Merkel pierde el control de Europa
La canciller alemana ve reducida su influencia en la UE en la recta final de su carrera política
Principio del fin. La canciller alemana, Angela Merkel, ha comprobado que su palabra ya no hace ley en la Unión Europea. La canciller sufrió durante la cumbre europea de esta semana una rebelión de propios y extraños que la obligó a replantear su estrategia para los nombramientos de la nueva cúpula comunitaria. El choque se saldó con la elección de la ministra alemana de Defensa, Ursula von der Leyen, como candidata a presidir la Comisión Europea. La designación de una compañera de partido permitió a Merkel salir de la cumbre con una aparente victoria. Pero entre aliados y rivales de la canciller cundió la sensación de que Europa se ha quedado sin la líder incontestable de los últimos 14 años. E incluso la elección de Von der Leyen podría estar en peligro si Merkel no retoma el control de los suyos antes del voto de confirmación, previsto para la semana del 15 de julio.
Lenta pero inexorablemente, Angela Merkel va perdiendo cuotas de poder tras varios lustros de dominio casi absoluto sobre la política de su país y de la Unión Europea. Su erosión comenzó a nivel nacional. Pero se ha extendido al resto de la Unión y esta semana ha comprobado que su poder se tambalea por momentos en la Unión Europea. La sensación de que el presidente francés, Emmanuel Macron, salió de la última cumbre como claro vencedor agrava la imagen de caída de la canciller.
"Merkel perdió durante la cumbre el control de sus propias fuerzas dentro de la Unión, los gobiernos del Partido Popular Europeo", señala una fuente diplomática presente en el edificio Europa durante los tres días que duró la cita europea para designar a la aspirante a presidente de la Comisión.
El desgaste de Merkel es tan evidente que incluso dentro de su partido se alzan voces contra la candidata designada, Ursula von der Leyen. La ministra de Defensa tiene por delante una dura campaña para lograr la mayoría necesaria en el Parlamento Europeo para aprobar su nombramiento. Y aunque el PPE la respalda oficialmente, el disgusto es tan profundo dentro del partido con el proceso de selección y con la actitud de Merkel durante el mismo que no se descartan numerosas deserciones durante una votación que será secreta. "Vienen dos semanas de tremenda tensión", reconoce una fuente del grupo popular.
Von der Leyen se reunirá este mismo lunes con el grupo de los Verdes para intentar compensar las posibles pérdidas dentro de los grandes grupos europeístas (populares, socialistas y liberales). Pero los ecologistas, a quienes se veía proclives a apoyar al candidato conservador alemán Manfred Weber en aras de un entendimiento con Merkel en Berlín también han endurecido el tono drásticamente tras la última cumbre europea.
A pesar de todo, hay quien duda que el final de Merkel esté cerca. "La próxima semana será crucial para el futuro de Von der Leyen pero, pase lo que pase, no creo que se pueda colocar a Merkel entre las perdedoras de la última cumbre", señala Agata Gostyńska-Jakubowska, analista del Centre for European Reform.
Gostyńska-Jakubowska cree que, efectivamente, durante la negociación de los nombramientos Merkel sufrió algunos batacazos. "Pero el resultado final no es malo para ella y eso importa más que el proceso en sí mismo", añade la analista.
El optimismo es menos visible en el bando político. "Merkel solo ha ganado seis meses más de supervivencia política", pronostica una fuente de su partido en el Parlamento Europeo tras una negociación de cuatro semanas en total en que la canciller ha ido adaptando sus apuestas hasta verse completamente desbordada por los miembros de su propia formación, el Partido Popular Europeo.
Las dudas sobre Von der Leyen son un reflejo sintomático de la fragilidad de Merkel, que parece incapaz de imponer su criterio a sus propios correligionarios. El riesgo de una investidura fallida de la futura presidenta de la Comisión no es descartable. E incluso si sale adelante, gracias al apoyo de los tres grandes partidos, la dificultad de su ratificación confirma la progresiva pérdida de poder de Merkel, iniciada hace meses dentro de sus fronteras.
Primero anunció que el mandato actual (2017-2021) sería el último y no se presentaría a la reelección. Después cedió las riendas de su partido, la CDU y logró por poco pasárselas a su delfín Annegret Kramp-Karrenbauer (AKK, para la prensa alemana). Pero buena parte del partido, sobre todo el ala más conservadora, desafía abiertamente la decisión de Merkel y maniobra para evitar que AKK llegue a canciller.
A pesar de la revuelta interna, Merkel había logrado hasta ahora mantener casi intacta su capacidad de influencia en Bruselas, tanto en las instituciones como entre su familia política, el Partido Popular Europeo. Pero su autoridad ha saltado por los aires durante el proceso de negociación de los nuevos altos cargos, cuatro semanas de regateo que se remataron en una larga y bronca cumbre que se prolongó durante tres días.
Merkel provocó las primeras iras tras la cumbre europea del 20 de junio, cuando el candidato principal del PPE a presidir la Comisión, Manfred Weber, fue vetado por una alianza de socialistas y liberales comandada, respectivamente, por Pedro Sánchez y Emmanuel Macron. La canciller regresó a Berlín como si no hubiera pasado nada, dando por finiquitadas las opciones de Weber y del resto de candidatos (el socialista Frans Timmermans y la liberal Margrethe Vestager). Pero calculó mal el impacto de su decisión.
Tanto en su partido (la CDU) como en el de Weber (los conservadores bávaros de la CSU) surgieron voces que acusaron a Merkel de no haber defendido con fuerza al candidato alemán y de haberse rendido con rapidez a una ofensiva organizada por un presidente francés que había perdido las elecciones europeas frente a Marine Le Pen y por un presidente del Gobierno español todavía en funciones.
El contrataque de Merkel para apagar las críticas tuvo aún peores consecuencias. Y en lugar de sofocar la rebelión en Berlín y en Munich la propagó a Bruselas. La canciller planteó la posibilidad de recuperar a Weber para la presidencia del Parlamento Europeo y ceder la presidencia de la Comisión Europea al candidato socialista Frans Timmermans. El tercer cargo en liza, el de alto representante de Política Exterior, podría ir a un peso ligero del PPE y la presidencia del Consejo, a un liberal.
La propuesta provocó indignación entre los líderes del PPE, tanto los que ocupan Gobiernos como entre los que se encuentran en oposición. La cumbre del partido celebrada en Bruselas el pasado domingo, unas horas antes del Consejo Europeo que debía decidir los nombramientos, se saldó con una clara desautorización a la canciller, que abandonó el encuentro antes de terminar. Dando un portazo, según algunas fuentes. Para no escuchar las críticas despiadadas, según otras. Para retomar la negociación con el resto de líderes europeas, explica la versión oficial.
La canciller, en todo caso, también salió seriamente debilitada de la tensa reunión de líderes europeos que entre el 30 de junio y el 2 de julio negoció los nombramientos de la cúpula comunitaria. Las decisiones de la cumbre han provocado una tormenta política en su país, por la falta de transparencia en los nombramientos y por no haber respetado a los candidatos de los partidos (los llamados Spitzenkandidaten). El vendaval no se ha visto amortiguado por la aparente victoria del Gobierno alemán.
Alemania se hizo con la presidencia de la Comisión Europea, por primera vez desde 1967. Y además de colocar en el puesto a una aliada como Von der Leyen, Merkel contribuyó a que otra mujer, Christine Lagarde, fuera elegida como presidenta del Banco Central Europeo. Un doblete que encaja con la reivindicación feminista que la canciller ha abrazado en la recta final de su carrera política. Pero dentro y fuera de su familia política, esos tantos de Merkel se han interpretado como una victoria pírrica. Tal vez la última.
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