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Trump tensa uno de los G20 más complicados desde la Gran Recesión

Los negociadores intentan acordar un compromiso de mínimos sobre proteccionismo y cambio climático en el comunicado final

El presidente de Rusia, Vladimir Putin (a la izquierda), y su homólogo estadounidense, Donald Trump, este viernes en Osaka. En vídeo, las declaraciones de Trump en Fox News.Vídeo: AFP / REUTERS-QUALITY
Macarena Vidal Liy

Pocas reuniones del G20 han resultado más complicadas desde la crisis financiera de 2008 que la que este jueves y viernes se celebra en Osaka, Japón, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tiene mucho que ver en ello. Al enfrentamiento comercial de Washington con China, Japón y otros aliados, se suman las crecientes tensiones con Irán y su particular batalla contra la inmigración. En un intento de complacer al mandatario, el primer ministro nipón, Shinzo Abe, busca rebajar los compromisos medioambientales y las críticas al proteccionismo del comunicado final. La negociación no se presenta sencilla.

El presidente chino, Xi Jinping; el estadounidense Trump; el primer ministro indio, Narendra Modi. Uno a uno, los líderes mundiales iban llegando este jueves a Osaka para celebrar una cumbre que, según reconocía el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, se presenta “difícil” debido a las “crecientes tensiones globales”. En la noche del jueves, en vísperas del inicio de la reunión, aún no se había logrado pactar un comunicado de mínimos en torno a asuntos que en el pasado más reciente fueron rutinarios, como la lucha contra el proteccionismo o el cambio climático.

Las amenazas lanzadas por Trump, en una entrevista previa al viaje y a través de Twitter, revelan que el cara a cara de los líderes, especialmente con sus teóricos aliados, no será fácil.

Trump ponía en duda el futuro del tratado de defensa con Japón, calificaba a Alemania de aliado poco fiable, amenazó de nuevo con volver a subir los aranceles a China, arremetió contra las represalias adoptadas por India contra una serie de productos estadounidenses y acusó a Vietnam —un posible destino de las fábricas estadounidenses si continúan los roces entre Washington y Pekín— de aprovecharse de EE UU.

“Casi todos los países en este mundo se aprovechan mucho de Estados Unidos”, aseguraba Trump en una entrevista concedida a la cadena de televisión Fox. El presidente ruso, Vladímir Putin; el turco, Recep Tayyip Erdogan, y el príncipe heredero saudí, Mohamed Bin Salmán (MBS), que también acuden a la cita, quedaron fuera de las invectivas presidenciales.

Con todo, el principal acontecimiento en la cumbre promete ser la reunión que Xi y Trump celebrarán este viernes para tratar de alcanzar algún tipo de entendimiento en su guerra comercial y tecnológica. Un encuentro que llega entre señales contradictorias. Antes de aterrizar en Osaka, el presidente estadounidense aseguraba que China “quiere llegar a un acuerdo” porque su economía se encuentra a la baja, y volvía a despertar el espectro de nuevos aranceles sobre los 325.000 millones de dólares (285.400 millones de euros) de importaciones chinas aún no gravadas. Pero, según el periódico de Hong Kong South China Morning Post, los dos líderes acordarán otra tregua de seis meses para dar espacio a que sus equipos negociadores puedan seguir buscando una solución a sus disputas comerciales.

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Aunque los negociadores estadounidenses han intentado mantener el caso de Huawei al margen de la disputa comercial —por el 5G—, China quiere que la posible tregua que firmen los dos mandatarios incluya el levantamiento del veto al gigante tecnológico chino para acceder a tecnología estadounidense. El mismo jueves, el Ministerio de Comercio chino instaba a Washington a cancelar esas sanciones contra la compañía “para impulsar el desarrollo sano y estable de las relaciones de China y EE UU”.

Más allá de las razones comerciales y tecnológicas, Xi busca hacerse además un hueco como mediador en los grandes conflictos internacionales. Ahí se enmarca la visita que realizó la semana pasada al líder norcoreano Kim Jong-un, en la primera visita de un líder chino a Pyongyang en 14 años. Por su parte, el presidente estadounidense tiene previsto viajar este viernes a Seúl para reunirse un día después con su homólogo surcoreano, Moon Jae-in. Xi se reunía el miércoles con Moon, donde le explicó que el líder norcoreano mantiene su voluntad de resolver las disputas sobre su programa de armamento nuclear mediante el diálogo.

El anfitrión de la cumbre, Shinzo Abe, batallaba el jueves hasta última hora por intentar incluir algún tipo de condena del proteccionismo en el comunicado final de la cumbre, aunque para conseguirlo —algo que no está claro en absoluto— tendría que pasar por encima de las objeciones de Trump, que en ediciones previas de la reunión ha vetado cualquier declaración significativa en este sentido.

Presión europea

Japón, de momento ya ha cedido a las presiones de Estados Unidos para evitar, como quiere la Unión Europea, alguna expresión contundente contra la emergencia climática, uno de los asuntos que la presidencia japonesa ha querido incluir específicamente en la agenda de la reunión pero no parece que con gran éxito.

Sí parece haber consenso en otro de los asuntos que ha planteado Japón: la necesidad de medidas contra la contaminación de plásticos en los océanos. Los países que reúnen el 85% de la riqueza mundial adoptarán un marco de pasos a adoptar para reducir la presencia de esos desechos en el mar, aunque solo tendrá carácter voluntario.

Fuera de agenda, pero que se abordará en detalle en las diversas reuniones bilaterales de los líderes, será la crisis iraní y la amenaza de un posible enfrentamiento bélico con Estados Unidos. Según su propia declaración, el presidente estadounidense canceló en el último momento un ataque aéreo contra Irán la semana pasada, después de que ese país derribara un dron estadounidense. Ahora asegura que, aunque no busca un conflicto con Teherán, en caso de surgir “no duraría mucho”.

Trump ha endurecido en los últimos meses las sanciones contra el régimen iraní, pese a lo cual China ha seguido comprando crudo a Teherán. En este asunto, Pekín también parece decidido a demostrar que EE UU debe contar con su opinión.

Osaka, una ciudad sitiada

El despliegue de seguridad en Osaka es tan amplio como la expectación que hay en torno a la cumbre que se celebra en esta ciudad portuaria de tres millones de personas, la segunda metrópolis de Japón y que, en plena ola de calor europea, este jueves recibía a los líderes con una lluvia pertinaz.

Tokio ha activado a cerca de 32.000 agentes de policía —5.000 más que en la cumbre del G7 en Ise-shima en 2016, la última gran reunión mundial que había organizado Japón hasta ahora—, 1.000 oficiales de Marina y 60 barcos guardacostas. Se ha prohibido hacer volar drones en la ciudad y los accesos a las zonas donde se celebrarán los encuentros, el histórico Castillo de Osaka y el mastodóntico centro de convenciones Intex, están bloqueados.

Se han cortado algunas de las principales calles y avenidas, mientras los informativos locales advierten de la posibilidad de importantes atascos y recomiendan limitar los desplazamientos en la medida de lo posible. Las escuelas han cerrado sus puertas hasta la semana próxima. Incluso los prostíbulos del notorio barrio de Tobita-Shinchi han decidido parar sus actividades hasta la conclusión de la cumbre; días antes, habían cubierto ya sus accesos con cortinas para una mayor discreción.

La ciudad también servirá de escenario para la despedida internacional de la primera ministra británica, Theresa May. La mandataria, que abandonará su puesto este mes de julio, parece dispuesta a ejercer el cargo hasta el último día. May se entrevistará con el heredero de Arabia Saudí, Mohamed Bin Salmán, este sábado para defender una rebaja de la tensión en el Golfo, como consecuencia de la escalada entre Estados Unidos e Irán, según explicó su portavoz, que aseguró que en el mismo encuentro la primera ministra pretende abordar con el príncipe saudí el asesinato del periodista Jamal Khashoggi.

La agenda de encuentros bilaterales también incluye al presidente ruso, Vladímir Putin; el sudafricano, Cyril Ramaphosa; y el turco, Recep Tayyip Erdogan, así como el primer ministro australiano, Scott Morrison.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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