la frontera entre los barrios de Villa Soldati y Villa Lugano, los más pobres de la ciudad Buenos Aires. En sus alrededores hay seis "villas miseria". A pocos metros, uno de los pulmones verdes del sur de la ciudad, el parque Indoamericano, donde los alumnos concurren a hacer deporte. El 3 de diciembre de 2010, unas 1.500 familias con dificultades para acceder a una vivienda ocuparon ese parque. Días después, dos de los ocupantes murieron por disparos de la policía durante un violento desalojo y un tercero falleció en el enfrentamiento posterior contra vecinos que habían decidido poner freno por su cuenta a la toma. El conflicto se trasladó también a las aulas porque había estudiantes de las dos partes enfrentadas.
"El conflicto explota en el Indoamericano pero subyace antes, durante y después. Tiene que ver con la segregación, con esa cosa del estatus social, de la realidad socioeconómica y lo que llamamos vulgarmente la guerra de pobres contra pobres, que está presente en el barrio todos los días, dentro y fuera de la escuela", cuenta Florian Vives, docente de un taller que se lleva a cabo en el centro y que es la columna vertebral del documental La escuela contra el margen, dirigido por el documentalista Lisandro González Ursi y el cineasta Diego Carabelli. El largometraje visibiliza esa y otras disputas, y el trabajo educativo para desactivarlas. Su estreno coincide con uno de los momentos más complicados de una grave crisis económica que ha incrementado las desigualdades y hecho aflorar tensiones.
El desempleo es casi el doble en el sur de la ciudad que en el norte, la tenencia irregular de vivienda también; los ingresos familiares, muy inferiores. Al recorte estatal en educación se le suma el aumento del desempleo -un 10%, el nivel más alto de los últimos 13 años- y una inflación por encima del 50% anual que devora los salarios. Muchos jóvenes de familias con escasos recursos, como las de esta escuela, dejan los estudios para trabajar en lo que encuentran.
A las seis de la tarde, el horario de entrada en esta escuela vespertina, alumnos y alumnas forman fila en el amplio patio mientras se iza la bandera argentina. La mayoría sigue la breve ceremonia repetida a diario desde la guardería, pero algunos miran distraídos el móvil o mueven la cabeza al ritmo de la música que suena por los auriculares. De pie frente a ellos está la directora, Claudia González.
Enfrentamientos
Poco después, en su despacho, González admite que el enfrentamiento entre barriadas y la xenofobia sigue en la actualidad, alimentado por noticias reales o falsas difundidas a través de medios y redes sociales. Desde la escuela se trabaja "para reducir la resistencia a verse como compañeros de escuela e intentar concienciar de que lo que medie sea la palabra ante cualquier conflicto".
Sin embargo, no es el único obstáculo. En el taller guiado por Vives, el alumnado plasma los diferentes problemas del barrio en un mapa que intervienen con anotaciones, dibujos y pegatinas: hay zonas sin agua corriente, sin cloacas, con calles sin asfaltar por las que no pasa el transporte público ni entran ambulancias; puntos en los que se vende droga y otros en los se han registrado víctimas de gatillo fácil policial. Muchos de sus estudiantes jóvenes son criminalizados por vestir con gorra y ropa deportiva.
"Parque abandonado"
Vives explica que cuando trabaja con un grupo nuevo plantea actividades de autoconocimiento y optó esta vez por la cartografía social como herramienta. Poco a poco, mientras aprendían unos de otros, comenzaron a emerger también conflictos externos, como las desigualdades entre el sur y el norte de la ciudad. "Las cámaras de seguridad cuidan a las personas de clase alta y vigilan a las personas no adineradas", escribieron en el mapa, junto a carencias en vivienda, salud y educación mucho más graves que en el norte rico de Buenos Aires.
Los estudiantes fueron al parque con cámaras estenopeicas (sin lentes) y retrataron aquello que se había mantenido igual y lo que había cambiado desde la ocupación. "Acá se ven los juegos que pusieron después de la toma, cuando intentaron arreglarlo y le pusieron algo de onda, pero antes era un parque abandonado", cuenta en el documental Mili, una de las alumnas de la escuela, a otros jóvenes.
A medida que crece la confianza mutua entre estudiantes y docente, Vives orienta el trabajo del taller a cuestionar la mirada de los demás sobre ellos. "Escuché decirles 'nosotros no somos una escuela inteligente', o 'no nos pregunte qué pensamos que faltó Katja que es la que piensa' y más ejemplos. Pareciera que ustedes piensan que no tienen cosas interesantes que decir, por todos estos comentarios, yo pienso que sí que tienen y la propuesta es que pensemos qué queremos decir", les anima. Y los convence: participan en el proyecto Jóvenes y Memoria y viajan con él a Chapadmalal, una localidad costera bonaerense donde muchos ven por primera vez en su vida el mar. El documental muestra la gran transformación de los alumnos en el proceso.
El curso empezó en marzo y González asegura que sólo ha habido un día de asistencia perfecta en los últimos cursos: el que fueron al cine a ver el documental. "Salieron enloquecidos. Les encantó y nos pidieron que la pasáramos en la escuela para los demás", asegura González. No es frecuente que se sientan identificados con lo que ven en la gran pantalla. Menos aún que les haga replantearse quiénes son y hacia dónde quieren ir.
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